Claves para ser feliz Reflexiones vigorizantes

Recuperar el humor en tiempos difíciles

Con la que está cayendo hay un efecto colateral invisible. Menos humor y peor carácter. Lógico. Pocas ganas de reír se despiertan cuando existen perjuicios cercanos en la salud propia, familiares o amigos. O cuando la privación de medios económicos arrastra ilusiones. O cuando grita la voz de la conciencia ante la preocupación por el descontrol global en países pobres y el malestar general imperante.

Tampoco ayudan los titulares de los periódicos ni las noticias televisivas. Quienes eran materialistas ven peligrar lo que tenían y lo que pueden tener. Quienes tenían la tranquilidad de la respuesta en la religión, ante estos desastres sanitarios, climáticos y económicos, sufren al aceptar que Dios quizá tiene un plan pero no acaban de entenderlo. Y quienes confiaban en la capacidad resolutiva de gobiernos y de respuesta de los científicos, se han visto decepcionados.

Por si fuera poco, la actitud de los gobiernos dando palos de ciego con medidas frente al virus, sería tragicómica si no fuese porque lamentablemente no es la ficción de una mala película sino una tristísima realidad, sin que veamos la luz del túnel. Con ello, la situación de la pandemia da la razón al filósofo Bertrand Russell cuando decía:
El problema de la humanidad se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas
Podemos aceptar que el coronavirus nos ha demostrado que los pilares habituales de nuestra vida pueden quitarse sin desplomarnos: trabajo, cine, gimnasio, fiestas, vida social; nos ha enseñado a sobrevivir sin ellos. Además nos ha mostrado que la familia y el hogar forman el nido que no nos falla ni en las peores situaciones. Sin embargo, en el día a día, la vida social restringida y alejada de hostelería y espectáculos frena sonrisas y humor. Está científicamente comprobado que las personas se ríen muchísimo más en compañía de otros que si están solos. Es cierto que el sucedáneo para el humor social lo brindan las redes sociales (con imaginativos chistes, memes y videos sobre la crisis sanitaria, algunos geniales y la mayoría de pésimo gusto). Hay que reconocer que en estos aislamientos impuestos, internet y whatsapp han cumplido una misión de unión y enlace entre personas, y de liberación de estrés y angustia. Y ya que hablamos de humor, con esta dependencia tecnológica nos aproximamos a las vacas, que tienen su ordeñador personal. Lo que no se suple es el talante positivo, abierto, mano tendida y sonrisa a quemarropa, en los encuentros con amigos y conocidos. El café, ágape y reunión informal, afable y entrañable: no los sustituye el mejor webinar o ciberencuentro. Solo la vida social en cuerpo presente genera humor y con ello se potencia fuerza, calma la ansiedad y proporciona grandes beneficios emocionales y físicos. La gran pregunta radica en si volveremos a ser los mismos de antes, cuando todo esto sea una mala pesadilla. Personalmente creo que constituía un gran triunfo social encontrarse en presencia física y poder estrechar las manos, rozarse, mirarse a los ojos, o compartir sala o local sin mascarillas ni pantallas interpuestas. Debemos recuperar los beneficios sociales del humor, que en compañía, como el amor correspondido, sabe mejor. Confiemos en que podamos volver a nuestras vidas anteriores, para que valoremos más lo que teníamos y para que valoremos más a las personas que han perdido lo que tenían. Y que vuelva la relación social abierta y el humor, no el humor negro, sino el humor sano que nos eleva el ánimo y la esperanza, que nos hace llevadera la rutina diaria y que nos hace vivir la vida a corto plazo… porque más allá será difícil pronosticar y hacer planes (aunque a veces el mejor plan es no tener ninguno). Mientras llegan los buenos tiempos para dialogar, socializar y reírse, y dejar de ser ermitaños, son bienvenidas las meditaciones frente a la pandemia. ¡Ánimo!, ya falta menos.

1 comentario

  1. Creo que por encima, incluso, del humor, hemos perdido…la alegría. Y eso es mucho perder. Demasiado. Porque la verdadera esencia de la vida está en los pequeños regocijos, algazaras y deleites que nos regala la cotidianeidad y hacen que cada día sea especial y diferente.

    Sin embargo, en este oscuro tiempo de pandemia ese néctar imprescindible ha desaparecido y la vida nos sabe más amarga. Tanto que, encontrar alegría, regodeo y contento resulta complicado en cualquier sitio, porque:

    su arco iris natural se ha convertido en gigantesco crespón negro;
    su manantial de sonrisas y risas ha dejado de brotar;
    su pureza, de nieve virgen y recién caída, se ha trasformado en suciedad, esa que queda cuando la nieve está manchada y empieza a derretirse;
    su luz de puertas abiertas se ha trocado en oscuridad de puertas cerradas, por el miedo al contagio;
    su compra es imposible, la que proporciona el dinero es limitada (ni dura, ni puede con la enfermedad) y la que proviene del interior o del espíritu se encuentra poco repartida y está en eterna crisis;
    su espontaneidad ha pasado a contención y recelo y se ha quedado en mera mueca y pena disimulada.

    Por ello, solo se me ocurre terminar, rememorando el título del maravilloso bolero de Virgilio y Homero Expósito que inmortalizó Bola de Nieve y dramatizó la gran Olga Guillot, gritando -en nombre de todos- al virus y la pandemia: ¡VETE DE MÍ!

    Su letra, en palabras de Juan Manuel Serrat es para escucharla de rodillas. Y no exagera.

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