En puertas del próximo año 2023, y viendo que el año 2022 ha sembrado una cosecha de incertidumbres, sinsabores y desilusiones, bien viene dedicar el último día del año a reflexionar puertas adentro, o más bien, mente adentro, sobre cómo vivimos y cómo queremos vivir.
Y para ello hay personas realmente imaginativas que con creatividad saben sacudirnos las neuronas para que vayamos un poquito más allá del día. Son caricaturas de una realidad más reales que la vida misma. Ahí van. No está mal sentirnos mejor por haber dedicado el fin del año a mirar hacia nosotros y nuestra circunstancia.
Y no olvidemos la recomendación de Confucio:«En todo hay belleza, pero no todo el mundo la ve. Basta con no empeñarse en hacer la vida complicada ni complicarla a los demás». Me encanta esta otra:«El hombre que hace una pregunta es un ignorante durante un minuto, el hombre que no pregunta nunca es un ignorante de por vida.
Vivimos en un mundo en el que la verdad es opacada por una realidad que no existe (A. Einstein). La estereotipada felicidad y ese positivismo naif que nos vende (y hasta impone tan a ultranza para ser normales) son ficticios, están amañados y arrastran vacuidad, adversidad y tristeza.
Donde las palabras se tornan incapaces de poder contarlo con brevedad, claridad y simpleza, el poder infinito del ingenio a través del estallido de la imagen es capaz de narrarlo tal como es. Con agudeza, con perspicacia y con la inmediatez de un chasquido, la eficacia de un disparo en el blanco y la luminosidad de un encendido. Gracias al fogonazo creativo del lenguaje universal de un dibujo (una estampa, una ilustración o una fotografía) se alumbra la reflexión (el acercamiento a la verdad, el debilitamiento de la certeza y el desperezamiento de la duda) y alimenta el criterio. Y eso no es poco. Porque, aunque la vida es imperfección, al final somos del color que tienen nuestros pensamientos.
P.D. Que el 2023 les sea próspero y lleno de buena compañía, afecto, salud y criterio.
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