A las 6:00 de la mañana he llevado a mi hijo con la mayoría de edad recién estrenada al aeropuerto para sus vacaciones con otros cinco chavalotes hacia Salou. Es buena persona, deportista y buen estudiante, pero por si acaso, le he lanzado los sermones de rigor: no bebas, nada de drogas, huye de problemas, evita broncas, respeta el hotel y las personas, etc. Mi hijo me escuchaba asintiendo con el mismo interés que solemos adoptar al escuchar al auxiliar de vuelo las explicaciones de seguridad antes de despegar. Y para endulzarlo le he extendido el librito de Isaac Asimov “Cien preguntas básicas sobre la ciencia”, por si tenía tiempo en el avión o durante su estancia. La respuesta fue:
Muchas gracias, papá, pero hay que ser realista. Solo voy a tener tiempo para divertirme.
Esas palabras me llevaron a volver a la realidad, como perrillo mojado que se sacude la humedad.
Lo primero, que mi hijo considere que leer un libro “no es diversión”, y que la auténtica diversión sea lo que imagino. No digo que no, pero como dice la Biblia “Hay un tiempo para cada cosa…”
Lo segundo, que mi hijo me revele que soy un iluso, en la segunda acepción del Diccionario “Que tiende a hacerse ilusiones con facilidad y sin fundamento para ello”. Y no le falta razón, porque en el aeropuerto no vi que ninguno de sus amigos portase revista, libro ni otro mensaje que pudiera ser descifrado leyendo. Además, ayer estuve en la piscina y recuerdo muchísimos visionando el móvil desde sus hamacas pero ni uno solo en un libro (aunque mi inspección ocular reveló al menos dos leyendo revistas, por cierto, una de coches y otra de armamento -¿?-).
En el libro de Steve Siebold Cómo piensan los ricos, tras entrevistar a 1.200 personajes de éxito a lo largo de treinta años, señala que una biblioteca abarrotada es algo que muchas personas ricas tienen en común. Lo curioso es que no suelen incluir novelas de misterio, sino que dominan libros de no ficción, sobre la condición y conducta humana, y dentro de ellos especialmente biografías y autobiografías. Expone en su libro:
Visite la casa de una persona adinerada y una de las primeras cosas que verá es una extensa biblioteca de libros que han utilizado para aprender a tener éxito… La clase media lee novelas, periódicos sensacionalistas y revistas de entretenimiento.
El padre de Bill Gates confesó a la Revista Forbes en 2016 que Bill era un gran ratón de biblioteca: “Casi todo tipo de libros le interesaban: enciclopedias, ciencia ficción, lo que sea. Estaba emocionado de que mi hijo fuera un lector tan ávido, pero leyó tanto que la madre de Bill y yo tuvimos que establecer una regla: no hay libros en la mesa”. ¡Caracoles! Al menos tengo algo en común con Bill Gates, y no es ser millonario.
No ignoro que la cultura dominante es la audiovisual, y que los adolescentes de hoy serán hombres y mujeres formados y de éxito del mañana, pero quizá ellos no sospechan que sus hábitos quizá serán observados con desdén por sus hijos (¿mis nietos, biznietos?) los cuales posiblemente -me atrevo a predecir- se formarán con simples electrodos que les facilitarán bits de información (ni formato lector, ni formato audiovisual, sino simulación o representación directa al cerebro).
Advierto que la carga ética y bondad de la persona no tienen nada que ver con su erudición (y hay malvados muy leídos, o psicópatas sin redención, recuérdese como ejemplo el tristemente célebre Unabomber) pero me gustaría encontrar un estudio estadístico o sociológico que vinculase el dato de las lecturas (cantidad y calidad) de los delincuentes con el tipo de delitos. Me temo que arrojaría resultados sorprendentes, ya que está demostrado que la lectura (especialmente de novelas) aumenta la capacidad de empatía, de ponerse en lugar del otro, y frena conductas egoístas o lesivas de los demás).
Así y todo, seguiré hablando a mis hijos con la pesadez del abuelo Cebolleta, de la utilidad de los libros, como ya aconsejé en mi viejo post La vida sabe mejor si leemos más y ganduleamos menos.
O como hice el sábado, llevarles a una librería de una cadena o franquicia singular, Re-read, en que comprobé que la cultura está al acceso de todo el mundo, porque venden todos los libros de segunda mano que podamos imaginar, seleccionados por su buen estado y además ordenados por temática, a precio de saldo (un libro 3 euros, 5 libros por 10 euros).
Es cierto que da pena el precio que paga la librería por los libros que luego revende, pues según escuché al empleado ofrecían… ¡20 céntimos por libro! ¡sea cual sea su tema, tamaño o fecha de publicación!, pero para algunos como yo, aquello era una visita al paraíso donde podían tomarse todos los frutos y donde, debido a mi biblioadicción, tendré que frenar mis visitas.
Era lo que me faltaba. Tras el hallazgo y conversión al libro electrónico, tropezarme con filones de libros de ocasión a buen precio. Sólo me falta poder comprar el tiempo para leerlo y seré feliz.
Así que pertenezco a otra generación, no mejor ni peor, sino de la que le gustaba leer libros o que hacía músculo mental con la lectura, algo que parece tan desfasado como a mis antepasados posiblemente les agradaba la caza del mamut. Y me temo que en un futuro inmediato los libros se expondrán disecados, quizá como los últimos lectores en papel.
He disfrutado leyendo el artículo. De acuerdo prácticamente en todo. Y yo no soy rica…¡ así que me encanta leer ficción de misterio!
Un saludo,
Me gustaMe gusta
Un par de notas, estimado Sevach. Leer no te hace mejor ni peor. Está archidemostrado. Stalin, por poner un ejemplo, dedicaba 4 horas diarias a la lectura de los clásicos y ya sabemos como era. Tampoco estoy del todo de acuerdo en que las lecturas fructíferas sean sólo biografías, autobiografías -o por mejor decir, hagiografías- ensayos o enciclopedias. Yo, que me tengo por lector compulsivo- dicho ésto sin ningún ánimo presuntuoso-. pienso que el género que más me llena y con el que más he aprendido es con la novela negra (que no es lo mismo que novela policíaca) Por ejemplo, leer a Henning Mankell te hace profundizar en una sociedad tan desconocida y distante para nosotros como la sueca. Podía poner decenas de ejemplos, pero no es cuestión de aburrirte. que ya me imagino que tendrás mejores cosas que hacer un domingo de Julio. Por cierto, Unabomber, en quien se inspiró una magnífica novela de Paul Auster, de nombre Leviathan, no era ningún psicópata. Era una personalidad antisocial, como así se le diagnosticó.
Recibe un cordial saludo.
Me gustaMe gusta
Querido amigo, he vivido una experiencia muy parecida, con el mismo libro de Isaac Asimov “Cien preguntas básicas sobre la ciencia” y no hace mucho tiempo.
Sobre personas malvadas muy leídas, “…haberlas, haylas”.
Sobre los re-read, yo conocí un “chollo” aún mejor: en Irlanda, en los puntos de reciclaje, la gente deja sus libros usados en estanterías habilitadas y se pueden coger y dejar libremente (a coste cero), dando más vida a los viejos libros (incluidos los que compran por metros lineales para el salón, con la decidida intención de no leerlos nunca).
¡¡Enhorabuena por el post!!
Me gustaMe gusta
¡ que maduros los irlandeses!😊
Me gustaMe gusta
No señor profesor. Los libros subsistirán… cambiarán de formato, pero tampoco se alterará la proporción de personas que leen. Y hoy, hay más personas que leen, que hace 20 años, aunque no sea más que porque ese porcentaje de lectores se aplique sobre mayor base de población.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias por otro blog post refulgente. Me anoto todos
tus consejos desde hace cierto tiempo y me encantan!!!
Me gustaMe gusta