Claves para ser feliz

Gracias, Olivia Newton-John, por infundirnos vitalidad y ternura

Hoy día buena parte de la juventud sigue a raperos, famosos de medio pelo, escritores incendiarios, artistas más estéticos que éticos, cantantes que berrean o sencillamente adoran lo que pulula por Instagram, Twitter u otra red social.

Esa seguimiento es muy respetable, aunque a mi personal juicio – propio de mi edad y circunstancias- también muy criticable. Para mostrar mis propias debilidades y que mi generación también tenía sus modestos ídolos, quiero dejar constancia de mi pena por el fallecimiento de la actriz y cantante Olivia Newton-John a los 73 años de edad.

La que fuera la inolvidable Sandy de la película Grease (1978), me impresionó en los años de la pubertad y no la olvidé posteriormente. La aventura noña, sensiblera y predecible de Grease no pasará a la historia del arte ni generará escuela filosófica, pero sí quedará prendida en muchos de mi generación.

La belleza de Olivia impactaba, pero sobre todo porque transmitía una dulzura creíble, en tiempos en que todos queríamos encontrar una Cenicienta para convertirla en princesa. Su sonrisa es la versión actual de la de la Mona Lisa. Suave, apacible y sugerente.

He visto la película Grease varias veces, y soy capaz de repetir diálogos y contar las secuencias. Es una película que envejece mal, como yo, pero no por eso pierde encanto para mí. No la veo porque me ofrezca dosis de sabiduría, ciencia o altura ética. La veo porque me traslada a otro tiempo, donde las claves eran muy sencillas para una generación sencilla; chico busca chica; chica huye de chicos que a su vez son buscados por otras chicas; chicos y chicas con la sexualidad despertando; chicos malos y chicos buenos; profesores ridiculizados; las tres B: bebida, baile y buen-rollo… Especialmente me gusta como combina las situaciones divertidas con algunos diálogos ocurrentes, y una coreografía impresionante, que nos mueve y conmueve, con la explosión final.

Posiblemente Grease sin Travolta quedaría como la botella medio vacía, pero sin Olivia Newton-John la botella queda limpia, aplastada y no reciclable.

Si al haber desempeñado ese papel en nuestras vidas adolescentes, se suma su valiente lucha contra el cáncer de mama, solo me queda dejar constancia de mi enorme agradecimiento por haberme provocado sentimientos, emociones y visiones amables de un mundo, que ya como adulto, se me presenta intransitable. Bendita inocencia de mi adolescencia.

Descansa en paz. Olivia. Espero que estés en el Xanadú que mereces, lugar de armonía y descanso que mereces.

Aquí dejo a modo de particular homenaje, una de las escenas que me acompañará toda mi vida como fuente de vitalidad, optimismo y sencillez. Con videos así… ¿quién tiene ganas de estar en guerra con el mundo?

3 comentarios

  1. Por aquel entonces el escapismo, gracias a la fantasía y la magia del cine, era parte esencial de mi vida. Ella era tan extrovertida y hermosa como yo vergonzoso (hasta lo ridículo) y vulgar (del montón). Ella era tan mujer (aunque la hicieran pasar por improbable adolescente) y referente como yo pipiolo (torpe, inexperto e inmaduro) y uno más (invisible e indiferente). Ella era la Sandy de Grease (Olivia Newton John). Un personaje tan atractivo, cautivador y definitivo (en la piel y rasgos de Olivia) como yo en construcción y necesitado de autor.

    Pero, un día, tras rebobinar por enésima vez el VHS de la película y volver a ver la escena (arriba reproducida) en la que Sandy se reivindica, se pone guerrera y chulea a Danny (fumando, cantando y bailando, con sus rizos, su chupa, sus tacones y su pantalón negro de cuero), me atreví (imbécil de mí), desde el otro lado de la pantalla, a decirle en voz baja: eres lo que quiero (you’re the one that I want).

    Créanlo o no, Sandy se dio la vuelta y mirándome a los ojos me dijo: yo también (mee too). Pero…, añadió: me debo a mi personaje, a la película y a todos los que disfrutan viéndome actuar. Y continuó: tu aún tienes que escribir el tuyo (ensayarlo, mejorarlo, vivirlo y disfrutarlo) y, sobre todo, descubrir a ese alguien real al que puedas decir -y que te diga-: eres lo que quiero.

    Le hice caso, y, la verdad, no me puedo quejar. Desde entonces, no he vuelto a ver la película. Hoy, prometo volverlo a hacer.

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    1. ¡ Confidencia absolutamente genial y evocadora! Eres increíble, Felipe, con una variedad de registros y facetas expresivas, realmente admirable. Gracias por enriquecer el blog y nuestra vida

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