Me sobrecoge pensar en la juventud rusa, que se ve embarcada a un reclutamiento para una guerra que no entiende (el pueblo ucraniano, por descontado). Puede comprenderse que el ciudadano defienda a su país de las agresiones, pero no que existiendo un escenario de paz en febrero de 2022, el gobierno (o el cacique que lo preside, un tal Putin) embarque a todo un país, a toda la ciudadanía, en el caos económico, en el aislamiento internacional y lo peor, en trance de enviar a los jóvenes y no tan jóvenes a una guerra.
Siempre pensé que el siglo XX había ofrecido la más cara de las enseñanzas. Me encantó la clarividencia de Albert Einstein:
No sé con qué armas se librará la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta Guerra Mundial se librará con palos y piedras».
Las guerras dañan a todos, a vencedores y vencidos (¡ y a los corderos silenciosos!). Hace poco leía las gestas de Alejandro el Magno (s.IV a.C), su reclutamiento de soldados en las polis griegas, su avance por Persia e India y la conquista de territorios para su gloria. Sin embargo, a los treinta y dos años falleció, y el imperio que alzó en once años de peregrinar luchando contra tribus, pueblos y gobiernos, se desmoronó, y se fragmentó en territorios gobernados por sus generales, que a su vez, se enzarzaron en guerras. O sea, todo para nada. Muertes, desolación, tierra quemada, familias rotas…para nada.
Ahora parece que la juventud rusa tiene que salvar a la Federación rusa por su sueño de recuperar el viejo imperio. ¿Para qué?¿para gloria de Putin?, ¿para que le alcen unas estatuas como a Saddam Hussein en Irak, que serían derribadas tras su derrocamiento?,¿para satisfacción de los intereses de los oligarcas que desconocen los nombres y vidas de quienes van a la guerra?
Sinceramente, no me explico como Putin puede dormir tranquilo. Un matón de barrio internacional sin límite. No me explico cómo justifica su craso error de su anunciada como guerra relámpago en Ucrania, ni me explico cómo convence al pueblo de que tiene la razón o de que merece la pena continuar. O quizá sí. Quizá se explica por el terror a quien hace trampas con las normas y engaña con la información. Sin pudor ni límites. Solo alguien sin moral ni escrúpulos se cree poseedor de la verdad cuando todo el mundo va en dirección opuesta, hasta el punto de sacrificar a sus ciudadanos.
Pero me temo que todavía no hemos visto lo peor, porque la tensión actual con armas de todos los implicados activa y pasivamente (Europa incluida), recuerda la imagen que creo mostraba Carl Sagan de lo que eran las tensiones con escenario nuclear: algo así como varias personas empapadas de gasolina y cada una con uno o varios encendedores en la mano apuntado al otro. No puede acabar bien.
Ahora me da inmensa pena el éxodo de los rusos que no quieren ir a la guerra. De los que se van a ir, pero también de los que no se plantean irse por temor o para no dejar atrás a los suyos. También me entristecen los que lo intentarán y se enfrentarán a condenas de prisión o algo peor. Pero sobre todo me da lástima los que por convicción van al matadero. Y en general, lamento que se abran ahora los ojos a la población soviética – a golpe de ataúd, a golpe de hijos que se van con billete de ida, a golpe de economía de subsistencia precaria- que, consciente o inconscientemente, seguían apoyando la guerra de Putin, porque el problema “estaba lejos” ; ahora son los ciudadanos los que tendrán que ir a la montaña de muerte y destrucción en que se está convirtiendo Ucrania.
Puede comprenderse lo de “Morir por la patria”, pero menos lo de “Matar por la patria”, porque al riesgo personal se añade el dolor moral de matar a otros tan perplejos como el que tiene disparar. Cierto día leí que en la guerra de Vietnam, el setenta por ciento de los soldados estadounidenses no apuntaban al disparar para no sentirse culpables, y me temo que ese escenario está muy próximo.
El mundo en jaque. Las familias en zozobra. Todos somos peones de un inmenso tablero de ajedrez, en que un jugador hace trampas, y sacrifica sus propias piezas.
Me viene a la mente, y aquí la dejo, la bellísima canción de mi paisano Victor Manuel, que no tiene desperdicio y que estremece por su letra y música ( y por las primeras palabras de presentación de la canción…).
Buenos días y feliz domingo,
Los dictadores que hoy odiamos son los mismo a los que no hace mucho admirábamos.
Seguimos sin aprender absolutamente nada.
Manel Pérez
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Cuando nuestro corazón se congela (por las guerras, las crisis o las tragedias), las líneas del horizonte se desdibujan (por la incertidumbre, desesperanza o el miedo) y la tenebrosidad se instala en el mundo, surge, porque siempre está vigilante y sabe que se le espera, el joseramonchaves más comprometido. Ese que hace de denunciador valeroso y crítico activo de la iniquidad, la atrocidad y la barbarie. Que pone razón al sinsentido. Y que actúa como defensor a ultranza de la humanidad, los valores humanos y ¡la vida! Hoy, vuelve a aparecer para darnos referencia y ejemplo.
Al sátrapa Putin se le he caído el escenario ucraniano. Su obra es una farsa tan mala, fingida y sin gracia que resulta imposible de representar. Pero como no puede permitirse el lujo de cancelar la función, pues sería sometido a juicio sumarísimo (por incompetencia y traición), no le ha ocurrido idea mejor que incrementar el número de sus actores y figurantes. El problema es que se trata de jóvenes traídos a la fuerza (bajo amenaza de persecución, cárcel y deshonor), que no saben actuar, no creen en la historia oficial (pues los que luchan legítimamente y mueren honrosamente por su patria son los ucranianos invadidos) y solo se les da el billete de….ida.
Aunque la juventud, según la ONU, incluye al grupo de edad comprendido entre los 15 y los 24 años, bien puede afirmarse que su verdadera fuente es la alegría. No debe opinar lo mismo el siniestro tirano cuando ha ordenado intercambiar el dulce hontanar del alborozo (el entusiasmo y el gozo) por el agrio surtidor de la amargura (la violencia y el odio de la sangrienta contienda). Estamos ante una forma implacable y despiadada de amputar a la juventud rusa su legítimo derecho a ser jóvenes. De confiscarle su derecho a ser instruida y estimulada para hacer grandes cosas y tener enormes sueños. De desarraigarla, hacerle que esté ausente y no exista en ninguna parte. Y de enviarle a morir o evitarle que viva….para continuar la locura del dictador. Estamos, en suma, ante un auténtico genocidio de la juventud rusa como tal que, de no pararse, su país pagará durante décadas.
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