Claves para ser feliz

Elegidos para vivir el 2022

Ayer visité el Museo Arqueológico de Cartagena; sí, yo fui el rarito que en época navideña se entretuvo examinando vasijas, huesos, barcos y otras huellas del paso romano y cartaginés.

Todo un lujo disponer de un enorme museo y personal amable para mi, pero lo que me estremeció fue la lectura de una epigrafía de una lápida funeraria, o sea, de lo que estaba grabado en una lápida que exhibía una de las paredes del museo, y que estaba referida a la muerte de un niño romano.

 La traducción de la lápida era ésta:

Me quedé sobrecogido. Veámoslo despacio. Ninguna línea tiene desperdicio:

  • Extranjero, párate y lee con respeto.
  • Mis huesos infantiles aquí yacen depositados.
  • Mi cruel providencia me despojó de mis padres.
  • Y todavía joven no me concedió que gozase del porvenir.
  • Nada semejante te encuentres.
  • Recelen los padres del futuro y no ansíen demasiado dar a luz las madres.

Se habla siempre de viajes en el tiempo y que no son posibles. Sin embargo, los padres del infortunado habían conseguido enviarme un mensaje del tiempo pasado hacia el futuro de dos mil años después, y además conseguían provocar en los lectores emociones vivas y actuales. Toda una lección de humildad, de sentimiento y de canto a la grandeza y miseria de la existencia.

Una lección especialmente válida para los tiempos de la pandemia del COVID-19 donde no deja de ser llamativo que, según los datos de la Universidad John Hopkins en el planeta, desde febrero de 2020 hasta mediados de diciembre de 2021, han muerto más de cinco millones de personas (sin contar que las estadísticas están sesgadas a la baja y que existen daños y secuelas mucho más numerosos) y de ellos, en España, unas noventa mil personas.

  Cifras estremecedoras. Personas ancianas, adultas y jóvenes; religiosos, agnósticos y ateos; fuertes y débiles; de todas las razas, condiciones sociales y económicas; el virus no discrimina. Personas con sus sueños, rutinas, afanes y relaciones.

Y además con funerales descafeinados. Rutinarios, discretos y con lágrimas a distancia. Ninguno tendrá una lápida tan emotiva como la del romano. Ninguno de esos muertos saldrá del anonimato dentro de dos mil años.

  Es posible que la muerte a veces frene catástrofes. Basta imaginar que el niño romano hubiera crecido sano y quizá hubiera sido emperador; de igual modo que si Alejandro el Magno no hubiera muerto de fiebres de paludismo a los 33 años quizá todos hablaríamos hoy griego; o si el niño Adolfito Hitler hubiera fallecido de tétanos la historia universal habría cambiado. No lo sabemos ni es bueno saberlo, pues no debemos jugar ni especular sobre la vida que cada uno puede elegir vivir.

 Lo importante es que al niño romano y a los muertos por el COVID nadie les dio la oportunidad de elegir seguir viviendo («No me concedió que gozase del porvenir»). No podemos pasar página alegremente sin reflexionar sobre ello.

 En cambio, nosotros estamos elegidos para vivir el año 2022. Somos afortunados. No lo desperdiciemos. Se lo debemos a los que no están. Y ahora sí, agradecidos a la vida, respetuosos con los muertos, sensibles con los que nos rodean… es hora de vivir la vida…. y ¡ celebrar la entrada al nuevo año!

FELIZ AÑO 2022

1 comentario

  1. Desembalando aún el 2022, recibo esta postal con forma de epitafio y remitente infantil desconocido, que arrancada del tiempo nos reenvia, acompañada de sabrosas reflexiones concluídas en positivo. Para vivir es necesario tener la oportunidad de vivir. Pero con eso solo no basta. Hay que saber dotar de auténtico sentido y contenido a la vida. Porque una vida vacía es una no vida. Y entre el morir (yacer en tumba fría) y el no vivir (vivir teniendo el alma desierta o marchita) no hay grandes diferencias.

    Paradógicamente, no hay nada más apegado a la muerte que la vida. Y viceversa. Pocas cosas hay más vivas que un epitafio sentido u ocurrente. Como es hora de alegría, porque el desdichado 2021 pasó a mejor vida y el 2022 despierta nuestra esperanza y desespereza nuestras ilusiones, comparto algunos epitafios (hilarantes y sentenciosos) de cementerios patrios, recopilados -con su característica acidez y fina ironía- por la periodista Nieves Concostrina en sus divertidos libros («Polvo eres» y «En polvo te convertirás») y programas radiofónicos. Hay mucho genio anónimo suelto.

    “Gustava Gumersinda Gutiérrez Guzmán (1934 – 1989). Recuerdo de todos tus hijos (menos Ricardo que no dio nada)”.
    “Aquí descansa mi querida esposa Brujilda Jalamonte (1973 – 1997). Señor recíbela con la misma alegría con que yo te la mando”.
    – “Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también”. Epitafio que puso un yerno a su suegra en Sevilla.
    “Aquí descansa Pancrazio Juvenales (1969 – 1993). Buen esposo, buen padre, mal electricista casero”.
    – “Fallecido por la voluntad de Dios y mediante la ayuda de un médico imbécil”. (Epitafio de un hombre que murió tras en Valencia tras una negligencia médica).
    – «Que conste que yo no quería». Epitafio en cementerio de Vitoria.
    – M.A. muerto el 16-7-2012 a los 55 años «Veis como de verdad me dolía»

    – «Traerme gominolas gusanitos ya tengo»
    – «Crió cuatro preciosas hijas con un sólo baño y aún así hubo amor»
    – «Cuando nací todos reían y yo lloraba. Viví de tal manera que, cuando morí, todos lloraron y yo reí. D.L.A. «La marihuana es lo que tiene»».
    – Aquí yace Anselmo Pasamontes que falleció a la edad de 27 años «Tu que pasas por aquí y me ves cadaver feo, yo me vi igual que tu te ves y te verás como me veo» Recuerdo de su esposa y niña.
    – Julia Pancracia «Aquí yace mi mujer, fría como siempre».
    – «¡Rubia! Échate un poquito para allá que me estás clavando el codo». Pepe, el fallecido era un hombre con gran humor y sus hijos lo mantuvieron con este mensaje dedicado a su mujer.

    – «Tanto correr para esto»
    – «Nada en este mundo dura, acaban bienes y males, y una triste sepultura nos hace a todos iguales»
    – «A hombros o en un carrito / lleno de flores llegamos. / Con cínicas alabanzas nos despiden / pero ya no nos importa / porque no escuchamos. / Más os decimos con esperanza / que al final de este viaje / os esperamos»». En cementerio de Ávila, acompañado de una escultura de una mano haciendo una peineta a sus allegados.
    – «Eterno bien os espera o eterna infelicidad, sed pues justos o temblad».

    P.D. No caigan en el vanidoso error de tener prisa por querer ser inmortales porque el primer requisito para ello es el estar muertos.

    ¡Qué tengan un sano, provechoso y, sobre todo, bien vivido 2022!

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