Estrenar año nuevo supone hacer propósitos. En mi caso, he decidido avanzar en aquello de controlar las emociones. Me refiero a las emociones negativas de reacción visceral cuando alguien nos critica, insulta o difama.
Cuando era adolescente mi reacción era instantánea, agresiva e incontrolada.
Con la madurez apliqué la enseñanza bíblica: aguantaba la primera ofensa, y ponía la otra mejilla, pero cuando se me acababan las mejillas, ya tenía la bendición para el contraataque.
Ahora voy alcanzando la saludable indiferencia.
Nadie está libre de insidias, calumnias y críticas. Es lógico, tomamos muchas decisiones en la vida, no todas acertadas y no todo el mundo las comprende. Nadie es infalible, todos somos libres, y no solemos rectificar. O sea, las trifulcas aguardan al borde del camino. Pero ahora no me refiero a la opinión directa, ni a la crítica razonada, sino a la calumnia velada o injuria gratuita, al ataque personal que intenta herir tus sentimientos.
Lo que sucede es que la cobardía acompaña a los ofensores y suelen callarse ladinamente, o peor aún, acudir a la cómoda maledicencia por la espalda.
Seguramente nos asombraríamos si pudiésemos leer el pensamiento real de todos los que se nos cruzan en la vida… ¡cuántas amargas sorpresas recibiríamos!
Afortunadamente para nuestra tranquilidad y para la paz familiar, laboral y social, hoy día no es posible la lectura de la mente ajena para evitar sorpresas dolorosas, ni la telepatía para replicar.
Lo que sí ha conseguido la tecnología es ofrecer más posibilidades de anonimato. Hoy día las redes sociales permiten tirar la piedra y esconder la mano, y además sin control por el ofendido para aclarar o frenar la difamación. Además, hay quienes incluso se molestan en borrar el rastro del correo electrónico. Y como no, a veces te llega el rumor negativo de la mano de un mensajero (¿ángel o demonio?).
En esa situación en que conocemos la crítica ajena, sin derecho de réplica, o sin ser aconsejable para no avivar el fuego descontrolado, la ira interior es difícil de contener. Creo que el secreto de la sonrisa de la Mona Lisa radica en que anticipando los comentarios sobre su pose, parece pensar en su interior sin alterarse lo de: « Decir que digan, que del decir dijeron, que rebuznos de burro no llegan al cielo».
Lo deseable mantener la calma y no entrar al trapo. Personalmente, cuando ocasionalmente me enfrento a alguna de estas situaciones, me ayudan al autocontrol tres citas que comparto.
La primera, atribuida a Bill Clinton, nos muestra que replicar nos traerá lo malo:
Si peleas con un cerdo, los dos acabaréis llenos de barro, pero el cerdo además disfrutará.
La segunda, debida a Winston Churchill, nos muestra que enzarzarnos nos privará de lo bueno:
Nunca llegaras a tu destino si te paras a tirar piedras a cada perro que ladra.
Y para finalizar, el talante envidiable del escritor Jorge Luis Borges, que me encanta con este comentario que incorpora en su Autobiografía:
La gente ha sido inexplicablemente buena conmigo. No tengo enemigos y si ciertas personas se han puesto ese disfraz, han sido tan bondadosa que ni siquiera me han lastimado. Cada vez que leo algo que han escrito contra mí no solo comparto el sentimiento sino que pienso que yo mismo podría hacer mucho mejor el trabajo (…). Hasta he deseado secretamente escribir, con seudónimo, una larga invectiva contra mi mismo. ¡Ay, las crudas verdades que guardo!
Claro que el viejo león sabía criticar con habilidad. Hace poco leía a Roberto Alifano (“El humor de Borges”) y comentaba la anécdota de cuando Borges fue informado por los periodistas de la concesión del Premio Nobel a García Márquez, y contestó sonriente: “Cien años de Soledad es una gran novela, aunque creo que tiene cincuenta años de más”.
Personalmente creo que el mundo es muy grande y nadie nos obliga a soportar o mantener relación con nadie. Ni por supuesto debemos dar la satisfacción al ofensor de ponernos a su altura. Ni convertir nuestra vida en una cruzada contra nuestros enemigos porque entonces viviremos la vida que quieren ellos, como cuando el general Narváez (presidente del gobierno español entre 1844 y 1868), al preguntarle su confesor en su lecho de muerte si perdonaba a sus enemigos, éste respondió que «no los tengo, porque los he matado a todos».
Lo más aconsejable es practicar la indiferencia, como decía Groucho Marx:
Nunca olvido una cara, pero con usted haré una excepción
Así que nada de intentar demostrar lo que el otro no quiere comprender, nada de replicar, ni tomar represalias. Pero eso sí, tomemos nota de lo que dice o dicen, pues nos permitirá conocernos mejor y hacer autocrítica, aunque el veredicto lo demos nosotros, que para eso somos el único juez que realmente debe importarnos.
P.D. Este post va dedicado a tí, fiel amigo que me has consultado cómo reaccionar ante un ataque injusto que has recibido. Pero pensándolo bien, también se lo brindo como respuesta a aquellos que no reciban ídem cuando pierdan su tiempo atacándome.
Acertado, inspirado y enriquecedor artículo, José Ramón., Desde el título a la posdata. Gracias, como siempre, por el regalo.
En su maravilloso poema «Te deseo», a partir de una visión cabal y serena, pero, a la vez, realista, humana y sensible sobre el vivir, Víctor Hugo traza una auténtica hoja de ruta existencial merecedora de ser aprendida. Dentro de la misma destaca la necesidad «natural» de los amigos, pero también -aquí está la novedad- de los enemigos:
«…Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.
Y PORQUE LA VIDA ES ASÍ,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro…»
Y es que, aunque la regla general deba ser la indiferencia hacia los enemigos y el romper su resistencia sin luchar, a veces es bueno, porque la vida es así, que haya alguno que por su capacidad te ayude a dudar o te estimule. Porque te puede hacer evolucionar y avanzar, enfrentarte a tus propios enemigos internos o estar preparado para lo que pueda venir.
La vida es pura paradoja. Tanto que tu peor enemigo podría ser tu mejor amigo y tu mejor amigo tu peor enemigo. Y, aunque parezca mentira, no siempre es fácil diferenciarlos.
P.D.https://diplomaticosescritores.org/obrasADE/UnpoemadeVictorHugo.pdf
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Bellïsimo poema y reflexión, Felipe
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Gracias José Ramón, inspirador y un post a tener en cuenta de la primera a la última palabra.
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Muchas gracias José Ramón por sus reflexiones y enseñanzas, siempre útiles y bien recibidas.
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