Cambiar de hábitos, no para ser monje, sino para aplicar una especie de tregua, barbecho o descanso. No es un lujo sino una necesidad.
Ayer sábado fue el primer día en años que no leí nada de nada, fuera de rótulos en las calles y carta de restaurantes. Sí. Soy culpable de ejercer de analfabeto por un día: ni periódico, ni libros, ni web, ni blog, ni pantalla del móvil. Tampoco escribí nada que no fuese el pin de mi tarjeta de crédito. Descanso de ojos y del neurolector, si es que algún grupo neuronal se llama así.
A cambio, caminar sin urgencia, en la mejor de las compañías, por las calles de la majestuosa Coruña, por la zona antigua, por el paseo de la torre de Hércules, por la zona portuaria. Visión del mar inmenso. Las playas calmosas. Serenidad y luz, aunque de vez en cuando acompañaron gotas de lluvia, que son la metáfora de la vida, que también es salpicada igualmente de sorpresas cuando todo parece luminoso.
El resultado de ese tiempo muerto es altamente saludable. Cuando era niño, el recreo cumplía la misión de hacer soportable la mañana escolar. Cuando estudiaba, las escapadas de fin de semana cumplían la misión de prepararme para más sesiones de estudio. Cuando trabajaba, la pausa del café era el oxígeno puro que necesitaba para mantener la ilusión.
Ahora que por mi edad, reúno el niño y el adulto en el mismo envase, necesito esos soplos de aire fresco capaces de avivar las brasas interiores, y los recomiendo vivamente.
Hay quienes no realizan ningún esfuerzo para tener la mente en blanco, a juzgar por lo que dicen, pero otros tenemos la maldición de tener que que acallarla para que pare de decirnos cosas para meditar o escribirlas.
De vez en cuando hay que caer en la rutina de romper la rutina. Poner los problemas en modo “pausa”. No se trata de dormir, encerrarse en casa o de viajar. No. La clave está en dar descanso al motor central de nuestra actividad cotidiana. Y dado que la actividad cotidiana actual ha incrementado su complejidad, el número de labores, los problemas a resolver, el bombardeo de información preocupante, es por lo que me he recetado ese tiempo muerto con aletargamiento de las neuronas responsables de leer, escribir y urdir complejidades. ¡¡ Y funciona !!
Algunos somos como caballos que necesitan poco descanso y somos capaces de dormir de pie, con sueño ligero como mecanismo de defensa. Pero incluso los caballos más duros, sean percherones o pura sangre, necesitan tiempo de relajo, sin trote, carrera ni esfuerzo.
Así que tras la feliz experiencia, hoy ya he vuelto a mis lecturas y conexiones…Más feliz y creativo.
Eso sí, si no es posible viajar y apartar el cáliz del ordenador, no está mal una buena siesta.
Mi mente es hiperactiva, así que, cuando encontré la meditación, aprendí a pararla, funciona. Me encanta la rutina creativa!!
Gracias por escribir sobre lo importante que es ponernos en modo pausa, la olvidamos con facilidad.
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Después de una pausa…todo puede ser mejor. Porque la vida, como la escritura o la lectura, requiere de pausas y silencios para tener (o recobrar) sentido.
El periodista y crítico de cine Antonio Gasset (presentador y director que fue de «Días de cine»), con inagotable frescura (la misma que demuestra usted semanalmente con este programa de vida que es su blog), siempre regalaba a su audiencia una ingeniosa reflexión relacionada con la pausa (de publicidad). No me resisto a recordar algunas:
llegó la hora de la pausa… espero que puedan contener durante unos minutos los impulsos sexuales de vuestras parejas… si no puede ser, no puede ser… en cualquier caso volveremos después de la publicidad con el sector más casto de la audiencia;
aprovechen la pausa para revisar su agenda de amigos, encontrarán que han malgastado su preciado tiempo y paciencia en conocer a un montón de ineptos, no se corten, cojan un boli y táchenlos;
durante la pausa publicitaria, rezaré con la esperanza de que ninguno de sus hijos se haya presentado al casting de Operación Triunfo;
ahora pueden ustedes hacer un montón de cosas aprovechando los interminables minutos de publicidad;
vamos a una pausa publicitaria, que será tan corta como el sueldo del presentador.
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