Especialmente tras las vacaciones llega una especie de hastío o desaliento, difícil de definir. Es un estado mental con reflejo en el estado físico. La situación de quien se baja de la montaña rusa y se tambalea o desea unos minutos de paz…
Para iniciar las vacaciones me costó desconectar y relajarme, y ahora para volver a la rutina vital me cuesta conectar y activarme. ¡Qué cosas!
La fatiga del frenesí está espléndidamente descrita por el escritor James Jones en la conocida obra “De aquí a la eternidad”:
Existe, en el Ejército, una actividad poco conocida pero muy importante, propiamente llamada Fatiga. La fatiga, en el ejército, es la limpieza y reparación muy necesarias de las secuelas de la vida.
Cualquier hombre que alguna vez haya tenido un arma ha conocido Fatiga cuando, después de quince minutos en el bosque y quizás tres disparos contra una ardilla esquiva, se ha ido a su casa a pasar tres cuartos de hora limpiando su pieza para que sea listo la próxima vez que vaya al bosque.
Cualquier mujer que haya cocinado una deliciosa comida y la haya servido en platos sobre la mesa ha conocido Fatiga, cuando, después de comer la gloriosa comida, repara en la cocina para lavar la salsa congelada de los platos y la grasa resbaladiza de la mesa. cocinar ollas para que estén listas para ser utilizadas esta noche, sucias y lavadas nuevamente.
Y ciertamente, cuando se regresa de las vacaciones, tras un tiempo intentando divertirse, haraganear y que los sueños se cumplan, tras cambiar despachos por tumbonas, trajes por camisetas, colegas a tiempo parcial por familiares a tiempo completo, sentimos que ha sonado la campana y el tiempo ha terminado. Es hora de recoger, de ordenar los recuerdos y aprestarnos a iniciar otra temporada.
El ciclo vital. Tan necesarias son las cimas como los valles de la vida, los descansos como la actividad, los momentos buenos como los malos. Esas diferencias son lo que te da perspectiva, lo que te ayuda a valorar las cosas. Si todo fuese lineal, si no hubiese cambios ni sobresaltos, si todo fuese plano, entonces no existía la sana Fatiga, sino la negativa apatía.
Los psicólogos lo llaman trastorno de adaptación y hay que superarlo.
Así que, de forma similar a esa sacudida enérgica de la lluvia que hacen los perritos, debemos sacudirnos de lo negativo y comenzar la etapa.
Acabamos de pasar la mitad del año y se puede hacer balance; estamos vivos y coleando y quizá hay sombras amenazadoras: salud, dinero, amor, inseguridad, etcétera, e incluso posiblemente nos tocará hacer malabarismos para sobrevivir en septiembre pero si mantenemos la cabeza sobre los hombros y una visión positiva, nada nos detendrá.
Nada que no pueda aliviar una palabra amiga, un momento de relajo, una actividad lúdica, un relato cautivador o ese tiempo de silencio con nosotros mismos que nos ilumina y regocija.
Sin embargo, ahora lo mas importante es detenerse a revaluar los compromisos y objetivos que se avecinan para aplicar bisturí y podadora; se trata de priorizar lo que objetivamente importa y lo que nos importa, o sea, no ser esclavos de inútiles frivolidades ni perseguir metas ajenas.
Yo lo intentaré y confío en elevarme como un globo aerostático cuando arroja lastre.
Les doy mi cálida bienvenida y les deseo suerte en su adaptación a la cruda realidad, y si les complace, seguiremos viéndonos por estos lares blogueros.
Da gusto leer los comentarios tan humanos y alentadores en los tiempos que corren. Felicidades.
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