La felicidad con mayúsculas o «momentos órdago» la ofrecen las buenas noticias de salud, propia o de los seres queridos. La felicidad con minúsculas la ofrecen otras cosas, según el gusto de cada cual.
Cuando los días pasan y la rutina se instala, se precisan momentos bellos, cómodos y vigorizantes. ¿Dónde encontrarlos?, ¿en la fiesta familiar o en la feria pública? ¿en el fondo de una botella, en una comida opípara o en un café? ¿en el encuentro amoroso o amistoso?, ¿en un partido de fútbol u otra competición deportiva?, ¿tal vez en un acto religioso?, ¿en una cautivadora película, novela o poesía?, ¿en el fruto personal creativo?, ¿quizá en un baño playero o recibiendo un masaje?, ¿acaso admirando la naturaleza en su esplendor?, ¿o en lograr un objetivo laboral?… ¿Dónde está la felicidad con minúsculas?
Me sorprende muchísimo que existen personas que parecen entender la vida como Luis XVI cuando anotó en su diario tras el inicio estrepitoso de la revolución francesa: “Nada”, pues su abulia no le permitía apreciar la entidad de las cosas que suceden a su alrededor. Así hay personas que se enfrascan en su rutina y como el avestruz, entierran su cabeza en la tierra y no captan lo que sucede a su alrededor.
Uno de los cauces más sencillos y accesibles para llenarse de sana energía es disfrutar de la belleza de un encuentro o reencuentro con buena gente. Unos se llenan de bosque, otros de cultura y otros de paz, pero especialmente vigorizante resultan los encuentros con personas.
He tenido la ocasión el pasado sábado 14 de mayo, de tener un espléndido encuentro con ocasión de la presentación del libro de mi enorme amigo Juan Manuel del Valle Pascual, Acaso haya esquinas sin embustes (la Universidad del 68 y de siempre (Amarante, 2022). Veamos las circunstancias que iluminaron la ocasión:
- Un entorno inusual, pues no se trató de un frío salón de actos sino de un café estilo clásico, tremendamente acogedor e informal (Café Chelsea, Argüelles, 4, Oviedo).
- Unos asistentes con sonrisa puesta y mano tendida.
- Una presentación a cargo de Ana Caro Muñoz, que más allá de jurista y escritora, es amiga del autor y supo darle un aire cercano y exultante al acto.
- La intervención del periodista musical José Ramón Pardo, cargada de gotas de humor, espontaneidad, frescor y referencias musicales chispeantes.
- Las palabras del autor, cordiales, frescas y descubriendo la gestación de su esupenda novela, entrañas y mensaje.
- Mi propia intervención, cómoda y plagada de guiños al autor y al público.
Y como no, la gentileza de un vino español (o asturiano, aunque o suyo sería “una sidra asturiana”).
Creo que en esos entornos, departiendo con familiaridad y alegría, sobre cultura y amistad, se rejuvenece y mejora. De hecho, el diario La Nueva España, puso el título exacto ajustado a la crónica del evento: “Cuando la amistad se convierte en literatura”.
Mark Twain iba más allá cuando señalaba agudamente: «Buenos amigos, buenos libros y una conciencia tranquila: esa es la vida ideal».
Así que hay personas que buscan paraísos artificiales (drogas y excesos), otros paraísos naturales (lugares perdidos o increíbles) y otros paraísos sociales, allí donde la amistad lima distancias y une con lazos invisibles. Por algo me gustaba mucho el subtítulo de la vieja serie televisiva de la bostoniana cervecería “Cheers”: «Where Everybody Knows Your Name», (Donde todos saben tu nombre). Hoy día todos acabamos los encuentros con la muletilla “Me alegro de haberte conocido”, cuando lo realmente sincero sería “Me alegrará volverte a ver”.
En definitiva, un tierno y fuerte abrazo agradecido a mis compadres Juan Manuel (el músico) y Juan José (el actor) así como a Anita (maestra de ceremonias) y a los amigos que acudieron al llamado de un acto entrañable en cuya gestación intervino decisivamente el muñidor Antonio Arias. Como dice el clásico dicho: «los amigos son la familia que elegimos”.
En este caso, ese puñado de amigos que despedimos con un abrazo, y con mirada dulce, pues son los que uno desea volver a ver en plenitud y cuanto antes, porque sabe que no fallan. Algo lamentablemente extraño en los tiempos que corren, donde la palabra amistad frecuentemente se utiliza con el mismo sentido que Putin refiriéndose a los europeos o proferidas por Judas en potencia.
Valoremos los amigos que tenemos. No se compran ni se venden, se disfrutan.
Y el autor… gran protagonista de surcar la profunda amistad, de haber encontrado ruta y tener la brújula completamente alineada!
Enhorabuena, José Ramón, por lo buen amigo de tus amigos que eres. Un don sobresaliente entre tus muchos dones que es precioso apreciar.
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Aunque la amistad, dentro de esa confusión general que es la vida, sea un misterio, tiene su propio día. La ONU (esa organización -tan necesaria como infecunda- que preconiza la unión, la paz y la igualdad de todos los pueblos -¡qué magnifica teoría!- a partir del derecho de algunos pocos al veto -¡qué triste realidad!-) lo implantó el 30 de julio. Su idea es fomentar «tejer una red de apoyo social que nos proteja a todos» (sic). ¡Puf! Vaya forma más extraña y propia de redes sociales de identificar la amistad. Vaya apropiación política y reduccionista del término. Y vaya fragilidad argumentativa de lo obvio (¿hace falta explicar la existencia del oxígeno, la lluvia, el sol, el mar o el campo para saber que son necesarios para vivir y reivindicarlos?).
La vida real no es Facebook. Aunque la clase política haya adquirido el pésimo hábito de vivir, hacer declaraciones y buscar adeptos en sus adentros. Tampoco es una competición sobre quién tiene o puede conseguir más «amigos». Ni, por supuesto, se pueden «hacer» xxx amistades por día porque: hablamos de personas no de «productos» (que se fabrican y pueden adquirir) en «serie»; no cabe devaluar el sentido y alcance natural del término (ese que le confiere la sabiduría tradicional del vino añejo); no cabe confundir calidad y cantidad.
La amistad es otra cosa: un afecto personal puro y desinteresado que se comparte con otra persona y fortalece con el trato; un espejo que nos descubre aspectos ocultos de nosotros que nos mejoran; una conexión especial, un dejar huella y un hacerte sentir yo. Igual puede nacer de… nada, que puede morir de…todo. Lo importante no es su carta de presentación. Sino su individualidad y calidad personal, su carácter artesanal, su ir haciéndose poco a poco y su demostración de pervivencia a lo largo del tiempo. Para ello hace falta atención, dedicación y saber asumir su imperfección. Porque no existen amigos malos o buenos sino aquellos con los que quieres estar y a los que quieres disfrutar y tolerar sus defectos. A partir de ahí la vida es más fácil y menos agria pues, como decía la canción de los Beatles, «puedo arreglármelas con un poco de ayuda de mis amigos» (‘With a Little Help from My Friends’)
P.D. El amor y la amistad tienen tres cosas en común. Nacen de la misma semilla: la consideración. Crecen bajo la misma luz: el respeto. Y para vivir necesitan la misma savia: estar ahí. (Giuseppe Donadel).
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