Algo falla cuando el debate entre el presidente del país más poderoso del mundo y el candidato ofrece insultos y falta de respeto. No es un problema de imagen, sino un problema de educación. Además lo curioso es que el candidato intentó mantener el tipo frente a los atropellos e interrupciones de Trump, pero estalló y en legítima defensa se puso a su altura (“Te quieres callar, hombre”, “Es difícil decir una palabra con este payaso”, “Todo el mundo sabe que es un mentiroso”).
Penoso. El problema es que la cortesía en las alturas está perdiendo peso. Basta asomarnos a algunas escenas de la política actual española donde la insidia, el insulto velado y la falta de respeto están a la orden del día. Un político que no respeta a los otros, no respetará a los ciudadanos, por mucho que lo oculte con sonrisas y actitudes políticamente correctas. Hemos pasado de la televisión-basura a la política-basura. Y además basura difícil de reciclar porque no se percibe voluntad de enmienda. La tendencia es preocupante. Confieso que cada día experimento mayor enojo que el día anterior al ver los derroteros que toma la vida política, la económica y la social, donde en vez de remar todos en la misma dirección y en unir resignación con esfuerzo, parece que lo mejor es griterío, queja, intoxicación y tinta de calamar a chorros. Me cuesta no abrir los ojos como platos cuando leo algunas noticias que me rompen los esquemas y modelos que había consolidado en medio siglo. Me cuesta no indignarme y me cuesta controlarme para no arremeter contra tanto despropósito.
Pero la peor falta de respeto a los ciudadanos por parte de los políticos de todo pelaje es mentir, o decir medias verdades, u ocultarse en la cansina palabrería de lo políticamente correcto para dejarnos a los ciudadanos como conejos deslumbrados por los faros de un vehículo.
Da pena. Mucha Constitución, mucha dignidad de la persona y mucho respeto al gorgojo de la patata y al hermano árbol pero cuando se trata de respetar a los demás, es otra cosa.
A ver si nos enteramos.
Que el respeto a los demás consiste en seguir las recomendaciones sanitarias porque está en juego nuestra salud y la de todos.
Que el respeto a los demás consiste en escuchar, reflexionar y replicar, y vale tanto para ciudadanos como para políticos.
Que el respeto a los ciudadanos de sus gobernantes consiste en decirle la verdad de lo que hay y de lo que se avecina.
Que el respeto entre los ciudadanos, o de estos hacia los políticos y viceversa, no se alimenta con el rumor en redes sociales, con el insulto anónimo ni el infundio.
Que el respeto por nosotros mismos pasa por respetar a los demás. No tiene ningún mérito ser grosero, agresivo e insolidario. De hecho, la superación de esas actitudes es lo que caracteriza el tránsito evolutivo del reptil al homínido.
¿O hemos empezado la “involución”?
En fin, escribir esto me ha traído a la mente el clásico poema de Rudyard Kipling (Si) y me parece bellísimo y muy oportuno releerlo con la que está cayendo:
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti, pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
Si puedes esperar y no cansarte de la espera, o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras, o siendo odiado no dar cabida al odio, y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría…
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo; si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
Si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho: tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas…
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice “¡Continuad!”
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte, si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.
Estimado, el problema quizás sea que no introduce entre las variables la terrible corrupción judicial que infecta el sistema, sabe perfectamente que si no hubiera jueces traidores al pueblo no pasaría nada de lo que se queja
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