La vida no es un juego sencillo. Más bien es un juego peligroso y de riesgo. Por eso, aunque no soy jugador de póker (ni por supuesto recomiendo excesos con tal juego), me agrada la comparación ya que al fin y al cabo, todos venimos con unas cartas que nos reparten al nacer (genes, condiciones físicas y psíquicas de partida, familia, contexto geográfico y social,etcétera) y debemos saber jugarlas, y tomar nuevas cartas (riesgos, retos, sacrificios, etcétera) e incluso apostar tiempo, energías, ilusiones y muchas cosas, para obtener nuestras pequeñas victorias.
Por eso me parecen especialmente útiles y llamativas las enseñanzas de maestros del póker que se encierran en algunas frases clásicas, pero plenas de sabiduría práctica. Proceden no solo de grandes jugadores de póker sino de escritores, artistas, filósofos y actores.
Al fin y al cabo el póker es un juego de emociones, estrategia, y hay jugadores nobles, limpios, ventajistas y tahúres, en un contexto donde cada uno tiene información incompleta, como en la vida misma. Y como en la vida misma hay que medir las fuerzas, saber cuando seguir y cuanto plantarse. O como dice la canción de Sinatra, hay que saber morder lo que se puede masticar y sentar bien.
Creo que merece la pena reflexionar sobre ellas pues algunas encierran kilos de sabiduría y equivalente al fruto de muchas malas experiencias.
I.Sobre la prudencia
«Confía en todo el mundo pero siempre corta las cartas.» – Jack Binion.
«Nunca cuentes tus ganancias porque ahí es cuando empiezas a perder». Kenneth Langone
«El error más común de la historia es subestimar a tu oponente; sucede en la mesa de póquer todo el tiempo «. General David Shoup
«No es suficiente tener buen juego para tener éxito. Otros deben fallar «. Gore Vidal
II. Sobre la transparente condición humana
«Un tonto y su dinero pronto se separan». Thomas Tusser
«Muéstrame tus ojos y también me mostrarás tus cartas». Doyle Brunson
III. Sobre actitudes y estrategias:
«Debo quejarme de que las cartas están mal barajadas hasta que tenga una buena mano». Jonathan Swift
«Depende de la pata de conejo si quieres, pero recuerda que no funcionó para el conejo». RE Shay
«Simplemente juega todas las manos, no las puedes perder todas». Sammy Farha
IV.Sobre la humildad:
«Mira alrededor en tu mesa, si no sabes quien es el primo, entonces tú eres el primo» -Amarillo Slim.
«El póquer se parece mucho al sexo. Todos piensan que son los mejores, pero la mayor no tiene ni idea de lo que están haciendo» . Holand Boyd
V. Sobre las metas en la vida:
«Se puede esquilar a una oveja toda la vida, pero despellejarla una sola vez.» – Amarillo Slim.
«Sé tan bueno que no te puedan ignorar». Steve Martin
«La vida no siempre es cuestión de tener buenas cartas, sino de jugar bien alguna vez la mala mano». Jack London
En fin, este paseo reflexivo me ha recordado una deliciosa canción de mi juventud, que versa sobre el consejo dado por un jugador a un pasajero que se encuentra en el tren; se trata de The gambler, de Kenney Rogers, una canción country :
Cada jugador sabe
Que el secreto de sobrevivir
Es saber de qué deshacerse
Y saber qué guardar…
Tienes que saber cuando mantenerte
Saber cuando retirarte
Saber cuando pasar de largo
Y saber cuando correr
Me temo que son consejos útiles no solo para el juego, sino para el ejercicio de la profesión, e incluso en las decisiones importantes de la vida. Y sobre todo, no olvidemos que el juego sucio o tramposo solo brinda placer a corto plazo, como en la vida, donde los principios éticos son la mejor inversión en nuestra conciencia y tranquilidad.
Aquí está el video de The Gambler, subtitulado. Delicioso.
La carga genética común que portamos al nacer se compone de seis emociones/cartas básicas: alegría, tristeza, sorpresa, aversión, ira y miedo.
Primitivamente, su razón de ser consistía en permitir al ser humano su adaptación al medio ambiente y su supervivencia. Las emociones «en sí mismas» no eran buenas ni malas. Eran útiles. Así, la sorpresa servía para ponernos en alerta, el miedo para escondernos o salir escopetados, la ira para aumentar nuestra fuerza y defendernos o atacar con más garantías de éxito, la aversión para advertirnos de un peligro y la tristeza para reaccionar de forma natural ante pérdidas o para que otros perdieran interés en agredirnos.
Con la evolución de la especie todo cambió. Gracias a nuestro crecimiento, experiencia, formación y pensamiento, estas emociones básicas se multiplicaron, hicieron más variadas y convirtieron en sentimientos: amor, gratitud, satisfacción, optimismo, afecto, odio, entusiasmo, inseguridad, frustración, paciencia, desesperación, envidia, compasión, arrepentimiento, indignación, venganza, irritación, angustia, nerviosismo, abatimiento, etc. Su número e intensidad son variables según la persona. Y forman el mundo emocional de cada uno de nosotros.
Pues bien, en la medida que seamos capaces de jugar bien nuestras bazas/cartas, esto es, de mantener un número mayoritario de sentimientos buenos y reducir al mínimo -en cantidad e intensidad- los malos, de conseguir un razonable equilibrio entre mundo interior (voz personal) y exterior (pareja, familia y amigos; trabajo y obligaciones; sociedad;), de aguantar y superar los malos momentos (crisis personales -afectivas, de salud, económicas o laborales-; pérdidas de seres queridos; sucesos inesperados; rachas de mala suerte, etc.), de ser más fuertes que nuestras dudas y miedos, de saber adaptarnos, rectificar (malos caminos) y eludir a las personas negativas (que quitan y restan) y, finalmente, de sumar a todo ello nuestras otras capacidades y legítimas esperanzas e ilusiones,… probablemente habremos ganado la partida. Y entonces puede que la vida, como en la canción del gran Serrat, nos bese en la boca, se haga de nuestra medida e incluso, en puntales momentos, nos invite a salir con ella a escena.
PD De vez en cuando la vida de J. M. Serrat
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La carga genética común que portamos al nacer se compone de seis emociones/cartas básicas: alegría, tristeza, sorpresa, aversión, ira y miedo.
Primitivamente, su razón de ser consistía en permitir al ser humano su adaptación al medio ambiente y su supervivencia. Las emociones «en sí mismas» no eran buenas ni malas. Eran útiles. Así, la sorpresa servía para ponernos en alerta, el miedo para escondernos o salir escopetados, la ira para aumentar nuestra fuerza y defendernos o atacar con más garantías de éxito, la aversión para advertirnos de un peligro y la tristeza para reaccionar de forma natural ante pérdidas o para que otros perdieran interés en agredirnos.
Con la evolución de la especie todo cambió. Gracias a nuestro crecimiento, experiencia, formación y pensamiento, estas emociones básicas se multiplicaron, hicieron más variadas y convirtieron en sentimientos: amor, gratitud, satisfacción, optimismo, afecto, odio, entusiasmo, inseguridad, frustración, paciencia, desesperación, envidia, compasión, arrepentimiento, indignación, venganza, irritación, angustia, nerviosismo, abatimiento, etc. Su número e intensidad son variables según la persona. Y forman el mundo emocional de cada uno de nosotros.
Pues bien, en la medida que seamos capaces de jugar bien nuestras bazas/cartas, esto es, de mantener un número mayoritario de sentimientos buenos y reducir al mínimo -en cantidad e intensidad- los malos, de conseguir un razonable equilibrio entre mundo interior (voz personal) y exterior (pareja, familia y amigos; trabajo y obligaciones; sociedad;), de aguantar y superar los malos momentos (crisis personales -afectivas, de salud, económicas o laborales-; pérdidas de seres queridos; sucesos inesperados; rachas de mala suerte, etc.), de ser más fuertes que nuestras dudas y miedos, de saber adaptarnos, rectificar (malos caminos) y eludir a las personas negativas (que quitan y restan) y, finalmente, de sumar a todo ello nuestras otras capacidades y legítimas esperanzas e ilusiones,… probablemente habremos ganado la partida. Y entonces puede que la vida, como en la canción del gran Serrat, nos bese en la boca, se haga de nuestra medida e incluso, en puntales momentos, nos invite a salir con ella a escena.
PD https://youtu.be/5a2DH4SN8Cs
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La reflexión de los griegos clásicos dirigida a aquellos en quienes cunde el desánimo ante la derrota, sea del tipo que sea.
“Los pensamientos de los hombres vencidos no suelen ser iguales frente a los mismos peligros, TUCÍDIDES, II 89,11”.
Muchas gracias, por sus reflexiones de los fines de semana, también por las del otro blog.
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No es de póker, sino de siete y media, pero Muñoz Seca también nos deja un buen mensaje para la vida en La Venganza de Don Mendo:
«Es que tu inocencia ignora
que, a más de una hora, señora,
las siete y media es un juego.
¿Un juego?…
…Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
Que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!»
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Muy bien traída la metáfora de las siete y media del genial D. Pedro Muñoz Seca.
Pero, a mi entender y con el debido respeto, se incurre en posibles “causas de inadmisión” por “incongruencia omisiva” y por “error manifiesto, notorio, patente, ilógico, irracional y arbitrario de la valoración de las pruebas” de las previstas en el art. 47.323 LEC en relación al 89.725 LRJS.
El causante de todos los males no fue el juego de cartas sino el vino.
“Fue el maldito cariñena
que se apoderó de mí.
Entre un vaso y otro vaso
el Barón las cartas dio;
yo vi un cinco, y dije «paso»,
el Marqués creyó otro el caso,
pidió carta… y se pasó….”
P.D. Confieso que me hubiese pasado lo mismo que a D. Mendo, pero mucho antes, a los diez minutos hubiese estado K.O.
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