Quizás no sea la mejor fabada del mundo pues el mundo es grande y hay muchos restauradores y estupendos cocineros, pero lo cierto es que la fabada de Casa Viri, en San Román de Candamo se ha llevado el galardón 2013 a la mejor fabada del mundo en las XX Jornadas culturales y gastronómicas de les fabes de Villaviciosa, y según mi paladar y de mis acompañantes, todos tragaldabas con buen gusto, muy merecido el premio.
A veces se come para sobrevivir, y otras para vivir, pero este restaurante lleva mas allá de la vida, como en el poema de Baudelaire “cabalgando a lomos del vino hacia un cielo mágico y divino”.
Y es que hemos de descubrirnos ante un restaurante rústico aunque la primera precisión que hemos de hacer es que al frente está una «guisandera«, término para referirse al noble oficio de aquéllas mujeres que atendían desde los fogones con cariño, discreción y sabiduría a los comensales, utilizando conocimientos sencillos y sabios, propios de druidas y alejados de artificios técnicos o sustancias adulterantes.
Dicho esto señalaremos las razones que hacen aconsejable un peregrinaje gastronómico hacia tan insólito lugar (al pie de la estación de San Román, y cercano a las cuevas prehistóricas de Candamo).
La primera por estar enclavado en un paraje espléndido (Candamo, a tan solo media hora de Oviedo o de Gijón). La Asturias “verde de prados” cantada por Víctor Manuel, flanqueada por montañas y regada por riachuelos, en pleno valle del río Nalón.
La segunda porque todos sus productos son de calidad y sin artificios. Ya alimenta la sola lectura de la Carta, donde comienza el comensal a relamerse y segregar jugos como el perro del célebre Paulov.
La tercera porque es comida casera con sabor propio de manjares divinos. Recetas añejas, productos ecológicos. La fabada deliciosa, suave y nada cargante; unas fabes delicadas y sin hollejo, bañándose en un compango exquisito.
Y no solo de fabada vive el hombre, pues de esta tacada tocó como entrada a compartir, unas croquetas cremosas increíbles, un pudding de puerros gratinado en salsa de queso azul, y un pastel templado de morcilla únicos. Con el arroz con leche se puede levitar.
La cuarta porque el servicio de la atenta Viri y el resto del personal es inmejorable, con sonrisa acogedora y explicaciones llanas sobre el origen de los productos y la elaboración de los platos.
¡Ah! Aunque la bodega es amplia, nos ofrecieron el vino autóctono asturiano, el famoso vino de cangas «Pésico» de la bodega Dominios del Urogallo.
Con ello desterré la leyenda negra de los vinos asturianos ácidos, porque su sabor tenía un poso afrutado sugestivo. Eso sí, me sentí culpable por serle infiel a mi adorado Ribera del Duero, Abadía de la Arroyada.
Y por último, porque el precio está ajustado al bolsillo de la crisis, pese a que no hay cicatería en platos, manteles y escenario.
He dejado para el final que si alguien tiene poco apetito puede examinar paredes, pasillos o bodega, como un viaje a la Asturias artesanal, a un museo de arte con chimeneas acogedoras, libros, madera tallada e incluso un molino auténtico, todo ello repartido por un local de estructura asimétrica, que resulta especialmente acogedora y familiar. Un diseño único por su originalidad y evocación de las casas rurales de nuestros abuelos.
En suma, lugar para recordar, para volver y sobre todo para recomendar a quien se aprecia. Un lugar ideal para un almuerzo o cena sosegado y agradable. Nada de artificio, ni hojarasca de nueva cocina, ni gestos incómodos ni prisas. Una maravilla.
Aunque quizá no es bueno recomendarlo por la misma razón que había que callarse la localización de las minas de oro en el Oeste americano.
Habra que conocerlo
Me gustaMe gusta