El amor es maravilloso, tanto para quien lo siente como para quien lo desea. Es difícil aprender a amar o enamorarse de igual modo que no se aprende a constiparse, pues son males que vienen solos y se van solos al margen de la voluntad del afectado.
Por eso tiene gran interés el ¡libro de título tan sugerente como “ La nariz de Charles Darwin y otras Historias de la Neurociencia” (Almuzara,2011) que dedica un capítulo a establecer Diez Trucos neurocientíficos para enamorar. Aunque el amor no es una ciencia exacta y me atrevo a decir que la mas inexacta de las ciencias, el capítulo no tiene desperdicio: ameno, ilustrado, divertido y enriquecedor. Por eso me limitaré a una breve exposición de los epígrafes o trucos tratados, con expresa recomendación de la lectura extensa de la obra, que cuenta con el aval del ingente prestigio de su autor, cruce de erudición y amenidad ( José Ramón Alonso Peña, Catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca) y con el reconocimiento del Premio Prisma de Bronce a la mejor obra de divulgación científica editada en España en 2011. Aquí están los diez trucos.
I. Sencillos de formular, difíciles de practicar y que nunca debes olvidar.
1.- Seduce con tu lenguaje corporal. El cuerpo manda mensajes al prójimo y una postura abierta, acogedora o que imita al otro, tiende a crear un sentimiento de afinidad y disponibilidad.
2.- Refuerza tu sex appeal. Se trata de adoptar gestos, movimientos y posturas que pueden amplificar la masculinidad o feminidad.
3.- Comparte unas risas. Las sonrisas y las risas tienden puentes de cercanía y alivian las tensiones entre personas.
4.- Comparte detalles íntimos de la vida. Los temas personales generan cercanía y confianza.
5.- No olvides la banda sonora. La melodía y el ritmo es un contexto que envuelve y que hace sincronizar mentes y corazones.
6.- Organiza un ambiente adecuado. Un lugar romántico, como un buen escenario, ayuda al desarrollo de la relación.
7.- Mírale a los ojos. Un cruce de miradas es fuente de interés, atracción y excitación.
8.- El miedo ayuda. Se ha comprobado que tras una situación de inquietud, suspense o zozobra, con liberación de adrenalina, comporta un incremento de excitación.
9.- Vigila tu olor. Tras un olor agradable se localizan unos genes compatibles y el olfato es una primera puerta de entrada y aproximación al otro. El umbral importa.
10.- Busca un filtro de amor. La liberación de hormonas ayuda, y en particular el ejercicio con el otro incrementa la denominada “molécula del amor” (feniletilamina) que provoca sentimientos afectivos.
A mi juicio, todo suma en el baremo de la seducción pero si tuviera que establecer una prelación ( y acudiendo a una imagen gastronómica), creo que la SONRISA y la MIRADA son el umbral de una prometedora relación (el rótulo y escaparate del restaurante) ; el SEX APPEAL, el LENGUAJE CORPORAL y el OLOR son el reclamo para traspasarlo ( la limpieza, elegancia y atmósfera interior del local, así como la Carta de platos); la MUSICA, el AMBIENTE y el TEMOR dan la ocasión y el empuje ( el contexto cómodo en torno a la mesa y comensales); y como resultado tendrá lugar la INTIMIDAD COMPARTIDA ( la delicatessen degustada al alimón), que activará las HORMONAS ( sensaciones por doquier) con el consiguiente hallazgo del tesoro de la ISLA DEL AMOR.
Aunque a veces las cosas son mas simples y se confunde amor y sexo. Y está claro que para que una sinfonía funcione tienen que ir acompasados letra y música por los ejecutantes.
II. Y si todo eso falla, añado de cosecha propia, quizás habría que acudir a una técnica desesperada: el desdén. Se trata de eludir conductas y gestos que indiquen afinidad y disponibilidad, de no venderse barato y por supuesto, jamás debe suplicarse al otro su amor. La debilidad y la humillación son enemigas del éxito amoroso.
La sutil resistencia es la clave. En el juego de la seducción se prima la habilidad propia de los naipes en el conocido » siete y media»: llegar pero sin pasarse. En efecto, ya Quevedo decía sabiamente que «No hay cosa que más avive el amor que el temor de perderle”. Y Montaigne nos recordaba que Licurgo decretó que los hombres casados de Lacedemonia, para mantener viva la llama del amor, no conversaran con sus esposas y dejaran temporalmente de compartir el lecho, llegando incluso a servirse de la imagen de los cuadrúpedos al indicar que los viejos sementales desataban una lujuria indomable solo con las yeguas esquivas y rebeldes; y concluía “valoramos más un bien y lo retenemos con mas afecto, si lo percibimos como menos seguro y tememos que nos lo arrebaten”.
III. En fin, y ya que hemos hablado de técnicas de amor y medidas desesperadas, parafraseando la célebre obra de Pablo Neruda, Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, nada mejor que exponer los bellísimos versos finales del conocido Poema 15 de la obra de Pablo Neruda, Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, que nos muestra la maravillosa singularidad de la comunicación en la pareja.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.