El comer es un placer

Nueve buenas razones para dejarse seducir por un buen vino

Saborear un buen vino es un placer único y fuente de beneficios

buen vinoUn vaso o copa de vino en agradable compañía es el antídoto frente a los problemas, una isla de tranquilidad en la vorágine moderna y proporciona sosiego y relajo. Y si el buen vino va acompañado de una comida sabrosa pues la fiesta para los sentidos está servida.

Debe quedar claro tanto que los excesos son malos como que hay que respetar a quien no le gusta el vino. Sin embargo, pocos placeres hay tan sencillos y económicos como la degustación de algo tan natural como es el buen vino.

Infinidad de artistas, poetas, filósofos y científicos han alabado los méritos del vino. Me encanta el poema de Baudelaire “Cabalgando a lomos del vino hacia un cielo mágico y divino”. Sin embargo nadie como el enólogo Robert Mondavi ha expresado su significado: “El vino ha sido parte de la vida civilizada de la humanidad desde hace siete mil años. Es la única bebida que alimenta el cuerpo, el alma y el espíritu del hombre y, al mismo tiempo, estimula la mente”.

Veamos siete buenas razones o ventajas que nos seducen de un buen vino.

1. El vino como pretexto para mejorar la vida social.

El vino sabe mejor cuando se comparte. “Tomar un vino”, “invitar a una copa” o fórmula similar, es un comentario o propuesta a conocido, compañero o amigo que permite concertar un encuentro bajo las reglas no escritas del relajo, la confianza y la confidencia.

Un momento de tregua y paz, para enriquecerse con la puesta en común de ideas bajo esa carpa invisible que teje la botella compartida, con sus trasiegos, pausas y delicias gustativas. Vino y conversación: ese es el auténtico maridaje y simbiosis.

 

2. El vino como alimento terrenal que mejora la salud.

Las virtudes para la salud de un vaso de vino diario u ocasional son proverbiales. No se trata de alcoholes blancos, destilados o agresivos. El vino es como el sol: luminoso, cálido, grato visualmente y fuente de vida.

brindar vinoHace décadas llamó la atención de la medicina la llamada “paradoja francesa” consistente en que Francia pese a una dieta abundante en alimentos ricos en grasas, poseía una tasa muy baja de enfermedades del corazón, lo que se atribuía con ligereza al consumo habitual de vino tinto.

Hoy día es notorio que el vino tinto es saludable para el corazón por contener sustancias antioxidantes que aumentan el llamado colesterol bueno y protege las arterias, además de reducir el nivel de azúcar en la sangre, junto a otras virtudes no probadas pero difundidas (longevidad, mejora dermatológica, etc).

3. El vino como estímulo para el corazón y la imaginación

El vino libera de prejuicios y permite abrir la mente y el corazón. Lo que la razón refrena se libera, y si la libación es compartida, la complicidad se acrecienta. In vino, veritas.

Además de esa sinceridad espontánea, la creatividad se desboca, lo que explica la fecundidad de poetas, escritores y cantantes bajo el estímulo de los buenos vinos (que se lo pregunten a Joaquín Sabina, lo que me trae a la mente la anécdota contada por Benjamín Prado de que Joaquín escuchó a García Márquez al salir de un local que iban a cerrar tras una jornada de trasiego: “¡Qué bien conservados estamos: aún nos echan de los bares!”, o esa otra atribuida al poeta Ángel González en otra noche de copas con Sabina: “Salimos del bar tambaleándonos como caballeros”).

4. El vino como compañero de viaje de la buena comida

copas gamaJean Anthelme Brillat-Savarin, juez y gastrónomo, afirmaba aquello de “Una comida sin vino es como un día sin sol”.

Si además se toma con una buena fabada en un lugar maravilloso, el nirvana ibérico está asegurado.

5. El vino como íntima concesión de placer

Para Benjamín Franklin “El vino hace la vida mas fácil, menos acelerada, con menos tensiones y mayor tolerancia”.

En momentos de crisis, de tensión, de necesidad de darse tiempo a sí mismo, o de premiarse con un relajo momentáneo pero gratificante, bien está descorchar una botella de buen vino, dejarlo respirar y en una buena copa, limpia y transparente, mirarlo como quien se dispone a cumplir con el rito de una ansiada noche de bodas. Tomarse un vino en soledad, con parsimonia, silencio y delectación, puede ser un placer sublime, del que somos únicos dueños.

6. Acertar con el vino como regalo generoso

regalo de botella de vinoRegalar una caja o una botella de buen vino, es un guiño de generosidad y afecto hacia el destinatario. Un regalo elegante y certero, siempre claro está, que su destinatario comparta idénticos placeres.

Es un clásico que no falla con ocasión de ser invitado a una fiesta o almuerzo: personarse con una botella de vino para anfitrión… Y para invitados.

7. El vino como alternativa cómoda a placeres mas costosos

Dentro de la gama de las bebidas con alcohol, como regla general (especialmente en España) el vino es un lujo a precio realmente atractivo. No se trata de ocuparse de vinos de gama alta ni de vinos de tetra-brik, sino de la gama media. Mucho por poco.

8. El vino como consejero en las encrucijadas

Las decisiones críticas hay que adoptarlas racionalmente pero los muros de la razón impiden a veces el análisis de perspectivas o planteamientos mas osados y que pueden darnos respuestas. Por eso, además de con la almohada, consultar con un buen vino puede estimular la imaginación, ofrecer perspectivas y soluciones que la fría y prudente razón cierra sin mayor análisis. Reflexionar y rumiar los pros y contras antes de actuar.

No es casualidad que las negociaciones empresariales o cuando hay que cerrar un trato en asunto espinoso, si se adoptan compartiendo un buen vino, suelen limarse tensiones y posturas y favorecer el acercamiento.

9. El vino como compañero fiel

bouquetUna botella de buen vino, es una compañía que espera. Sabe aguardar en el armario o despensa, sin protestar. Nos muestra su atuendo vistoso: corcho, cubierta de estaño, etiqueta con strip-tease de sus características y el fuego del color del vino. Además nos franquea el paso y deja que la abramos con parsimonia, se acompasa a nuestro ritmo de libación e incluso nos aguarda paciente para finalmente morir con el canto del cisne.

Y ahora, descorche una botella, busque compañía, y a por las cinco “S”: Seducirse por una buena marca y añada…, Sentir su color y olor…, ¡Salud!.., Saborear…, Suspirar…

Yo me tomaré mi sabroso Abadía de la Arroyada roble, que demuestra que los pequeños paraísos están al alcance del bolsillo.archivo_000-110

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