Ser feliz depende de lo que somos, de donde estamos y de cómo nos sentimos. La felicidad no se compra ni se roba ni la da el Estado. La felicidad es una conquista personal. La Constitución de Estados Unidos reconoce el “derecho a la búsqueda de la felicidad” y Benjamín Franklin precisó que solo se garantiza el derecho a buscarla pero tiene que buscarla el ciudadano por sí mismo.
Es cierto que hay influencias y condicionantes que se nos escapan. Así, influye decisivamente el traje anatómico o genético que nos ha tocado en suerte, el trabajo que nos ocupa, la influencia de las personas próximas (familiares, amigos, compañeros, etc) y como no, el imprevisible azar.
Pese a lo escurridizo de la felicidad, es útil identificar los hábitos o conductas que constituyen el factor común de las personas que se sienten, y así podremos obtener varias pautas que están al alcance de nuestra mano, y que pueden ayudarnos a orientar el timón de nuestra vida hacia la felicidad. ¿Qué hacen las personas felices? Veamos esas 25 actitudes y pautas de vida.
1. Aprecian la vida (“Aquéllos que no sean capaces de saber ver las cosas preciosas de la vida, nunca serán felices”, Alex Flinn).
La vida es bella. Es un regalo, se mire como se mire. También el sol sufre eclipses y no deja de ser sol.
Quien considera que la vida es un asco y se lo repite mientras rumia su infortunio, está contribuyendo a hacer realidad su percepción negativa y hundiéndose en las arenas movedizas del pesimismo y la negatividad.
2. No practican la cultura de la queja ni la crítica maliciosa (“La vida es demasiado corta como para gastar su precioso tiempo tratando de convencer a una persona que quiere vivir en la tristeza, la fatalidad y lo contrario”, Zig Ziglar).
Las personas felices son optimistas y administran sus quejas con austeridad. Las cosas son como son y solo deben quejarse para mejorar las cosas o para que otros no sufran. La queja gratuita es como el ladrido de los perros ruidosos: molesta, nadie les toma en serio y además se elude su presencia.
3. Se rodean de buenos amigos (“Cuenta tu edad por los amigos, no por los años; cuenta tu vida por las sonrisas, no por las lágrimas”, John Lenon).
Una persona no se mide por su éxito profesional sino por sus amigos. Amigos de verdad. Los que echan una mano sin pedir nada a cambio. Los que suman y no restan. Los que te dicen la verdad sin hundirte. Los que irían a tu funeral con sentimiento auténtico y sin excusas.
4. Están abiertos a nuevas experiencias y al cambio (“Dejemos que el lector responda a la pregunta por sí mismo: ¿Quién es el hombre más feliz, el que se ha enfrentado a la tormenta de la vida y vivió o el que se ha mantenido seguro en tierra firme y solo existió?”, Hunter S. Thompson).
Una vida sin cambio es una vida rutinaria, donde se cree que todo está hecho. El mundo es inmenso y complejísimo y hoy día hay puertas abiertas a muchísimas experiencias. Si no las abrimos no sabremos lo que hay detrás: viajes, pensamientos filosóficos, deportes, aficiones varias, libros y películas, etc.
Las personas felices se atreven a cambiar de vida y experiencias.
Nada más triste que escuchar a alguien la expresión lánguida “Me aburro”. Hay que abrir los ojos y la mente porque hay mucho por descubrir y para sorprendernos.
5. No se dedican a algo de forma exclusiva o excesiva (“Demasiada oscuridad puede matarte, pero demasiada luz puede volverte ciego”, Cassandra Clare, Ciudad de las Almas Perdidas).
El trabajo no debe convertirse en la meta de la vida, sino en el medio (el viejo dicho “trabajar para vivir, no vivir para trabajar”).
La religión no debe convertirnos en sumos sacerdotes de entrega absoluta sino en meros feligreses que encuentran respuestas para poder vivir la vida con serenidad, vida que está fuera de la religión.
Los deportes no pueden llegar a convertirse en formas de castigar obsesivamente el cuerpo y el alma.
La tecnología (teléfono, ordenador, etc) no puede ser nuestro grillete de esclavitud, y debemos darnos tiempos libres de artificios: desconectados.
Ni siquiera el amor o la dedicación a la familia debe llenar todo el tiempo y dedicación de una persona, pues siempre es compatible con ese espacio reservado a la propia tranquilidad o felicidad. Los que amamos serán felices si nos perciben felices.
6. No rechazan el esfuerzo para los objetivos (“Toda felicidad depende del coraje y del esfuerzo”, Honorato de Balzac).
Las cosas hay que hacerlas, pero con empeño en hacerlas bien. Lo demás es frivolidad. Ya se trate de un beso, una siesta o incluso un almuerzo, hay que poner interés en hacerlo bien. Y si se trata de un desafío o sueño personal, la persona feliz sabe que si quiere el fin, quiere el medio, y por eso, se esforzará.
Lo que se empieza, se termina. Y si no se termina, que sea porque de forma objetiva consideramos que hay otras prioridades que obligan a aparcarlo.
7. Se toman la vida con calma (“Un pescador y un jardinero conocen el valor de la paciencia y por eso ven los frutos de su espera”, Vir Simmons).
Las prisas son malas consejeras para tomar decisiones o para actuaciones delicadas. Es difícil sonreír cuando se va corriendo. Cada cosa a su tiempo. Hay que reducir la velocidad a la hora de dirigirnos a nuestras metas. No tiene sentido correr mucho para después sentarse. Como el sabio dicho, sin prisa pero sin pausa.
8. Disfrutan las pequeñas cosas (“He sentido una vez más como lo sencillo y frugal da la felicidad: un vaso de vino, una castaña asada, un pequeño brasero miserable, el sonido del mar. Nada más”, Nikos Kazantzakis, en Zorba el Griego).
Hay mil pequeños placeres que dan luz a la vida. Y hay necesidades cotidianas que deben saborearse como regalos, como las comidas o las horas de sueño. Un café matinal, una copa de vino al atardecer… Un melodía en la noche, etc. No son trámites sino actos solemnes y placenteros. Y la felicidad se cuela por esos momentos felices de placer íntimo.
9. Se conocen a sí mismos («Aprender a conocerse a sí mismo, es luchar por la propia felicidad», Ayn Rand).
Las personas felices suelen tomarse tiempo para meditar sobre sí mismos. Conocerse es la manera de corregir errores y sacar mayor provecho a la vida que nos ha tocado en suerte. Especialmente útil es conocer las debilidades y los pensamientos destructivos para aparcarlos y combatirlos.
10. No se fijan metas inalcanzables (“El secreto de la felicidad no es hacer lo que a uno le gusta, sino que le guste lo que uno hace”, J.M. Barrie).
Está bien tener metas y ser ambicioso, pero realista. Quien no mide sus posibilidades en relación a sus objetivos sufrirá decepción, malestar y depresión. En cambio, quien alcanza las metas, quien vence batallas en vez de la guerra, disfrutará de momentos de gran felicidad.
11. Afrontan los desafíos sin alarmismos ni triunfalismos (“El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”, W. George Ward).
No rehúyen las encrucijadas ni protestan, sino que actúan, incluso en caso de duda. Primero, para conocer el alcance real del problema. Luego, verlo como un reto y oportunidad. Y tras reflexionar, para tomar decisiones y actuar.
A partir de ahí, no preocuparse por el futuro desenlace, ni especular con posibilidades que no están a nuestro alcance. Somos el arquero que tiene que buscar el arco, tensarlo, colocar la flecha adecuada y apuntar a la diana; pero una vez disparada la flecha, ya no es nuestro problema.
12. No se quejan de las cosas que no se pueden cambiar (“Dar patadas a un muro o llorar sobre él nos impedirá pensar en que puede rodearse o llamar a la puerta”, Leon Tolstoi).
Los problemas tienen solución, y si no la tienen ni son problemas ni tenemos que insistir en perdernos en un laberinto sin salida.
El luto por los seres queridos es natural y aunque nada les devolverá la vida, al menos les gustaría que nosotros viviésemos la propia en vez de quedarnos atrapados en el lamento y la depresión. Y al igual que la muerte, otras desdichas o penurias no tienen solución, pero no debemos agravar el problema instalados en la queja, el lloro y la protesta.
13. Regalan sonrisas y saben reírse (“Por cada minuto que estás enfadado, pierdes sesenta segundos de felicidad”, Ralph Waldo Emerson).
El sentido del humor es importantísimo para el camino de la vida, sembrado de situaciones confusas, difíciles e incluso dolorosas. Una sonrisa abre horizontes y puertas, además de que genera en los demás similar respuesta.
Y es que no solo los bostezos son contagiosos, sino que las sonrisas son la mejor carta de presentación para el relajo y la comodidad.
Es cierto que hay cosas que deben tomarse en serio, sustancialmente la salud física y mental, propia y de los prójimos, pero fuera de ese núcleo relevante hay infinidad de cosas y situaciones cuya cotización elevamos y que realmente son burbujas vacías.
El humor permite desdramatizar situaciones, tender puentes cercanos y bajar tensiones. Y por supuesto, las personas felices son capaces de reírse de sí mismos. De decirse para sus adentros: ¡Qué estúpido soy!, ¿Cómo pude hacer esto?, ¡No aprendo!… pero se levanta y eleva la vista con una sonrisa.
14. Perdonan e incluso olvidan (“El perdón nos hace superiores a los que nos injurian”, Napoleón Bonaparte).
Hay personas que nunca perdonan. Hay quienes dicen que «perdonan pero no olvidan». Sin embargo, no olvidar es una forma de no perdonar.
Por eso, lo importante es ser capaz de enterrar las afrentas y los daños ocasionados cuando se aprecia auténtico arrepentimiento.
15. Son agradecidos (“Demos gracias a los hombres y a las mujeres que nos hacen felices: ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer a nuestros espíritus”, Will Rogers).
Las personas felices suelen ser educadas. Respetan a los demás y no se cansan de agradecer los esfuerzos y sacrificios ajenos. Ser feliz y egoísta es incompatible.
Y dan las gracias, y miran con ternura a familiares o amigos, y tienen detalles con ellos, e incluso les dicen que les quieren, que no sabrían que hacer si no contasen con su apoyo.
Pocas personas felices hay que sean huraños.
16. Saben escuchar (“Si los hombres han nacido con dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar u mirar el doble de lo que se habla”, Marquesa de Sevigné).
Las personas felices lo son en compañía. No solo oyen a los demás sino que les prestan atención, e intentan comprenderlos. No se escudan en los trucos para aparentar atención. Conocen el sabio proverbio italiano que afirma que “Escuchar es hijo de la sabiduría y hablar es madre del arrepentimiento”.
17. No intentan complacer a todo el mundo (“Un rotundo «no» evitará muchas explicaciones y decepciones”, Tate Morgan).
Una cosa es ser bueno y otra tonto. Para ser feliz hay que facilitar la vida de los demás pero sin comprometer la propia ni la de los que queremos. La persona feliz no puede sufrir por no poder dar respuestas y ayuda a todos los que lo necesitan. Sería demasiada carga para la cabeza y para el cuerpo, poder aliviar todo a todos. Ni siquiera a los próximos. Bien está ocuparse en complacer a los demás pero teniendo doble cuidado. Ni sacrificar la propia felicidad por la de otros. Ni dejar que los egoístas abusen de nuestra generosidad.
Es importante saber decir “No”. Cortar de raíz el problema.
18. No juzgan (“No juzguemos sin ponernos en los zapatos de los demás”, Alessandro Mazariegos).
Bien está tener una opinión, pero mejor está que esa opinión se forje desde la inteligencia emocional. O sea, poniéndose en lugar de los demás, intentando comprender sus razones y el contexto en que toman una decisión o conducta.
Es difícil salir de nuestra propia torre para contemplar las cosas desde fuera, pero a nosotros nos gustaría que para juzgarnos, el juez se metiese en nuestra propia piel.
Los juicios u opiniones radicales, inmutables y sin discusión son una trampa para la felicidad. Por un lado, porque pueden volverse contra nosotros mismos (nadie está en posesión de la verdad y nadie puede conocer todo).
Por otro lado, porque la opinión mas dura puede siempre expresarse con elegancia y prudencia. ¿Por qué elegir el camino tortuoso pudiendo optar por el sendero sencillo?
Además hay que renunciar a controlar a los demás. Antes de intervenir y criticar, censurar o pontificar sobre lo correcto, bien está tener presente que no somos la policía de los demás. Ser amigo o compañero nos da derecho a exponer y compartir opiniones, no a imponerlas.
19. No viven pendientes de la opinión de los demás (“Vuestro tiempo es limitado, así que no lo desperdiciéis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis atrapar por el dogma – que es vivir con los resultados del pensamiento de otras personas. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir su corazón e intuición”, Steve Jobs).
Escuchan, pero no se sienten vinculados por los consejos y opiniones ajenas. No juzgan y no les importan los juicios ajenos.
Las personas felices son artífices de su propia opinión y vida, que construyen en armonía con los demás pero sin considerarse motivados por el premio o castigo de la opinión ajena.
20. Ayudan sin “cobrar” por ello: con generosidad (“En general, las personas mas miserables que conozco son los que están obsesionados con ellos mismos; las personas mas felices que conozco son los que sacrifican a sí mismos para el servicio a los demás… En general me he dado cuenta de que si nos quejamos de la vida que llevamos es porque estamos pensando sólo en nosotros mismos”, Gordon B. Hincley).
La persona feliz no tiene que ser un filántropo, ni un misionero, ni un mayordomo del prójimo. Sencillamente es una persona que va con la mano tendida y si puede, brinda ayuda sin suspicacia. A veces hace un donativo, a veces hace compañía a quien lo necesita, otras se ofrece con generosidad a buenas causas… Esa actitud abierta y solidaria le proporciona bienestar y con ello, felicidad.
21. Cumplen con la palabra dada (“Dudar al prometer, seguridad al cumplir lo prometido: he ahí el secreto del respeto”, Anónimo).
Corren tiempos en que, para evitar problemas propios, el egoísmo personal lleva a incumplir la palabra dada.
El problema es que una vez que se rompe la palabra no se recobra la fuerza de la credibilidad.
Y si los demás no nos creen, no confían en nosotros, seremos infelices. No es fácil ser feliz cuando recelan de nosotros y no les importan nuestras palabras ni promesas.
22. Mantienen una actitud amorosa expansiva (“Amar es esa situación en la que la felicidad de otra persona es esencial para la propia”, Robert A. Heilein).
Como la actitud de San Francisco de Asís hacia la naturaleza, la persona feliz ama a las personas por el hecho de serlos. Es difícil, pero no imposible, ser feliz si amamos y nos aman, si contamos con amigos que nos corresponden, si ponemos ilusión y entrega dejando la máquina registradora y la calculadora fuera de la relación.
Ese sentimiento amoroso se proyecta en ocasiones hacia las mascotas, cuya compañía y cuidado les proporciona bienestar.
23. Se cuidan física y mentalmente (“Cuidar de uno mismo nos permitirá cuidar de los demás y además tenemos garantizado el propio agradecimiento”, Kevin J. Velasco)
Si cuidamos del coche, del móvil o de la colección de sellos… ¿por qué no cuidar de nosotros mismos?. Somos los primeros interesados en la vida sana y además lo rentabilizaremos.
Nada de posponer chequeos médicos ni de descuidar el estilo e higiene personal. No dejar oxidarse al cerebro con rutinas: la mente hay que mantenerla en forma. Tampoco ser adicto a la comida-basura y buscar la calidad de los productos. Hacer ejercicio. Y por supuesto, menos televisión, que supone convertirnos en sujetos pasivos: no podemos olvidar que el aparato es la televisión y nosotros la persona, y no a la inversa.
24. Confían en sí mismos (“Cuando escuches una voz interior diciéndote que no puedes pintar, pinta tanto como puedas, y verás como se callará”, Vicent Van Gogh).
La inseguridad es fuente de desasosiego y desdicha. Una persona segura de sí misma es una persona que no deja grietas a la duda y desazón. Las personas felices rebosan de autoestima y hay muchas maneras de alimentarla.
25. Aprenden de los errores pero no se atascan en el pasado (“La felicidad es sencillamente buena salud y mala memoria”, Albert Schwitzer).
La vida es lo que se hace, no lo que se ha hecho ni lo que se hará. No puede arrastrarse una carga del pasado en el viaje de la vida. A lo hecho, pecho. Se reflexiona, se aprende y se aparca. Todos tienen derecho a equivocarse y a reiniciar el camino levantándose de las caídas.
Quien no entienda esto será como el que cae en un socavón y tras salir, se pasa la vida hablando del socavón, imaginándose socavones como espejismos y con actitud temerosa de volver a caer en otro. En suma, vivirá fuera del socavón pero instalado en el socavón.
Como broche y resumen final nos quedaremos con la perla que nos ofrece.
Mahatma Gandhi: “La felicidad está cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces está en armonía”.
Estoy gratamente sorprendido por la GRAN TALLA HUMANA de J.R.Chaves, puedo decir que ojala todo gran jurista fuera una gran humanista, puesto que ambas facetas se complementan y conforman la personalidad de UN GRAN HOMBRE. Fdo.Julio Planell Falcó, Abogado, Colegiado 2044 del ICACS.
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