El cuerpo tiene mecanismos de defensa frente al dolor o estrés. Los bomberos que traen el agua refrescante se llaman endorfinas, unas hormonas que el cerebro activa; en concreto son neurotransmisores o sustancias químicas que transmiten señales eléctricas a través del sistema nervioso y cuyo funcionamiento es similar a los opiáceos.
Son los invisibles agentes que explican la euforia y la calma como respuesta a los estímulos externos del dolor, emociones y esfuerzo físico. Cuando se activan hacen ver el mundo con ojos positivos y mejora el sistema inmunológico. Además son una especie de “botiquín de alivio” que se utiliza cuando se produce una situación de daño o tensión.
Se ha dicho que son la explicación de que el soldado herido continúe luchando con el dolor amortiguado, o de que pueda la familia sobreponerse al dolor del ser querido y preparar el funeral.
El truco consiste en no esperar a vivir una situación extrema para que de forma automática el cerebro ponga en marcha las endorfinas sino en realizar actividades que tienen ese efecto equivalente. Y es que cuando se fomentan o activan el mundo se ve con ojos mas positivos y mejora el sistema inmunológico. Pero lo mejor es que suelen ser gratis o baratas. O sea, una especie de “droga natural”.
Veamos las actividades naturales que generan endorfinas.
1. Son actividades sencillas pero altamente gratificantes en términos de bienestar y salud.
– Sonreír y reírse. Alguien sonriente se ayuda a si mismo y la felicidad es contagiosa.
– Hacer deporte. En su justa medida, ni sufrir por competir ni hacer el paripé. Un poco de deporte periódico para activar músculos, huesos, respiración y corazón provoca un estado de bienestar.
– Un masaje por la persona adecuada en el momento adecuado. Las sensaciones táctiles, de calor y frío, de presión suave y estimulante, activan complacencia en el cerebro.
– Un baile suelto y si va acompañado de la música favorita, estupendo. Melodía y armonía permite dejar libre al cerebro de pensamientos estresantes. Incluso un repaso a las escenas impactantes de las emblemáticas películas musicales que nos marcaron en el pasado provoca gratificación inmediata.
– Comer chocolate negro o saborear un buen vino. Desde los sentidos sale el mensaje al cerebro que ronronea gatunamente.
– Darse un capricho soñado. El cerebro reconoce la recompensa por lograr los objetivos y desaparecer toda sombra de frustración.
– Descansar y respirar sin ruidos ni compañía. Escucharse a si mismo y moverse lentamente. Sea un aprendiz de yoga tibetano y de Sócrates (conócete a ti mismo).
– Estar enamorado y hacer el amor. Corazón y cuerpo unidos: una explosión de placer en el cerebro. Las endorfinas se liberan durante el orgasmo, solo o acompañado.
– Sentirse protagonista de la observación y aplauso ajeno (cumpleaños, fiesta de graduación, homenajes, etc).
– Contar un chiste o historia mientras te observan y atienden complacidos. La autoestima se eleva.
Pequeñas experiencias placenteras también estimulan las endorfinas: mirar una exposición de nuestro agrado, oler unas flores, juguetear con un bebé, mirar una puesta de sol…
Es interesante saber que tomar el sol y disfrutar de un día brillante propicia la actividad de endorfinas, lo que explica que en invierno y en los días nublados sea mas propicia la depresión.
No deja de ser curioso que desde un punto de vista químico, las endorfinas están compuestas con, al menos, 15 aminoácidos que están presentes en las proteínas, lo que supone que curiosamente la carne contribuye a la actuación de las endorfinas.
2. Así, cabe un efecto de yuxtaposición o multiplicador de las endorfinas si se combinan varia actividades. Por ejemplo, amar a alguien, que te hace un masaje, en un paisaje maravilloso bajo un sol radiante, es el nirvana…
E igualmente cabe un efecto de repliegue de las endorfinas con las medida contrarias: hostilidad general, tacañería, aislamiento, etc. De hecho, el dolor físico continuado o la persistencia de traumas agotan las reservas de endorfinas.
3. También hay un efecto “huida hacia adelante” con sucedáneos: o sea, realizar actividades deportivas extremas, pornografía para experimentar orgasmos, ingesta de chocolate o productos picantes de forma desaforada, salir de fiesta una y otra vez, etc. Algunos científicos han apuntado, pero no demostrado, que el problema como siempre radica en la adición hasta el punto de que el abuso de los sucedáneos acabe inhibiendo su efecto positivo.