La empatía se puso de moda en la última década para etiquetar una manera de pensar. Profesores, psicólogos, empresarios, líderes de grupo… todos se sacaban de la chistera la empatía, como receta para comprender el punto de vista ajeno y sentirse mejor.
La empatía es la capacidad de comprender el mundo interno de los demás. No centrarse en sí mismo y los propios intereses cuando vemos o escuchamos a otro, sino en ponernos en su lugar. La traducción snob de la empatía es la llamada «inteligencia emocional». Quizás el mayor valor interior en alza en una sociedad fría, competitiva y egoísta como la que vivimos. No en vano la actriz Meryl Streep decía que «El gran regalo de los seres humanos es el poder de la empatía», del que carecen los animales. Veamos su relevancia y como mejorarla.
1. Esa capacidad de comprender las emociones y sentimientos de los demás es un valioso don, que algunos neurólogos incluso han situado físicamente en un circuito neuronal en el cerebro y que si se lesiona, nos incapacita para «sentir» el sentimiento ajeno.
El caso extremo de falta de empatía es el egoísta o el psicópata (que de pequeño tortura una rana sin plantearse si sufre) y el extremo de exceso de empatía es la persona mística que ante la representación de sufrimiento de Cristo enferma o sufre estigmas. En el término medio estamos todos los demás, aunque con distinto grado.
La psicología, como nos enseña David Goleman, emplea la palabra «empatía» en tres sentidos diferentes: «conocer los sentimientos de otra persona, sentir lo que está sintiendo y responder compasivamente a los problema que la aquejan».
2. Veamos algunos ejemplos de la importancia de la habilidad de la empatía.
Por ejemplo, una pareja con empatía es aquélla en que escuchando las razones de que su pareja lo pase mal, comprende las razones de ese sentimiento; en cambio, quien sabe que su pareja se siente mal pero no tiene ni idea de lo que le pasa por la mente, no tiene empatía.
En el mundo laboral, el jefe que de forma fría o insensible recrimina al empleado sin escucharle ni ponerse en su lugar para comprender las atenuantes de haber llegado tarde al trabajo, es una persona sin empatía.
En la sanidad, un médico o enfermera que trata, escucha o da malas noticias al paciente con sensibilidad y delicadeza demuestra una capacidad de empatía de la que carecen quienes consideran al paciente un simple objeto de manipulación, sin vida emocional interior.
Hoy día la tecnología es un enemigo de la empatía, porque repudia el contacto físico y visual, a cambio de la pura información encorsetada en móviles, tablets y ordenadores. Puede ser un aliado de la empatía pero es un terreno hostil para alimentarla.
3. Las personas con alto nivel de empatía se caracterizan:
– Son capaces de comprender los sentimientos y emociones ajenas, y por ello, controlan también los propios.
– Son personas mas tolerantes con los demás y consigo mismos porque admiten la posibilidad de error.
– Son altruistas y generosas porque piensan en los demás.
– Se rodean de personas que les aprecian y quieren porque quien demuestra sensibilidad despierta el mismo sentimiento en quien se beneficia de ella.
4. De ahí que la empatía hay que cultivarla desde pequeños, y hoy día la educación ha renunciado a los modelos radicales de la antigua Grecia, donde estaba el modelo frío e insensible de los espartanos, educados en el arte de la guerra, frente al modelo cálido y sentido de los atenienses, educados en las artes y el diálogo.
De mayores hay que ejercitarse en no precipitar el juicio sobre la conducta ajena, debiendo antes de «condenar» o «criticar», sopesar antes algo tan sencillo como «sus razones tendrá», y después, conocerlas o escucharlas, para finalmente analizarlas y ponerse en su lugar.
No es fácil contenerse o refrenar el impulso o juicio sobre los demás. El cerebro suele partir de prejuicios, experiencias y conocimientos consolidados, que le sirven de trampolín o atajo para soltar una opinión. Sin embargo, hay que frenar ese impulso de juicio, y educarnos en la empatía. Probémoslo y los beneficios están servidos.
5. Aquí van algunos hábitos que ayudarán a fomentar la empatía. Y nada de convencerse con aquello de «soy mayor para cambiar» o «bastantes problemas tengo como para intentar asumir los de los demás». No seamos egoístas y admitamos que podemos mejorar o al menos intentarlo.
A) Conózcase a sí mismo. Examine sus propias reacciones: sus excesos y sus miedos. Cuando comprenda los agentes y situaciones que desencadenan emociones positivas y negativas, sabrá controlarse mejor.
B) Hable con extraños. Con educación y prudencia. Comprender las razones del que coincide con nosotros en un medio de transporte, en un museo, pasillo o ascensor, no solo entretiene sino que desarrolla la imaginación, y sobre todo, nuestra capacidad de adentrarnos en la exploración del mundo interior de otra persona. ¿Quién es?, ¿por qué viste así?, ¿donde irá?, ¿y ese gesto avinagrado?.
Eso sí, la curiosidad debe frenarse en la insolencia. Solo debe llevar hasta donde nos dejen avanzar.
C) Respete el mundo ajeno que se le ofrece cuando alguien está serio o preocupado. El mismo irá soltando el carrete de lo que lamenta, y el que empatiza escuchará y no le presionará. El contacto visual y los silencios ayudan, pero no las órdenes ni los consejos intimidatorios.
D) Abra su mundo a nuevos ambientes, personas y círculos sociales. Nuevos sitios le ofrecerán personas diferentes con estímulos y valores diferentes. Quien ha viajado, pasado por varios trabajos, cultivado diferentes deportes y aficiones, tiene la mejor de las garantías para comprender a los demás y que éstos capten su interés.
E) Lea novelas y libros de ficción que estimulen su imaginación y le planteen el reto de conocer lo que piensan otras personas de la mano de la descripción de su autor. Las novelas enseñan a mostrar la emoción que acompaña a las palabras y los sentimientos asociados a las situaciones. E igual función cumplen las obras de teatro y las películas. Nuevos mundos que no vivimos pero que nos muestran un mundo interior ajeno.
F) Asómese a las noticias televisivas y periodísticas con ojos de psicólogo, y bajo los fríos datos de las noticias que no son neutras ( esto es, deteniéndose en las que informan de desgracias o alegrías) intente indagar la sensación que anida en sus protagonistas.
G) Aparque los prejuicios. Todos nos hemos criado en unas circunstancias y bajo unos roles. Los extranjeros irradian desconfianza, los tatuados son extravagantes, los ejecutivos son soberbios, etc. Cuando conocemos a alguien hay que llevar en la mochila de la razón las etiquetas, pero abriendo las ventanas de la curiosidad a la posibilidad de que el interior no responda a las formas o apariencia exterior, a que existan emociones incongruentes con nuestros prejuicios raciales, religiosos o sociales.
Un caso emblemático fue el del escritor George Orwell quien en los años veinte, para comprobar como vivían los marginales, se vistió como un vagabundo y convivió con mendigos en los barrios de Londres, cuyo fruto fue el libro «Sin blanca en París y Londres», que mostró el fruto del desmontaje de sus prejuicios hacia las personas marginales.
Igualmente, poco puede empatizar quien siempre pesca en el mismo pozo, por eso, no está de más asomarse a grupos religiosos, asociaciones o eventos fuera de nuestro círculo habitual. Conoceremos personas y experimentaremos vivencias que conseguirán que seamos mas tolerantes con la razón y con el corazón.
Y si se abre uno a través de las páginas de un libro de memorias autobiográficas, biografías o viajes, la mente se abre como una flor a comprender a otros con el ritmo que nuestra lectura marque.
H) Juguetee en su fuero interno a descubrir las raíces de los sentimientos y emociones ajenas. Hay personas que se abren poco a los demás pero nuestro cerebro es libre de hacer conjeturas y extraer conclusiones. Ser un «detective de emociones» puede ser fuente de comodidad intelectual y desvelar los valores y puntos comunes que nos unen a otras personas.
I) Escuche activamente: hablar menos, no interrumpir, asentir y ofrecer la experiencia propia. Se trata no solo de oír palabras encadenadas, sino el escuchar como abrir oídos y corazón para intercambiar razones y sensaciones. Se trata de pasar al diálogo, como intercambio, y es fácil aprender a ser un buen conversador.
J) Cuide mascotas o pase tiempo con bebés y niños. Ayuda a intentar suplir su dificultad de comunicarse mediante la propia interpretación de sus necesidades.
Y si practicamos un poquito, y nos esforzamos en abrir nuestra mente para poder comprender las razones de los demás seremos muy felices. Porque si no comprendemos a los demás, la desazón y la queja anidará en nosotros, nos volveremos lobos solitarios y con ello, infelices. ¡Cuesta tan poco intentar empatizar!.
Esa referencia de los animales añadida a la frase de la actriz, aparte de poca rectitud intelectual (muchos se quedan con la idea de que ese añadido pertenece a la actriz, es muy poco empático. Le aseguro que los animales tienen empatía. Y no estoy confundiendo empatía con buenos sentimientos en ellos.
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Reblogueó esto en "MOLINOS DE VIENTO DE LEVANTE": Fallera de nacimiento, manchega por adopción,madre y jurista. @angels_blaus.
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Además de las conductas que se señalan como ejemplos de ausencia de empatía : egoístas, psicópatas, también existe esa carencia en determinados trastornos del comportamiento como el «Síndrome de Asperger» y otros ubicados en el espectro autista,.En el caso de los Asperger, es fundamental el aprendizaje de habilidades sociales.
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