El comer es un placer

15 razones contra las hamburguesas de McDonalds o Burger King

Siempre se habla de las excelencias de la comida casera y de la necesidad de evitar lo que se califica de “comida-basura” y así y todo, las grandes cadenas de hamburgueserías se expanden por todo el mundo.

Aunque en la última década han mejorado la calidad de sus productos (no por iniciativa propia sino por la exigente legislación de protección a consumidores) hay razones para evitar estos establecimientos.

Me referiré a las hamburguesas como producto estrella, aunque lo que diré puede predicarse de los perritos calientes, nuggets de pollo y otros productos que ofrecen.

No vertiré comentarios sobre leyendas urbanas de niños intoxicados ni sobre el daño medioambiental por la necesidad de espacio para ganado vacuno ni sobre el imperialismo comercial de grandes cadenas. No. Algo más serio y más simple. Me limitaré a algunas observaciones y criterios que creo podrán demostrar que, al igual que cuando caminamos sorteamos un bache o charco, bien estaría que eludamos estos incómodos territorios, y optemos por restaurantes de comida casera, donde reinan productos de calidad, con trato personalizado y donde el placer de almorzar es la meta del empresario y del cliente.

1. Hacen trabajar al cliente. Hace cola, toma la bandeja, busca el sitio, y tras almorzar deposita personalmente los residuos en el buzón o cubo de basura.

2. Ofrecen una deliberada pero sospechosa imagen de limpieza, en el atuendo del personal y en el establecimiento, pero no sabemos si en la elaboración y tratamiento masivo de los productos se guardan igual asepsia.

Aunque los empleados son amables y van con cuidado atuendo. Sin embargo, cobrar poco sueldo y mucha movilidad de centro de trabajo son los mayores estímulos para que “puertas adentro” se tomen con frivolidad las reglas de limpieza y seguridad.

3. El cliente paga por la “forma” de presentación del producto y no por el producto en sí.

El sentido original de la hamburguesa hace varias décadas, radicaba en ofrecer un “bocadillo” que permitiese al trabajador o ciudadano apurado poder mordisquear y alimentarse con rapidez, sin manchar platos y según iba o venía del trabajo. O asistir a un espectáculo deportivo y no perdérselo mientras se mataba el hambre.

Pues bien, si desmontamos la “hamburguesa”, colocando la pieza de carne en un plato con la lechuga y cebolla a un lado y el pan reconstruido juntando las dos mitades, nos encontraremos con un “plato combinado” que resultará poco atractivo a la vista por su simpleza y mínima elaboración. ¡Y es lo mismo!.

Es más, la paradoja radica en que algunos comensales se dedican al despiece de la hamburguesa para poder masticarla con comodidad y sin forzar las fauces como una boa para tragarse un venado.

4. El cliente paga por lo accesorio y no por lo principal cuando de niños se trata.

En efecto, esas grandes cadenas saben que los niños “mandan” a sus padres y les gustan los vivos colores, juguetear poniendo la mostaza y la mayonesa, ver a los empleados de colorines con sus gorras, pero sobre todo, poder obtener ese muñequito o regalito.

No es extraño que para sofocar el capricho de un niño se le lleve a estos establecimientos para comprobar como su atención se desplaza hacia el globo o el regalito, o el combinado plegado de cartón, más que hacia la comida.

Al final sucede como en las taquillas de grandes cines: la venta de palomitas y refrescos se alza en el productor principal, más costoso para el cliente y más rentable para el empresario, que la película.

5. El producto ofrecido no es tóxico porque la legislación alimentaria y de consumo se aplica a todos los establecimientos, pequeñas y grandes cadenas.

Pero una cosa es no ser tóxico y otra muy distinta que sea saludable y recomendable, puesto que el éxito del negocio radica en las grandes cifras. Vender millones de hamburguesas y coca-cola en millones de sitios y cientos de países, impone compra de materias primas masivas, y requiere distribución, y con ello demanda utilizar conservantes, y colorantes y todo tipo de productos químicos que desde luego no ayudan al organismo.

Si una hamburguesa de carnicería de barrio o un jamón de calidad, pierde pronto sus propiedades y se pudre pese a utilizar el frigorífico, da que pensar cómo es posible que las hamburguesas de las grandes cadenas disfruten de una enorme longevidad (sospecho que como los culturistas, tienen algún tipo de “anabolizante” o elemento que altera las propiedades químicas de forma artificiosa).

6. El cliente está empujado a beber más de lo que necesita. La carne y el pan están deliberadamente deshidratados para su conservación prolongada, junto con las patatas fritas troceaditas con aceites vegetales y bañadas en conservantes y potenciadores de sabor, todo lo cual deja en el consumidor la ansiedad para beber y beber.

Y esa combinación explosiva lleva a digestiones lentas y leves desequilibrios estomacales.

7. La bebida, por una extraña manía, suele servirse repleta de cubiletes de hielo y los refrescos con una elevada dosis de gas.

Con esa técnica, no solo altera la proporción de producto sustancial al mezclarse con agua solidificada, sino que al choque con los dientes pueden rayarlos y provoca extrañas sensaciones.

comida rapida8. Son establecimientos que utilizan las técnicas de la adicción.

Mac, Big Mac, Whopper con triple queso, etc. La gran cadena sabe que hay que variar el producto y crear otra capa de queso, más grosor del pan, lo que sea con tal de que la novedad estimule al “coleccionista” de hamburguesas para su consumo.

9. Son establecimientos que nos hacen despertar el hábito reptiliano de consumo: el deglutir. Si nos filmasen a cámara lenta en el primer bocado que asestamos a la hamburguesa dejaríamos en mal lugar a Gargantúa.

10. Son establecimientos que saben que en buena parte de los casos, al ser establecimientos de comida en grupo, siempre el ritmo de ingestión es diferente, con lo que alguien repetirá ante el tráfico de personas y el suave murmullo del micrófono que da órdenes para la preparación.

Y así, en grupo, la rotación y goteo de pedidos en una misma mesa se hace frecuente, con lo que se come más de lo que se necesita.

11. Y por supuesto, las calorías y grasas con que sale uno del establecimiento son los mejores aliados para incrementar el colesterol, y con ello el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Es cierto que por acudir algún día no pasa nada, pero si esa comida propicia obesidad, hipertensión y enfermedades cardiovasculares y similares… ¿por qué jugar a la ruleta?.

patatas12. No hace falta un nutricionista para saber que gastar las calorías derivadas de un Big Mac y una coca-cola requiere seis horas de caminar o una hora jugando al tenis.

13. Esas cadenas alimenticias compiten entre sí para ofrecer novedad, pero condicionan los hábitos de consumo de los clientes pues lo que tienen en común es ese “pacto de caballeros” de no hacerse guerra de precios y ofrecer combinaciones de las mismas piezas de un puzzle: carne, patatas y bebidas refrescantes; cada cadena bautiza la mezcla como quiera y ya la publicidad se encargará de que el consumidor acuda a estas nuevas Iglesias del siglo XXI.

14. No hace falta una calculadora para darse cuenta de que los inmensos costes de estas multinacionales en publicidad y pago de locales en sitios privilegiados (centros comerciales o lugares céntricos o próximos a cines o de ocio) se repercuten en el producto, y si el precio del producto no baja… pues bajará la calidad.

Al fin y al cabo, lo que importa es el beneficio.

15. En definitiva, almorzar o merendar debe ser un momento tranquilo, de disfrute y conversación. Y en estos locales se pierde esa sensación del almuerzo como ceremonia especial.

Lo de “fast-food” o comida rápida ya nos muestra que nos ofrecerán la comida con el mismo cariño que se ofrece maíz a las gallinas de una granja.

En fin, si se llama “comida rápida” (fast-food) quizás se debe a que se hace rápido (no es artesanal), se come rápido (no se saborea con calma) y nos arrepentimos rápido, aunque se vuelve rápido…

Y aunque en los restaurantes también se puede sentir uno engañado, unas sencillas reglas garantizarán el éxito. En último caso, siempre será mejor la tapa o tentempié castizo. Salud y placer unidos.

3 comentarios

  1. Tengo 60 años, estrene el pruimer Burgen King de Madrid, al lado de El Corete Ingles de Preciados, en la Puerta del Sol.
    Nada que ver actualmente.
    Alli costaba una hamburguesa con patatas y cerveza 500 pesetas de entonces, en proporcion mas que ahora, pero la calidad era infinitamente superior a la mierda que te ponen ahopra, carne aplastada quemada, patatas congeladas, y algo parecido a cocacola, de grifo que nada tiene que ver.
    Hace una semana fui a una tienda de esta multinacional situada en el centro comercial de Olias del Rey en Toledo, pedi una hamburguesa de pollo, 6 alitas y patatas.
    QUE DECEPCION.
    Primero, un viernes, eramos dos clientes a las 8 de la tarde.
    Segundo, la carne de pollo era una bazofia aplastada y triturada hasta hacer una especie de pasta sin sabor.
    Las alitas de pollo eran de codorniz por el tamaño.
    La cocacola insipida.
    23 euros dos menus de «esa cosa».
    No vuelvo ni gratis.

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  2. Increíble, pese a las diferentes campañas que se han realizado en contra de esta compañía para que realicen alimentos más saludables, todavía siguen sacando productos como este. En mi parecer países de la unión europea como Italia deben generar más conciencia en sus ciudadanos para el consumo de estos alimentos.

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