El ser humano a diferencia de los animales tiene la posibilidad y el deber de reflexionar sobre los sucesos que impactan en la vida. El espantoso accidente de un avión estrellado en los Alpes franceses con 144 muertos por la voluntad deliberada de un copiloto nos puede ofrecer enseñanzas valiosas para el futuro. Enseñanzas similares a las que ofrece el atentado en el Museo Nacional del Bardo en Túnez donde asesinaron a 21 personas. Diriase que el destino se está empeñando en enseñarnos algo que no somos capaces de ver en nuestra vida cotidiana, atrapada en pequeñeces.
Y como hay que sacar fuerzas en el infortunio, y esforzarnos en sacar algo bueno incluso de lo atroz, veamos en clave positiva lo que podemos aprender y sacar en claro de tan espantoso accidente.
1. Vive la vida como si fuera el último día
Esa es una máxima clásica. Solemos pensar en el futuro como si todo estuviese planificado y pudiésemos reclamar si se nos trunca.
Sin embargo, la vida es un regalo pero también un préstamo pues nos puede ser arrebatado, sin saber cuándo ni porqué.
Por eso, hay que aprovechar al máximo los pequeños momentos y poder ser agradecido con compañeros amigos y familia. Vivir el presente con alegría o con hábitos propios de las personas alegres.
Cuando fallece alguien cercano de forma inesperada es inevitable plantearse las cosas que nos gustaría haberle dicho si pudiésemos habernos despedido de aquél. También si el fallecido pudiera pedir volver a la vida por unos instantes seguro que intentaría aprovecharlos para decir cosas que hacia sus seres queridos y que fue aplazando dando la razón a John Lennon en aquello de “La vida es lo que pasa mientras te ocupas de otras cosas”.
Así pues, hay que tomarse la vida con un ritmo mas lento. Nada de agobiarse con un sinfín de actividades que solo nos agotan y generan estrés. Debemos tener claro que no debemos trabajar once meses para disfrutar de un mes de supuestas “vacaciones” sino que en cada día hay que tomarse “mini-vacaciones” y me refiero a momentos de relajo, de disfrutar con amigos y familiares, de respirar sin prisas, de mirar el horizonte o el cielo de forma relajada…
2. No somos dueños de nuestros sueños, metas y experiencias.
Creemos que con voluntad y disciplina podemos conseguirlo todo. Y así es muy probablemente, pero lo probable no es seguro pues el azar puede cruzarse y enviarlo todo al traste.
Lamentablemente, todos conocemos personas deportistas, que cuidaban su salud a extremos neuróticos y que un buen día fueron atropellados mientras pedaleaban por la carretera o se cayeron de una escalera al colgar un cuadro. También personas que ultimaron brillantes expedientes académicos o forjaron empresas y un asesino en serie llamado cáncer les segó la vida.
No se trata de vivir frívolamente pues “lo probable” sigue siguiendo lo que razonable y estadísticamente sucederá.
O sea, quien se esfuerza en aprender, trabajar, ayudar a los demás, tener la conciencia tranquila o vivir mirando hacia el futuro, tendrá muchas papeletas de ese sorteo que es la felicidad. Pero no deja de ser un sorteo donde el bombo es caprichoso y bien está saberlo.
3. El ser humano no es un robot, y si lo fuese, sería defectuoso y sin garantía
El ser humano actual es fruto de la evolución y es un mecanismo complejo, impresionante y maravilloso, pero no ha ultimado su evolución (es un prototipo primario), y por mucho que nos repitamos lo buenos y listos que somos (iremos a Marte, desciframos el genoma, confirmamos la existencia del bosón de Higgs, desarrollamos computadores que hacen otros computadores, etc), nos queda muchísimo por saber de la naturaleza y de los seres vivos.
Y precisamente un campo o mas bien jungla apenas explorada es la mente y las respuestas emocionales a situaciones críticas. Todos nos preguntamos que pasó por la mente del copiloto homicida, pero es inútil porque intentamos observar con una mente sana un cerebro enfermo y no podemos ponernos en su lugar. Dice la prensa que el copiloto pasó por episodios de depresión, y podemos asomarnos a esta mirada hacia el interior de una persona con depresión para que nos percatemos de la gravedad y descontrol de quien lo padece,y nos demuestra la fragilidad de la mente humana, aunque evidentemente la depresión se supera y no encierra ni debe encerrar riesgo alguno para terceros (por lo que sabemos en el copiloto concurrían otros factores distintos y auténticamente dañinos).
Así pues, solemos etiquetar como instinto, personalidad, manías o patologías psicológicas o psiquiátricas, conductas mentales y/o emocionales que no podemos explicarnos.
Tengamos claro que nadie puede saber si esa persona que nos cruzamos en la calle, el conductor del autobús o avión, el que se asoma desde un balcón y agita una maceta encima de nuestras cabezas o el médico que sonríe mientras nos atiende, esconden un potencial brote psicótico, un ataque de ira, un deseo de venganza alimentado por años, una reacción ante una situación estresante… Y que precisamente estalle cuando nosotros nos cruzamos en su vida.
Por eso debemos aprender a ir por la vida con orgullo y la frente alta, pero también alerta. No merece la pena un altercado de tráfico, en el trabajo o en el deporte, porque no sabemos la reacción del contrario o del desconocido. No es cobardía sino prudencia. Tener elegancia ante los conflictos.
Quien ha visto la película “Un día de furia” (Michael Douglas) sabe a que me refiero. Recordemos la escena de la película que nos muestra la espiral de la furia aquí.
4. Las cosas malas suceden y hay que convivir con ello
Dejemos de ser Bambi y Peter Pan pero solamente para tomar fuerzas de ser mas realistas.
En la vida los accidentes y los infortunios se nos cruzan y se nos cruzarán. Cuando somos niños confiamos en que nuestros padres o amigos nos van apoyando y librando de los contratiempos pero pronto maduramos y nos damos cuenta que no es todo tan bonito como nos lo contaron o prometieron.
La vida cotidiana nos deparará trabajos con personas tóxicas, negocios con fraudes o competiciones con trampas. Nuestra salud será un campo de minas: una simple miopía, alergia, migraña o dolencias mas graves físicas o psíquicas (fibromialgia, cánceres, hepatitis, etc). Y nuestro entorno se verá sacudido por accidentes o catástrofes de mayor o menor rango (colisiones de vehículos, inundaciones, terremotos, etc.).
Así que aunque sea obvio, digámoslo: las cosas malas suceden y bien está ir avisado.
Aquí son inevitables dos preguntas que se hace el infortunado ante el mal: ¿por qué?, ¿por qué a mí?. Por muchas vueltas que le demos, no habrá respuesta satisfactoria. Lo único que nos puede reconfortar es la compañía de las personas que queremos o nos quieren. No tienen la solución a los problemas pero ayudan a sobrellevarlos. Por eso, el aislamiento personal lleva al emocional y bien está en la vida abrirse a los demás y alimentar la vida social.
5. El ser humano es solidario ante el infortunio
Pero hay que confiar en nuestra condición humana, como demuestra la actuación de autoridades, voluntarios y del pueblo francés en relación con el accidente aéreo, o cuando el accidente de tren de Santiago de Compostela de 2013 en Angrois, o ante el desvastador huracán Katrina en 2005, etc.
Y no hace falta irse muy lejos, y pensar en la ayuda de los desconocidos. No está de más fomentar el contacto con nuestro prójimo. Hoy día me asombra lo poco que sabemos y saben de nosotros nuestros vecinos, o como esperamos en el aeropuerto el embarque mirando el móvil y sin cambiar impresiones con otros pasajeros. Nos vamos aislando cuando la personas personas que pueden tener la llave de nuestras vidas están cerca (recientemente fue noticia que el actor Clint Eastwood ayudó a un desconocido que se atrangantó con visos de asfixia en la mesa de al lado de un restaurante y le salvó la vida con una presión en el esternón; buena moraleja: todos podemos sufrir un atragantamiento de amargo desenlace y todos podemos ser llamados a ser Clint Eastwood en cualquier momento (aquí no me resisto para dulcificar el tema que el propio Eastwood, genio y figura, cuando le preguntaron por su espontánea reacción de ayuda contestó: “Lo hice porque no me gusta que vomiten en mi cena”).
En fin, aunque tendemos a recuperarnos de todo. A pasar página a accidentes y desgracias (quizá un mecanismo de supervivencia). Volveremos a subir a un avión, a pensar en el futuro como si fuera una hoja de ruta segura, a soltar nuestra ira con desconocidos… Sin embargo, debemos hacer un esfuerzo por retener esas enseñanzas y no olvidarlas. Es un gran regalo sobrevivir para aprender a vivir.
Por último, aquí tenéis un espectacular video de tres minutos minutos en que un superviviente del avión que llevó a cabo un aterrizaje forzoso en el Río Hudson de Nueva York en 2009, cuenta “3 cosas que aprendí mientras mi avión se estrellaba”. Espectacular. Solo ver este video justificará que habéis sacado fruto de este día. De veras.
Y ahora ya podemos afrontar las vacaciones próximas con la mente serena.
Por cierto, recomiendo vivamente la película “Relatos Salvajes” que por cierto, comienza con un viaje en avión de insólito desenlace y que nos provocará escalofríos y nos ayudarán a ponernos en situación del espantoso accidente que motiva este amplio comentario.
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José Ramón, verdades como puños. Tenemos las mejores herramientas para comunicarnos, pero realmente estamos muy, muy solos.
Felices vacaciones.
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Magnífica gran reflexión que deberíamos leer cada mañana al despertar.
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