Me entero que el instrumentista estadounidense John Cage es autor de una extravagante obra musical titulada «4, 33´´ en que no hay música, solo silencio.
Cuatro años de gestación para una exhibición musical silenciosa en que se sabe su duración exacta porque es un espacio silencioso entre sonido. Y la obra se sigue representando como algo que despierta sensaciones, como una obra magistral que redefine los confines de la música. ¡ Toma ya!.
En este punto me siento en la encrucijada: o adopto una actitud de respeto ( no soy experto y no puedo juzgarlo) o bien una actitud intuitiva: ¡vaya majadería!.
Se dice pronto, pero desde pequeños nos educan en la idea de autoridad, de expertos, de altísimas personas que saben los secretos de lo que no comprendemos, y vamos asumiendo sutilmente que si discrepamos de tales santones, es que estamos equivocados. En un reciente post ya cuestioné una obra del Museo Guggenheim-bilbao ante la que nadie parecía darse cuenta de las carcajadas de los críticos en la intimidad.
Hay que sacudirse esos prejuicios pero sin caer en la negatividad. Sencillamente se trata de someter las cuestiones y las situaciones a nuestro propio paradigma, entendiendo por paradigma el modelo que nos vamos forjando con nuestra ciencia, con nuestra experiencia y con nuestra reflexión.
Ya sea la Guía Michelín sobre los restaurantes, la Revista Nature sobre sus artículos o la mayor parte de los Premios Literarios o artísticos, no existe un indicador puro y objetivo, ya que siempre hay un componente personal, corporativo o de intereses, que lleva a alzar entre lo realmente bueno a algunos intrusos, y los ciudadanos nos tragamos a todos como buenos no porque lo sean sino porque nos lo dicen así.
En fin, para poder opinar con fundamento y aquí radica la clave, hay que alimentar la curiosidad. Nunca tuvimos acceso a tantas fuentes de formación gratuita ( google, bibliotecas públicas) y nunca se perdió el tiempo en mantener plano el encefalograma de nuestra actividad. Terrible paradoja.
Al menos, hay una ventaja para quienes, como decía Woody Allen, tenemos el oído de Van Gogh para la música: seríamos capaces de interpretar la obra de John Cage sin conocimientos musicales.
Muchas «obras de arte» contemporáneo me recuerdan al traje nuevo del emperador. Yo tampoco tengo la capacidad de ver tan magnífica prenda.
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