Confieso que el chocolate siempre me ha cautivado. Desde la infancia en que salía a corretear con un trozo de pan y varias onzas de chocolate, creo que me quedé prendado de esa combinación de color brillante y sólido, con un sabor redondo y persistente que manda al cerebro chispazos de placer. También ayudaba a disfrutarlo su escasez, pues sabemos que la abundancia mata el deseo.
Sin embargo, la magia se rompió en la madurez con la mala noticia de ser portadores de azúcares y grasas, o sea, bloqueo de tuberías y engorde.
Y ya que los grandes placeres van perdiendo la fe en mí, he recuperado la fe… y la práctica de este pequeño gran placer, pero con conocimiento de sus secretos.
La coartada para retornar a saborear el chocolate me la ofrecen los unánimes estudios científicos sobre sus ventajas, básicamente mejora las condiciones cardiovasculares y funciones cognitivas (o sea memoria y corazón, casi nada). Son elocuentes las conclusiones de este estudio ofrecido hace cinco años por The British Medical Journal:
las personas que consumieron mayor cantidad de chocolate tenían un riesgo un 29% menor de accidente cerebrovascular y un 37% menor de enfermedad cardíaca en comparación con los que consumía menos chocolate”.
Casi nada. Leerlo y dan ganas de abalanzarse sobre el chocolate.
Ahora bien, tres advertencias.
I. Esas virtudes, ¡ojo! Se vinculan exclusivamente al chocolate negro, esto es, al que tiene al menos el 65% de cacao (y menos leche).
O sea, no es chocolate beneficioso todo el que reluce como el azabache
II. Hay que consultar la etiqueta. Sin rubor ni prudencia. ¿Quién no ha caminado entre las estanterías del hipermercado y se siente seducido por tanto color, rótulo llamativo e imágenes empalagosas?. Ni el perro de Pavlov salivaría más.
Por eso, nada de comer con los ojos. Un envoltorio dorado o plateado, una fotografía atractiva, una cajita seductora, pueden demostrar una vez más la distancia entre lo vivo y lo pintado. Además el azúcar se disfraza de muchos nombres: jarba de maíz, fructosa, jugo de caña, dextrosa… Ello sin olvidar los edulcorantes artificiales que encubren el seductor “Bajo en azúcar”.
En fin, que la calidad del chocolate como las personas no depende del envoltorio ni de la apariencia.
III. Paradójicamente, su ventaja se vuelve inconveniente, como diría irónicamente el ciego de Lazarillo de Tormes, al lavarle con vino las heridas que le ocasionó al romper el jarro sobre su cabeza: “Lo que te enfermó te sana y da salud”.
Y es que las elevadas calorías del chocolate provocan los mismos riesgos que combate: presión alta y colesterol, aumento de glucosa en sangre y mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Así que la solución pasa por compensar la ingesta del chocolate, para obtener el beneficio del placentero sabor, mediante la reducción de otros dulces o postres. Triste tener que elegir, pero necesario. Al final, tengo que abandonar la “poligamia de postres” y limitarme al chocolate negro, pero merece la pena, si lo acompañamos de la sustitución del azúcar por edulcorantes igualmente beneficiosos como la Stevia.
Además lo relevante es la moderación y dejar aparcada la calculadora de calorías y enterrados los remordimientos.
Es curioso que el cacao original, tal y como lo consumía Hernán Cortes al apropiarse de esta novedad azteca, era sin azúcar y con agua, siendo nuestra civilización la que le incorporó los dos silenciosos venenos del azúcar y la leche.
Y como hay multinacionales, y publicidad, nos sentimos débiles, por eso, bien está conocer las virtudes y propiedades del chocolate que parece que nos persigue: chocolate caliente, tarta de chocolate, helados, tabletas, bombones, licor de cacao…
Hala, me voy a comer mi dosis de chocolate negro… No todo va a ser teclear…
Intentaré llegarme esta semana santa con la familia a Castrocontrigo a ver el museo de la fábrica de Chocolates Santocildes. Es el que compra mi suegra habitualmente y siempre hay en su casa cuando vamos a la ribera del Órbigo. Y resulta que anteayer me lo encuentro en la web del comidista . Me sirve para valorarlo (aún más) en su justa virtud.
Aquí el enlace a «Once chocolates por los que morir»
http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2016/03/04/articulo/1457090599_136786.html
¿Vd. lo conoce? Creo que le queda cerca de su lugar de retiro espiritual.
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¡ claro que lo conozco! Gracias por el guiño de mi remanso😃👍
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