A tiempo real respiramos, comemos, amamos y disfrutamos o sufrimos con lo que rompe la rutina de nuestra vida cotidiana. Pero solemos mantener como telón de fondo que enmarca nuestra vida, como un Pepito Grillo vigilante, nuestra visión del pasado y nuestras ansias de futuro.
Somos nuestro propio juez, fiscal y abogado. Nuestro pasado solemos verlo con ojos de fiscal, acusándonos de nuestras equivocaciones o inyectándonos nostalgia de nuestros aciertos y momentos felices.
En cambio el futuro lo vemos con ojos de abogado defensor que siempre presume nuestra inocencia y confía en lo bueno por venir. Pero lo importante es no dejar que los demás sean jueces de nuestra vida hasta el punto de que nos la condicionen.
Viene al caso porque leo en una entrevista al periodista Manel Fuentes varias afirmaciones apropiadas para los tiempos turbulentos y ansiosos que vivimos. Y es que no hace falta ser filósofo ni guru de la autoayuda para decir cosas valiosas.
1. Vierte esta perla para desterrar ese lastre de nuestros errores que a veces atenaza nuestra conciencia:
Todos tenemos que vivir con el peso de cosas que no gustan. Crecer es vivir con lo que te habría gustado que hubiera sido de otra manera. Desde su aceptación, uno llega a la madurez y a la oportunidad de disculparse”.
Y añade sobre el mal negocio de vivir en las nubes de sueños inalcanzables:
“Lo interesante de la vida es darte cuenta de que, mas que esperar una cosa extraordinaria, es ver que lo ordinario es extraordinario. Un vaso de agua cuando tienes sed, el calor del sol en la piel, charlar con un amigo…”
Cierto: como ya señalamos hay infinidad de pequeñas cosas que dan inmensa alegría y están ahí al alcance de la mano para saborearlas. Tengo mi propio listado de treinta cosas que dan sorpresas agradables, disponibles para todo aquél dispuesto a emocionarse y sentirse vivo, sin coste.
2. El mensaje de las dos frases de Manel es común: Ni vivir el presente soñando con el futuro, ni vivirlo anclado en el pasado.
Así y todo, muchos tenemos el enemigo en casa. Por ejemplo, dedico una pared de mi hogar a algunos diplomas y modestos trofeos, que me recuerdan que algo bueno socialmente puedo haber logrado.
Mis álbumes de fotografías son la huella de eventos de éxito o alegría (poses sonrientes, ágapes, fotos de grupo, etc), como si quisiéramos no olvidar que hemos sido felices y que los momentos han sido aprisionados, por si nos falla la memoria.
Los libros ya leídos aguardan en las estanterías como recuerdo de historias vividas leídas en su día aunque posiblemente jamás serán releídos.
Eso por no hablar de armarios o cajones repletos de vestigios de juventud.
En suma, la casa se convierte en un cementerio en vida como las tumbas egipcia donde se situaban al lado del sarcófago los objetos preciados en vida por su huésped.
Pero eso no es malo. No. Los recuerdos y los sueños forman parte de la persona y le acompañan para provocarle emociones.
Lo malo es quedarse atascado en el pasado, y acumular polvo en el cerebro como esos diplomas. Lo malo es vivir instalado en nebulosas inalcanzables y sacrificar las pequeñas cosas del presente mientras se mira esa cima del Everest de las metas.
3. Hay que moverse pero con metas a corto plazo, y sobre todo no olvidar que NADIE tiene derecho a juzgarnos por lo que conseguimos o por lo que fracasamos.
Una de las cosas que me irritan sobremanera es asistir a la escena en que alguien adulto recibe una reprimenda verbal o regañina de otro adulto, no por cuestiones de trabajo, salud o tutela familiar (jefe, médico o padres), sino que se la impone por considerar que su autoridad moral es superior y que puede decir a otros como tienen que vivir su vida.
A veces son padres a sus hijos adultos, o la inversa, o marido a mujer y viceversa. O amigos dominantes a amigos débiles. Hablar está muy bien, pero dejando que cada uno sea dueño de sus aciertos y sus errores.
Por eso se nos regala la vida, para que marquemos nosotros el rumbo, escuchando opiniones pero no órdenes, mirando el pasado pero sin atascarnos y mirando el futuro según nuestras íntimas metas (y no las que nos marcan los demás).
Es difícil ser libre, pero si no tomas las riendas de la propia vida para ser vivida de adulto, nunca las tomarás.
4. En la película “El club de los poetas muertos” (Peter Weir, 1989), el joven sensible e introvertido Neil está dispuesto a desafiar la desaprobación de su padre de su actuación teatral con una frase impactante: “Por primera vez en toda mi vida, sé lo que quiero hacer !Y por primera vez, voy a hacerlo! Ya sea que mi padre quiera o no! ¡Carpe Diem!”.
Especialmente memorable resulta la escena en que la vieja foto de jóvenes alumnos ya fallecidos, les susurra » Carpe Diem Aprovechad el momento, chicos, haced que vuestra vida sea extraordinaria”. Aquí la tenéis, es una escena espléndida de un par de minutos que pone los pelos de punta pero que encierra inmensa sabiduría:
En fin, hasta la muerte del actor Robin Williams, que encarnaba al memorable profesor de la película, nos enseñó cosas.