Parece que la tecnología nos inunda y devora el tiempo. El placer rápido nos motiva. La televisión nos adocena como rumiantes mirando pasar trenes. No tenemos tiempo o ganas para la lectura y la meditación. La política nos enoja y lo políticamente correcto nos causa hastío. ¿Qué ha sido de la poesía?.
Confieso que en mi infancia la poesía se agotaba con los Cien cañones por banda… de Espronceda, con Segismundo cargado de cadenas en el fragmento de la Vida es Sueño, o el Soneto que Violante le encargó a Lope de Vega, junto con algunos poemas repetidos machaconamente y que por algún capricho de la memoria permanecen anclados en ella.
Ya adulto tuve la fortuna de asomarme a Neruda, y entonces descubrí que la buena poesía es un regalo impagable (no la experimental que requiere de un plano y varias tesis doctorales para captarla).
Sin embargo hay que admitir que un poema bello es un puñetazo al corazón, no para dañarle, sino para devolverle el palpitar. Cuando se une la forma, el estilo y la musicalidad, un poema nos saca de este mundo material que nos asfixia y nos expande la percepción hacia sensaciones, emociones y reflexiones increíbles.
Por eso, haciendo parada sin fonda, voy a dejaros tres poemas célebres que me impresionan y que os los traigo por aquello de compartir la belleza. Como quien disfruta de un paisaje y hace una foto para compartirla o quien recomienda un buen restaurante.
En este punto, los que no les interese un soplo de aire fresco a la mente sobrecargada, o no quieran ver lo que hay tras la puerta de la creatividad, o sencillamente les aburren las poesías ajenas, pueden salir, que también alejarse con un click en la alfombra voladora de internet es una forma de poesía.
Los demás, pasen y vean, y sientan (no de sentarse, sino de sentir).
1. La primera poesía es de las que más me han impresionado en mi vida, porque resumen toneladas de filosofía en unos versos. El título habla por si mismo. Se trata del poema “No volveré a ser joven”, del barcelonés Gil de Biedma en sus Poemas póstumos.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Y si lo queréis con música aquí tenéis el mismo poema versionado por el cantante Loquillo. Después de leerlo, escucharlo. Creo que os encantará.
2. La segunda poesía tiene que ver con el desamor. No hay motor para la creatividad mayor que la desesperación y angustia de quien ha perdido a su pareja y se encuentra corriendo por respuestas como gallina sin cabeza.
Se trata del bellisimo poema del nicaragüense Ernesto Cardenal, de sus Epigramas
Al perderte yo a tí, tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
También lo tenéis con música en este breve video del cantante Luis Enrique Mejía Godoy.
III. Por último, una poesía sobre el amor inflamado. Sobre el amor paciente, sensual y sexual. Aquí viene un poema reciente cuya rima y métrica es interior, pero bellísimo, de una poeta de nuevo cuño, que acaba de ser recientemente publicado por la Universidad Autónoma de Madrid en la obra colectiva “Los días contemporáneos y otros poemas” (2016).
Se trata del poema de la burgalesa Ana Caro Muñoz, titulado “Desasosiegos del que ama”.
I. Te quiero plata. Mojándome despacio. Lamiendo mis contornos, besando mis aristas. Dejando tu sal en mis pieles, de tiempos y reposos. Ilumíname despacio, hazme de espuma y brisa, y no te acabes en mí, se infiel, embriágate de ellas, las otras, y luego vuelve a mí, hasta desbordarte, otra vez, cada vez. Sin límite.
II. Ha dejado posarse la luz entre las hojas, con calma de atardecida ha perfumado mis letras. Ramas de verdes. Troncos sin límites. Agazapada la brisa me muerde la piel, despacio, suave. Sonidos de otros lugares, tu voz, sus voces, sin timbre. Amargo se pasea en mi paladar el placer, porque es único. Balanceando una sonrisa dejo que caiga la noche en mis ojos, mojando mis labios.
III. Hoy he dejado la puerta entreabierta. He cerrado los ojos. Desnudas mis alas. Perezas de sábado. Sueños de otoño. Ya has llegado. Escondido en mis mares. Cobijado en deseos multiplicados. Vivos. Instantes varados en las espumas del tiempo. Intensidad.
IV. Se paró el tiempo. Surgieron las mismas lágrimas, tan densas y sucias que manchan. El alma. Los labios, al mojarlos despacio. Ruidos. Letras. Y blanco el alcohol que me acompaña. Retornando a otros días sin calendarios ni futuros. Una sonrisa. Algo ha cambiado. Mirarte. En otro paisaje. Más calor. Más edades superpuestas en las piedras. Otro palpitar. Cierro los ojos y escucho.
V. Me encuentra tu pena recorriendo los mundos hechos caminos. Resbalan lágrimas de sal y complicidad las colinas de mi iris. Siénteme apegada al lado izquierdo de los sueños. Recordemos juntos lo que de él me contaste. Acuéstate en mi regazo que hoy es para tu pena.
En fin, tras este reposo musical, cada mochuelo a su olivo. A veces es bonito respirar profundamente y darnos cuenta que hay algo mas allá de este mundo material y que es bellísimo que unas palabras juntas puedan revolver nuestra conciencia y corazón.
¡Buen día para todos!
Gracias por transformar un mero lunes más… en el comienzo de una gran semana.
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