He visitado este 1 de Noviembre, fiesta de Todos los Santos, el pequeño cementerio del pueblo leonés con el respeto, silencio y parsimonia habituales. Cada año descubro nuevos nichos y tumbas que, como los anillos de los árboles, nos demuestran que el tiempo pasa y mas vivos han visitado a los muertos sin billete de retorno. Es más, se ha construido un flamante ala de nuevos nichos que me ha recordado una urbanización de adosados a estrenar.
Pero lo que he pensado mirando tanto espacio parcelado, en nichos verticales y fosas horizontales es que estaba ante una biblioteca necrológica.
Como si cada tumba correspondiese a un libro de la vida del fallecido, cuyo lomo frontal indica el nombre y años que comprende. Biografías enterradas. Una biblioteca de ejemplares únicos y sepultados, abierta hasta el amanecer, en constante crecimiento y que abarca todos los géneros: vidas de comedia, tragedia o tragicomedia; vidas aburridas y vidas divertidas; vidas, como los libros, de folletín y de aventuras, cortas y largas; vidas solitarias y vidas sociales; de todo, pues todos acaban ahí.
Pero asomémonos…
Con los avances tecnológicos estoy seguro que en una década existirá algún sistema incorporado a las tumbas, nichos, urnas o cajetines de reposo, donde los visitantes ( si para entonces se visita a los muertos) podrán teclear para visionar o escuchar al difunto en los momentos seleccionados por herederos o por el mismo en una especie de “testamento virtual”.
Sin embargo, solo los muertos saben la vida que han vivido. Sus alegrías y miserias, sus reflexiones y emociones, sus aciertos y errores. Solo ellos saben los pensamientos de los que les visitan, si sus lágrimas y rezos son sentidos o fingidos, y si es mejor estar allí solo que mal acompañado.
Y mientras nos llega ese momento, algunos adultos nos encontramos con que nuestro libro de la vida, siendo optimistas, ya está próxima a consumir los dos tercios y quizá ya no tenemos suspense, ya seguimos la lectura de los días por hábito o inercia, o incluso nos dedicamos a hojear con la memoria las primeras páginas y a eludir las páginas tristes o amargas. Familia, trabajo, ocio o deporte son notas a pie de página de nuestra vida.
Por eso, en esta fase me ha maravillado una Carta al lector de una ciudadano común, pero con sensibilidad, Dª Nieves Correa Cantos que en el Diario El País mostraba esta puerta abierta a disfrutar y sentirse vivo en los últimos capítulos de la vida:
La ilusión, cuando eres mayor, cuesta mucho encontrarla. En cambio, los achaques siempre están llamando a tu puerta. Los recuerdos se desvanecen y las ganas de jaleo menguan a toda velocidad; pero de soledad y de rutina andamos sobrados. Sentimos vértigo porque no sabemos cómo llenar nuestros días y nuestras noches; y el asunto de las pensiones nos acongoja y nos pone de los nervios. Ante ese panorama, es fácil deprimirse; pero hay un remedio, un medicamento que se llama escribir; y es la cosa más maravillosa y el ejercicio mental mas completo que existe”.
Efectivamente: podemos escribir historias, reflexiones, memorias o anécdotas. No importa que nadie nos lea. Disfrutaremos.
Y si la pereza o el terror escénico nos impide escribir, pues leamos. Hay libros en papel y electrónicos. De todos los temas. De narrativa, ensayo, históricos o biográficos. De lo que nos plazca y además gratis o de precio ridículo. La lectura es la puerta abierta a todas las vidas y todos los tiempos. Como indiqué en su día: leer para vivir, aunque no vivamos para leer. Nos espera el Club de los poetas muertos, pero también el de los escritores vivos que nos muestran lo que imaginan y podemos compartirlo. Basta con usar el mejor smartphone del mundo que es gratis: la mente.
Por alguna razón las limitaciones físicas del cuerpo humano suelen presentarse antes que las mentales ( dolores, rigideces, agotamiento, pérdida de agudeza de vista u oído,etc).
Por eso ante la pregunta que nos suscita el intento de un cirujano italiano de llevar a cabo un trasplante de cabeza, sobre si el resultado será una nueva cabeza sobre un nuevo cuerpo o a la inversa, creo que todos consideraríamos y nos sentiríamos vivos si fuese nuestra cabeza la que se implantase en un cuerpo y nos resultaría ajeno nuestro cuerpo con otra cabeza.
Así pues, no olvidemos que el día de Todos los Santos es solo un día al año, y tenemos 364 días para celebrar el día de Todos los Vivos. No los desperdiciemos. Como muchos libros esperan ser leídos, hay vidas que esperan ser vividas.
Pocas veces he leído una metáfora tan inspirada, honda y emocionante como comparar el espacio parcelado del cementerio con una biblioteca necrológica de ejemplares únicos y sepultados que abarca todos los géneros (vidas de comedia, tragedia o tragicomedia; vidas aburridas y vidas divertidas; vidas, como los libros, de folletín y de aventuras, cortas y largas; vidas solitarias y vidas sociales; de todo, pues todos acaban ahí).
Me ha conmovido.
No dejes nunca de tomar ese medicamento que se llama escribir (parafraseando a Dª Nieves Correa Cantos). No sólo por tu propia salud, Ni por complacer a los demás («no conozco la clave del éxito pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo» Woody Allen) . Sino por aquellos que, como yo (permíteme el uso personalista colectivo del término), esperamos cada día con ilusión ser sorprendidos con la lectura de tu nuevo artículo (el término post, discúlpame, lo desmerece) para disfrutar, reflexionar, aprender y/o, simplemente, hacer más alegre/s o digerible/s las páginas de nuestra vida.
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Muy muy amable!! Gracias!!👍👍
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