Leo en una entrevista periodística a la Catedrática de Psiquiatría, Paz García-Portilla, una declaración que deberíamos asumir todos desde la adolescencia.
Cuando eres joven tienes una capacidad plástica en tu cerebro y se adapta a todo. Lo que le diría a la población es que hay que lidiar con la vida. La vida no es fácil. Quien crea que ha venido a este mundo para vivir tranquilamente está totalmente equivocado. Debemos cambiar la concepción que tenemos de la vida. La vida es tener problemas y resolverlos. Unas veces te da satisfacciones y otras veces te deja hecho polvo.
Eso es algo que solemos aprender cuando ya es tarde. Creemos que madurar es acumular años, pero realmente madurar es darse cuenta que las cosas no son como soñamos y lo que es peor que solo con esfuerzo, lucha y serenidad podemos cambiarlas.
En efecto, la vida no es un cuento con final feliz, ni el mundo terrenal es de algodones ni siempre ganan los buenos. No. Vivir es incertidumbre y a veces es un paraíso y a veces un campo de minas, así que es útil toda la información en la alforja y la preparación para sobrevivir y sortear infortunios.
Me agrada la definición actual de “inteligencia” que debemos al neuropsicólogo Howard Gardner como “la capacidad de resolver problemas o de crear productos que sean valiosos en una o más culturas”.
Me encanta porque no encaja en coeficientes intelectuales ni acumulación de titulaciones, técnicas o conocimientos, criterios que no explicaban que supuestas mentes maravillosas tuviesen una vida desastrosa (profesional, económica, emocional, etc). En efecto, la auténtica inteligencia es la capacidad para solucionar los problemas. Si la vida es una jungla no necesito dominar la matemáticas, saber de memoria la liga de fútbol o ser el gurú de la informática, pero sí estar alerta, esforzarme, contar con sentido común, criterio forjado con experiencias (culturales y vivenciales) y tener aptitud positiva.
Y añadiría que “inteligencia” es la capacidad de sobrevivir a los canallas, pues en la vida acecha un mínimo pero molesto espécimen, ruin o malvado, que desde su empresa, cargo o posición social se dedica a enredar y zancadillear a los demás. He conocido mentes brillantes y buenas personas hundidas por villanos, e incluso he sufrido algún tropiezo con algún miserable, como a todos nos sucede a lo largo de la vida.
Nada mas útil que la indiferencia frente a quienes intentan estropearnos la vida, que es nuestra y tenemos derecho a ensayo y error.
Y hay que luchar y forjarse para levantarse tras la caída, y la fortaleza se forja con experiencia, ciencia y esfuerzo.
No olvidemos que el futuro es incertidumbre pero además hasta hace poco el futuro a corto plazo era predecible. Ahora ni siquiera podemos hacer profecías de nuestro trabajo, salud o medioambiente a corto plazo. Si el día de mañana se construye hoy, no desperdiciemos el regalo de la vida. No hay otro pasaporte para el éxito (considerando que el éxito es sobrevivir con dignidad, comodidad y respeto) que la cultura del esfuerzo.
Como nota simpática aquí está el video con la escena de la película Karate Kid, que mas allá de la historieta de fondo, siempre me ha encantado porque tiene su carga de auténtica enseñanza (“dar cera, pulir cera”).