Me sorprendió hace poco la noticia de que un hombre de 89 años volvía a trabajar porque “Me moría de aburrimiento de estar sentado sin hacer nada y no ver a nadie”. Muy similar al caso del limpiabotas de Valencia de 96 años que sigue trabajando y que me permitió alabar la humildad que nos enseñan los humildes.
Eso que es comprensible cuando alguien de edad venerable es sociable y necesita sentirse vivo, aunque sea trabajando, resulta inquietante cuando se escucha a alguien joven o adulto quejarse porque se “muere de aburrimiento”. O cuando nos quejamos nosotros mismos…
1. “Morir de amor”, era el título de una canción (al menos una de Camilo Sexto y otra de Miguel Bosé) que parecían ennoblecer a quien lo padecía, pero “morir de aburrimiento” da pena, porque precisamente la vida es un regalo para respirar, abrir los poros, las puertas de la percepción, la mente, y usar la magia de ese don que es la imaginación.
Podrá tenerse mas o menos imaginación, podrá aguantar mas o menos el cuerpo, podrá tenerse mas o menos dinero, pero lo de aburrirse, jamás.
Confieso que infinidad de veces “me aburren” pero no “me aburro”, que es muy distinto. En efecto, cuando “me aburren” es porque la educación, las reglas del juego sociales o académicas o la situación impone aguantar tabarras, actuaciones o escenas que nada me aportan ni entretienen.
Todos hemos asistido a un concierto, conferencia o evento social y en determinado instante nos hemos preguntado… ¿qué diantres hago yo aquí?, unido al deseo: ¡A ver cuando termina, aplaudimos y nos vamos!. También en ocasiones asistimos a un ágape o almuerzo de compromiso y disimulamos el bostezo.
O más natural es cuando se soportan las cargas de atención inherentes al trabajo por esa elemental y pueril razón de que “nos pagan por ello”.
En todos esos casos la sensación de aburrimiento en realidad es el mensaje subconsciente de que podría emplearse ese tiempo en cosas que nos parecen mas importantes.
2. Es más, a veces el aburrimiento nace de la rutina o porque evolucionamos. Lo que nos parecía maravilloso en las primeras experiencias, nos causa hastío después. Lo que nos parecía maravilloso en la infancia (aquellos tebeos leídos y releídos o juegos de calle), hoy ya adultos no lo disfrutamos.
3. Pero no quería aludir a cuando “nos aburren” y tenemos que soportarlo porque “noblesse oblige”. Quería aludir a cuando “nos aburrimos” sin estar obligados a permanecer en un lugar o hacer una actividad, y pensamos en nuestros adentros, en que nos aburrimos, e incluso lo confesamos a nuestros próximos.
La paradoja es que a veces mismas personas en mismas situaciones, unas se entretienen y divierten y otras sufren aburrimiento insuperable.
Hace poco escuchaba a un veterano jurista comentarme que no iba al cine, que no leía libros, y que tampoco le satisfacía la televisión ni los museos o paseos. Que en vacaciones optaba por sentarse día tras día en la misma terraza de la cafetería situada frente a su trabajo y que se pasaba el tiempo viendo pasar el ídem. Y lo decía sin orgullo pero sin pena. En cambio, a mí me provocó inmensa tristeza. Ver a alguien sano y sin problemas económicos desperdiciar el único regalo que se agota y no vuelve, el tiempo.
Quizá soy muy afortunado porque jamás he estado aburrido o sin saber qué hacer. Me han aburrido pero no me he aburrido. De hecho cuando paseo solo por la ciudad y me siento libre, o cuando espero a alguien, suelo estar tan ensimismado en pensamientos y delirios que “no veo” nada, y paradójicamente, cuando deseo enfrascarme en algo, miro con ojos analíticos tejados, escaparates, caras e indumentarias y lo anudo a preguntas incesantes (¿por qué?, ¿cómo?, ¿de dónde?, etc).
Tampoco suelo aburrirme en buena compañía y tertulia. Disfruto lo indecible y si hay buen humor y buena fe, ni os cuento.
4. Pero para no aburrirse no hay como dejar suelta la imaginación, o dedicarse a la reflexión sin prisas. ¿Acaso no hay nada en nuestro pasado que requiera una reflexión serena?, ¿sobra intentar ordenar reflexivamente nuestra visión de la historia, nuestras instituciones o sobre la especie humana y cómo nos comportamos?, ¿no hay nada nuevo bajo el sol, como decía el rey Salomón, o hay muchas cosas viejas que no vemos con ojos nuevos?.
Alguien dirá que para no aburrirse lo mejor es la barra de un bar o quedarse mirando la televisión con ojos vacunos o enfrascarse en videojuegos. Si son felices así, estupendo, pero creo que hay vida mas allá deseando ser disfrutada. Y si logramos cultivar el hábito de sacarle partido a la imaginación, en vez de tenerla enterrada en la molicie y el hábito, nos quedaremos maravillados.
Afirmaba el escritor Victor Hugo que cuando se decía “Se suicidó porque estaba aburrido de vivir” debería decirse: “Se suicidó porque estaba aburrido de no saber vivir”.
Y no se diga que hace falta dinero para no aburrirse, porque ya indiqué hasta cuarenta cosas gratuitas o baratas para no aburrirse los fines de semana.
Excelente, como siempre
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