Decía Lope de Vega aquello de “a mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan los pensamientos”. Y es cierto que muchas veces necesitamos estar solos por aquello de detenernos en los interrogantes universales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?.
Aunque con el hachazo religioso (“Polvo eres y en polvo te convertirás”) nos queda claro de donde venimos y hacia donde vamos, pero nos sigue atenazando saber quien somos. No quien somos para los demás (que se forman nuestra imagen). Tampoco como queremos ser para los demás (a los que facilitamos nuestra imagen como queremos que nos vean), sino como somos realmente.
Esa es la pregunta que cada uno nos hacemos alguna vez, especialmente cuando sufrimos una encrucijada, cuando nos remuerde la conciencia o cuando no nos reconocemos por nuestras acciones. A la mayor parte de las personas les importan un bledo la filosofía y las elucubraciones, pero casi todo el mundo se ha apoyado en el lavabo del baño mirando el espejo recién despertado y se ha preguntado quién diantres es ese legañoso que les mira.
Tras esos momentos de voltear los ojos hacia adentro, la tendencia es huir de uno mismo y asomarse al mundo y buscar compañía. A veces la pareja, otras la familia, quizá el compañero de trabajo o como no, los amigos.
La amistad es la boya a la que aferrarse cuando todo lo demás falla, la que te permite flotar en un mundo frío que gira por su propio impulso. Pero no es tan fácil hacer amigos. No es amigo el que ves de pascuas a ramos. No es amigo el que solo te llama para pedir. No es amigo el que nunca te pregunta por tus problemas. No es amigo el que te deja tirado a la primera de cambio ni el que escurre el bulto de hospitales o funerales que te implican.
La amistad es algo que se teje con el contacto y la experiencia común. Eso que se llama sintonía de inquietudes, con grandes dosis de respeto, y como no, generosidad. Como sentenció Woody Allen, la amistad es como el amor, pero sin sexo. O sea, nada fácil hacer amigos, ni fácil mantenerlos.
Sin embargo, puedo decir que soy afortunado en contar con un sólido pilar de amigos. Mejor, varios pilares, porque varios son los círculos de íntimos que me sostienen. Una cosecha de lo mas productiva a la que debo mucho de lo que soy, tengo y pienso.
Un puñado de ellos me colmaron de dicha este fin de semana cuando convocamos un ágape con buen vino y una deliciosa fabada que es el polen de los asturianos (además de demostrar que hay un orden en el universo y que sabor, olor y color pueden llevarte al paraíso).
Algunos se disculparon por no venir. Otros dejaron su ciudad y emprendieron un largo viaje. Los más utilizaron su tiempo y su mejor sonrisa para reunirnos en Candamo (El Llar de Viri), con viaje en tren (que une y relaja), sesión previa de visita al centro de interpretación de arte rupestre de Candamo (algo de cultura siempre es buena coartada para una fartura), sidra y comida abundante y deliciosa. Pero lo mejor el trato humano, el cambio de impresiones, las chanzas, las copas y los guiños. No hay mejor lobby que un grupo de amigos reunidos sin otro “orden del día” que pasarlo bien.
O sea, que Trump da problemas, que los políticos no tranquilizan, que todos tenemos achaques, que no es fácil llegar a fin de mes, que las sorpresas aguardan a la vuelta de la esquina, que quien mas quien menos duerme poco o mal… pero en esa turbulencia, a veces la energía de la amistad nos hace que todo sea soportable.
Esos encuentros de amigos son un oasis al que vuelvo a refrescarme sin cansancio. El antídoto frente a la depresión. El deporte que no cansa y te robustece en tu autoestima como persona.
Así que, ojo al dato, menos filosofía y mas empatía. Menos fanatismo y mas tolerancia. Menos desazón y mas corazón. Menos ira y mas lira. Menos funerales y mas días florarles. Que las lágrimas sean de risa y la risa sea franca. Y frente al puñetero reloj, dediquemos mas tiempo a esos momentos y esas compañías, que nadie nos arrebatará los recuerdos.
Lo resume aquí con espontaneidad, vitalidad y pasión, la brevísima intervención de cierre del acto de una buena amiga que se hizo eco de lo que allí se respiraba y que debía ser lo que a todos nos moviese en este vida breve en esta peonza que llamamos planeta. Aquí tenéis una dosis de insulina oral para la diabetes del corazón, que ya quisiese proferirla el célebre Cicerón:
GRACIAS JR por pintar tu blog, en esta mañana de domingo lluvioso, con la paleta colmada de los más bellos y tersos colores, los que plasman con luz y armonía los paisajes de esta nuestra vida de amistad. «Yo me bajo aquí. En la belleza que esconde una pintura. En el silencio con el que te embriaga un museo. En la melodía de unas páginas. Y en el calor de un café apretando la mano del amigo.»…
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