Me maravilla el castizo defecto de usar y abusar de lo que es gratuito, o de exprimir al máximo el servicio por el que se paga. Si se ofrecen insignias, estampitas o folletos gratis, ahí tenemos al españolito aguantando colas. No necesita el llavero, ni el cenicero ni leerá jamás el librito resto de edición que le obsequiarán por aguantar una plúmbea sesión de venta, pero siendo gratis, hay que ir a por ello.
Y si en una bandejita de hipermercado nos ofrecen caramelos, bombocitos o trozos de chorizo, como desgustación, ahí tenemos al español disimulando y repitiendo. Si regalan bolígrafos baratos o globos, también hay que aprovechar. E incluso si regalan el Tomo I de La Regenta comprando el periódico del domingo con suplemento, pues a comprarlo, aunque jamás se leerá.
Somos así. Por alguna razón lo gratis atrae. Y si pagamos algo, pues a sacarle el máximo jugo.
Es verdad que el español se muestra generoso es cuando almuerza en un restaurante, en que si sobran porciones grandes en las cazuelas o platos, ni el cliente reclama ni el hostelero ofrece que se lleve las sobras en una bolsita o cajita para casa. Muy distinto del modelo sajón, donde si rubor, como se ha pagado, pues se llevan los restos “para el perro”.
Viene al caso porque paseando por Gijón descubrí un cartelito en la C/ Corrida para aviso de los usuarios de la terraza del bar que me provocó la sonrisa
Veámoslo.
Veamos de cerca.
Primero, el mensaje, bien llamativo, de entrada y en mayúsculas.
TERRAZA DE HOSTELERÍA PARA USO Y DISFRUTE DEL PÚBLICO EN GENERAL
Por si no hubiera quedado claro, o por si algún viandante se considera “público” y con derecho a disfrute, se explica:
(NO PARA PASAR EL DÍA CON UNA CONSUMICIÓN)
Esta precisión responde a la tercera Ley de Newton, en que cada acción provoca una reacción de signo opuesto. Por eso, ante casos de abuso de ocupación de la terraza con una consumición, es por lo que nos informa el hostelero que la prohibición no es por capricho, sino porque hay mucho aprovechado.
Aunque no lo dice, quizá piensa en ese grupito de damas que con el cafetito se pasan la tarde platicando. O en esos señores cuyo pacharán y comentarios de fútbol o para arreglar el mundo les permiten llegar a la noche sin volver a sacar la cartera. O grupos mixtos, de varones y hembras, que por una consumición, consiguen un lugar privilegiado para asistir al desfile de la fauna humana.
Es más, notemos que no se dice que “no se puede permanecer en la terraza tras consumir” sino que no se puede pasar el día “con una consumición”, para evitar la picardía de tomarse la bebida sorbito a sorbito, humedeciendo los labios, para asegurar la vigencia del permiso de ocupación en la terraza.
Es verdad que frente al pícaro nadie puede, y no faltará quien insista en permanecer en la terraza prolongadamente, pretextando por ejemplo:
- Ahí prohíbe “el día” y yo estoy en la terraza parte del día, unas horitas.
- Ahí prohíbe “una consumición” y somos dos personas, o sea, dos consumiciones.
- Ahí prohíbe “una consumición” y yo consumo el café y el vasito de agua que le pedido, sin contar el azúcar.
Incluso alguno desempolvará sus conocimientos jurídicos y exclamará:
- ¡Conozco mis derechos como consumidor, español y ser humano! ¡Les denunciaré! ¡Quiero el libro de Reclamaciones!
Finalmente el cartelito expone la consecuencia frente al infractor.
A PARTIR DE UN TIEMPO PRUDENCIAL SE PODRÁN RECLAMAR LAS MESAS.
Aquí viene el error y defecto que será fuente de polémica.
En primer lugar, ¿qué es tiempo prudencial?, ¿media hora, una hora, tres?, ¿Quién dice lo que es tiempo prudencial?, ¿es igual de prudencial el tiempo un día soleado que uno lluvioso, uno sin gente esperando que con gente buscando sitio?.
En segundo lugar, eso de “se podrán reclamar las mesas”, queda en el aire. ¿Quién puede reclamarlas?. ¿El camarero u otro potencial cliente que espera?. Esto es importante, porque si es el cliente que llega, la bronca está servida.
Y ahí está el cartelito, mandando un mensaje útil y disuasorio. Por un lado, disuade a los clientes ya que algunos estarán en la mesa mirando el reloj no sea que les expulsen. Por otro lado, manda un mensaje de empresa economicista y fría, que no respeta el sosiego que se espera de la degustación de terraza. Y además muestra que el hostelero no se anda con contemplaciones.
En fin, quede constancia como ejemplo de nuestra España cañí. Me pregunto si veremos pronto carteles similares en los restaurantes del siguiente tenor:
“Tapas del bar gratuitas. No son para almorzar sino aperitivo” (Y es que hay clientes depredadores de esos obsequios de barra, amortizando lo pagado)
“Periódicos del bar de uso general. A partir de un tiempo prudencial se podrán reclamar” (Lo que no sobra porque los hay que con un café, memorizan las esquelas y rellenan los crucigramas).
“Televisión del bar de uso general. A partir de un tiempo prudencial se cambiará de canal” (Lo que tampoco sobra porque hay auténticos monopolistas de la televisión con la complicidad del hostelero).
No es extraño que algún día los clientes protesten como legítima defensa frente a los camareros, especialmente con aquellos que se hacen los invisibles para no atender.
Lo mejor, cocinar y consumir por y para sí… se acabaron las protestas. ¡¡¡ Buen día !!!
Dentro la riquísima y abundante fauna de los “gorrones de bar” destaca un nuevo espécimen muy temido por el sector. Se trata del denominado “gorrón internauta”. Auténtica plaga de nuestros días que causa efectos devastadores en el negocio hostelero.
Frente a este peligroso depredador, que se caracteriza por su enorme desfachatez y desvergüenza y su perfecta adaptación al medio, de nada sirve el tratamiento del “váyase usted”, ya sea suministrado con buenas palabras ya lo sea con gestos no hablados pero concluyentes como el limpiar en repetidas ocasiones la mesa que ocupa tras haber agotado su siempre única –y modesta- consumición, pues se encuentra completamente inmunizado al mismo y nunca se da por aludido. Motivo por el que muchos bares se han visto obligados a adoptar como medida preventiva el “aquí no hay wifi”.
Sin embargo, con esta medida subsiste la subespecie de los gorrones internautas «con wifi”, que se une, entre otras, a las categorías, ya mencionadas por nuestro -hoy- ¿cocinero? favorito, de: las damas “del café perpetuo” de la tarde; los señores “del pacharán o cubata o whisky… estirado e interminable” y conversación insustancial o inabarcable; “los grupos mixtos de mirones insaciables” que, con la excusa de una consumición, como si de una función teatral se tratare, se sientan durante horas y horas para ver pasar indiscretamente la vida de los demás.
Ni que decir tiene que la solución “legal” al problema no pasa por poner un cartel, por muy gigantesco que sea, que diga “a partir de un tiempo prudencial se podrán reclamar las mesas” pues, más allá de sus efectos disuasorios, a lo único que dará lugar es a seguras discusiones y conflictos, hojas de reclamaciones y denuncias por coacciones.
PD Maravilloso el cuadro «Nighthawks» de Hooper que ilustra el artículo.
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Lo mejor cocinar en tu propia casa y a tu gusto y lo tomas tranquilamente sin qué tengas que estar pendiente del reloj. Yo en un sitio así se me quitan las ganas de tomar nada.
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