Hace poco asistí a la lectura y defensa de una tesis doctoral. El doctorando no estaba a la altura de la solemnidad del acto ni del prestigio del Tribunal. No puso amor en su trabajo.
Y la tesis doctoral, a juzgar por los defectos advertidos por el Tribunal, que iban de lo formal a lo sustancial, pasando por imperdonables erratas, me llevó al término a bromear con chistes fáciles:
Por lo breve, más que una tesis era una síntesis, y por lo vacía más que una tesis era una sin-tesis.
Y es que las tesis doctorales constituyen no solo la demostración de la capacidad para investigar sino la capacidad de aportar a la ciencia, cultura o técnica. O sea, novedad.
Es cierto que en la mayor parte de los casos, se trata de tesis-innovadoras, que eran frecuentes en el pasado pues la ciencia avanzaba y las fronteras se iban superando día a día, abriendo nuevos campos a explorar.
En otros casos, consisten en tesis-recopiladoras que siguen la técnica del aluvión o como se decía cáusticamente, son camposantos formados con los huesos de otros cementerios.
Y es que las tesis son como las croquetas, pueden ser artesanales o caseras y deliciosas por sus ingredientes y el cariño con que se hacen, o pueden ser recocinadas y artificiales.
Sin embargo hay temas que resultan inaccesibles a las tesis, como el amor, o que más bien merecerían tantas tesis como vertientes del fenómeno: enamoramiento, desamor, infidelidad, cariño, narcisismo, pasión, inapetencia, morbo, religiosidad, tabúes, erotismo, etc.
Y por eso el amor se presta mejor a la buena literatura: el primer amor (La Celestina), el amor romántico (Romeo y Julieta), el amor idealizado (Don Quijote), el amor trágico (La dama de las camelias), el amor socialmente condenado (Madame Bovary), el amor frívolo (Don Juan Tenorio), el amor no correspondido (El Gran Gatsby) o el amor venenoso (Otelo). Cada una de esas obras que tiene por hilo conductor el amor, ha dado lugar a infinidad de tesis doctorales que intentan abrir con el bisturí investigador el corazón del libro para analizar palpitaciones, borbotones y venas exangües.
También el cine se ha ocupado del amor, como muestran estas 52 frases fascinantes de cine romántico.
Aunque del amor, como de la rosa, en el poema más breve de Juan Ramón Jiménez, podría decirse: ¡No la toques ya más, que así es la rosa!
Así y todo viene al caso porque me he tropezado con un bellísimo y sugerente poema del fecundo Carlos de Tomás, poeta y novelista incansable, de su compendio Levitaciones (viveLibro 2017) que no me resisto a compartir:
Tesis sobre el amor;
se dispone a escribir el escriba,
todos los materiales apilados,
los tratados leídos,
el trabajo de campo se ultima.
Tantos años para firmar la última palabra,
para despertar de la investigación,
abrir las ventanas y respirar alivio.
Esta noche, dormirá mejor entre recetas de cocina,
o revistas de trigonometría;
a veces los números no cuadran,
he ahí la conclusión de la tesis.
Con todos los respetos , echo en falta en su relato, un amor para siempre, como el de Florentino Ariza por Fermina Daza: tatuado en el alma a pesar de la distancia, del desamor, del entretenimiento, del rechazo; el transcurso de una vida entera amando.
Gracias por sus reflexiones Sr. Chaves, y el regalo de su literatura aparentemente fácil y espontánea, aparentemente ligera y emulable. Si una tesis mereciera estos calificativos en mi opinión sería para nota …
Me gustaMe gusta