De la belleza

Bendita serenidad del bosque y la vida sencilla

En tiempos de crisis, turbulencia y angustia vital (derivada de pandemias, guerras o precios desbocados) nada mejor que voltearse hacia la naturaleza y disfrutar de la belleza del mundo que no debemos estropear.

De esos paraísos naturales que tenemos al alcance de la mano y que no visitamos. De los que visitamos mirando el móvil intermitentemente, o en los que aceleramos el paso para llegar al restaurante, o miramos el reloj para controlar el horario de vuelta. No. Debemos abandonar esa dependencia tecnología y talante urbanita para acudir al bosque, como dicen los japoneses (Shinra-Yoku), lo que supone una experiencia contemplativa, con las puertas de la percepción abiertas, disfrutando de las sensaciones de tocar un piedra, abrazar un árbol, crujido de ramaje, sabor de fruto, verdor de hoja, murmullo del viento en los árboles… Supone la vuelta y conexión a la naturaleza y fuente de energía.

No se trata de experiencias de moda, ni budismo urbano ni zarandajas políticamente correctas. Sencillamente disfrutar de pasear y sentirse autosuficiente con la naturaleza, que está ahí, al alcance de los ojos. Los lugares de tranquilidad escasean, así que no debemos desaprovecharlo.

Así que esta mañana tocó paseo por la Senda fluvial del Santuario de la Cueva en Infiesto (Asturias). Una cueva natural esculpida en roca caliza por la naturaleza y un santuario del siglo XVI. Paraje ideal con niños y para mayores como yo con ganas de serenidad y sin ganas de competir por medallas atléticas.

O sea un sendero al que se accede tras pasar un puente sobre el Río de La Marea y sin desnivel, al abrigo de una alta montaña, que permite respirar aire puro, mientras se contemplan castaños y robles, que jalonan el sendero al borde del río. Cerca está el Parque Natural de Redes, pero basta con este sendero apropiado para darnos un baño de naturaleza, y donde nos encontramos con la agradable sorpresa de que está sembrado de fauna y gnomos, que dan una pincelada mágica al paseo. Todo gratis.

Primero, el contexto y punto de partida… La Cuevona (el aumentativo es típicamente astur)

Después los lugareños, los guardianes del bosque:

Y como no, los animalitos, los señores del bosque

En definitiva, un buen día, con un gran paseo en la naturaleza… y con mi pareja, mejor, al igual que me gusta la buena tortilla, con cebolla que la alegre.

Y hablando de tortilla y de huevos, he aquí la prueba de la existencia de algo divino que une geometría, naturaleza y belleza en la simplicidad: ¿hay algo que iguale unos buenos huevos camperos fritos? No. No hay fórmula de laboratorio que los obtenga ni nouvelle cuisina que los desplace… Lo casero y natural, que no nos falte, y si te los regala un amigo, el éxtasis está a la vuelta de la esquina.

¡Qué bello es el mundo!, ¡Qué grande la naturaleza! ¡Gran cosa lo simple y mágico!, ¡Qué bello es vivir!… si nos dejan… si la paz triunfa… si ganan los buenos… si aprendemos la lección de vivir apreciando los pequeños placeres…

1 comentario

  1. Enhorabuena por el artículo. Que importante y necesario es disfrutar de la naturaleza, no sólo como experiencia contemplativa, también compartiendo el cultivo de árboles y plantas, seguir el canto de los pájaros y la crianza de animalitos.
    Este es mi entorno actual.

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