No suelo ver películas sobre libros que he leído antes ya que se produce un molesto reajuste mental de cómo imaginaba los personajes y las situaciones, y como se ofrecen en pantalla, en que lo imaginado y lo filmado no coinciden.
Pero por fin pude ir al cine, acontecimiento casi insólito hoy día, dadas las facilidades para acceso a películas en el ámbito doméstico y las cargas laborales y famliares, y opté por Asesinato en el Orient Express ( Kenneth Branagh,2017), que versiona la célebre novela de misterio de la escritora británica Agatha Christie.
Asistí complacido, como íntimo tributo a la primera novela de misterio que leí a los 13 años, «El asesinato de Rogelio Ackroyd», que me impresionó y cautivó hasta convertirme en un rastreador por librerías de viejo de todas sus historias de la Editorial Molino. Después acompañé en sus pesquisas a su alter ego femenino, Miss Marple, Sherlock Holmes, el comisario Maigret, el teniente Colombo e incluso Jessica Fletcher, pero ninguno pudo emular al detective belga de bigotito y mente prodigiosa.
Pues bien, sin romper a nadie el suspense ( no incurriré en la clásica venganza del acomodador: “El asesino es el mayordomo”), estamos ante una película recomendable, aunque forzada al límite en aras a la adoración del detective Hércules Poirot y de quien lo encarna, el propio Kenneth Branagh (que para eso es el Director, faltaría más).
Veamos.
1.Lo cierto es que, habiendo leído en la juventud la novela homónima sobre el asesinato en el trayecto de Estambul a Calais, de un viajero en su compartimento del tren, que lleva al detective Poirot a investigar mientras el tren permanece atascado en la nieve, me tropecé con algunas sorpresas que lo distancian del personaje en la novela original :
- Con un Poirot que antes era rollizo y ahora hasta resulta atlético ( a juzgar por como corre en persecución de un sospechoso).
- Con un Poirot que antes era sabio y ahora resulta pedante
- Con un Poirot que utilizaba el método y sus células grises, y que ahora está obsesionado con el orden y la simetría, hasta el punto de medir compulsivamente los huevos pasados por agua, que deben serlo cuatro minutos, pero luego no los come (¿?).
- Con un Poirot que solo amaba la tertulia y que ahora está enamorado e inspirado por su amada de la que nada sabemos mas que los suspiros de aquél.
- Con un Poirot de fino oído y atención que no escucha el necesario alboroto del crimen que sucede durante la noche al otro lado de su compartimiento.
- Con un Poirot que suele explicar a todos los sospechosos en la traca final, su método de resolución de forma ordenada, y ahora asistimos a un Poirot que, posiblemente por razones de tiempo de metraje de película da la sensación de resolver el rompecabezas encajándolo a machetazos, donde las piezas sobrantes se recortan o encajan a golpes.
- En fin, con un Poirot que se aproxima a Sherlock Holmes en la excentricidad, al Papa en la infalibilidad y a Salvador Dalí en sus ínfulas y bigote de manillar de bicicleta.
2.Así y todo, la obra, dirigida por el propio Kenneth Branagh mantiene fidelidad a la esencia de la novela en tres hallazgos.
El legendario tren de locomotora y vagones de mediados del siglo pasado que discurre por parajes nevados asombrosos y que queda bloqueado, para propiciar que Poirot investigue, pregunte y nadie huya. Unos paisajes y una puesta en escena del tren impresionantes con uso de imágenes panorámicas y un traqueteo con estela de humo que nos traslada eficazmente al paraje.
La trama y sus protagonistas, que alcanzando el número de doce sospechosos consigue no confundir al espectador sobre su papel en la historia, al tratarse de un elenco de actores de lujo.
Y el desenlace, debido a la lucidez de Agatha Christie, que no deja indiferente al espectador, y que consigue lo que el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge llamaba “suspensión de la incredulidad” para referirse a la voluntad del lector o espectador de dejar fuera el sentido agudo y crítico para creerse la trama o historia, por la habilidad del autor de tejerla como verosímil.
El discurso final de Poirot y su actitud reflexiva al encontrar la solución al caso, que el mismo califica de “conclusión perturbadora” sobre su idea de la justicia, resulta espléndido y demuestra como hasta el propio Poirot, fanático del orden, sucumbe ante el pragmatismo y el conflicto entre deber y corazón.
3.Eso sí, lamento algunas dificultades de inmersión plena, quizá manías mías. Entre ellas, la dificultad para encajar el rostro atildado de Kenneth Branagh en el orondo de Poirot, o la existencia de tantos y tan buenos actores haciendo cameos de protagonistas, que tiende a distraernos (quien son realmente se solapa sobre el personaje que representan).
También confieso que me distrae las numerosas veces que se cita por los personajes el aposento del tren como “compartimiento” en vez de “compartimento” y aunque ambas expresiones según la Real Academia de la Lengua son correctas, no entiendo que se utilice en esta versión aquélla mas propia de los países latinoamericanos.
En fin, que salí complacido del cine, y suspirando por ese viaje en el Orient Express, que nunca haré, pero algo me ha aportado la película de tan bello sueño.
En suma, un cuento tragicómico de Navidad que no puede pasarse por alto en tiempos en que las películas de suspense pierden terreno frente a películas de efectos especiales y tramas insulsas.
Esto es como cuando en la ópera se hacen montajes modernos para una representación del mismo libreto que en su día escribió su autor. Para mí, las óperas con montaje moderno son bellísimas y demuestran que el talento también evoluciona. No por ser un montaje nuevo deja de respetar la esencia de la ópera y a veces, incluso emociona más y eso que usa menos medios. Mucha gente se escandaliza y rechaza esos montajes nuevos. Pero no hay que tenerles miedo, puede que sean mejores que los «tradicionales».
Mi Poirot favorito y al que estoy acostumbrada es David Suchet, pero ahora está más en otras cosas y lamentablemente, no es eterno. Doy la bienvenida a los nuevos Poirot, porque Poirot y el Orient-Express son inmortales y me seguirá gustando ver las historias en las que aparece («numerus clausus») reinterpretadas. Yo veo a Poirot-Suchet con regularidad en la 8.
Me gustaMe gusta
Gracias por desmenuzar tan hábilmente la obra de mi escritora favorita, Agatha Christie. Vuelvo a leer «Asesinato en el Orient Express» hoy mismo.Un saludo cordial
Me gustaMe gusta