Lecturas y libros

Don Quijote jubilado

descargaLeyendo El Segundo Diario Mínimo, de Umberto Eco (1992), que recopila ingeniosísimos ensayos y relatos, me tropiezo con la conjetura de que un editor actual recibiese El Quijote para su posible publicación, y el juicio que merecería.

Veamos.

Don Quijote, Miguel de Cervantes

El libro, no siempre inteligible, es la historia de un gentilhombre español y su criado, que van por el mundo persiguiendo ensoñaciones caballerescas. El tal Don Quijote es un poco loco (su figura está magníficamente concebida; en verdad, Cervantes sabe narrar), en tanto que su criado es un simple (dotado de cierto y tosco buen sentido) con quien el lector no tarda en identificarse y que procura desmitificar las fantásticas creencias de su amo. Hasta aquí el argumento, que se desenlaza con algunos buenos efectos y con no pocos divertidos y jugosos episodios. Pero la observación que deseo formular trasciende el juicio personal sobre la obra.

En nuestra afortunada colección económica “Los hechos de la vida”, hemos publicado con notable éxito Amadis de Gaula, La leyenda del Graal, El romance de Tristán, Las trovas del pajarillo, etcétera. En estos momentos tenemos opción para editar Reyes de Francia, del jovencito di Barberino, libro que a mi juicio será el éxito del año. Ahora bien: si nos decidimos por Cervantes ponemos en circulación un libro que, no obstante ser muy hermoso, mandará al traste lo publicado hasta ahora y hará pasar a todas esas otras novelas por tonterías de manicomio. Comprendo la libertad de expresión, el clima de rebeldía y demás cosas por el estilo, pero no podemos coartárnoslos nosotros mismos. Tanto más que este libro me parece la típica obra única: el autor acaba de salir de galeras, tiene la salud maltrecha, no sé bien si le han cortado un brazo o una pierna y no da impresión de estar dispuesto a escribir otro. Yo no querría que, por buscar novedades a cualquier precio, comprometiéramos una línea editorial que hasta ahora ha sido popular, moral (digámoslo también) y rentable. Rechazar.

Este brillante fragmento me recordó una confesión del cantante Rubén Blades que vio rechazada inicialmente por una poderosa discográfica su canción «Pedro Navaja», porque duraba mucho (más de siete minutos) a lo que Rubén ironizaba: « Si esas gentes hubiesen sido los editores de Don Quijote, hubiese salido un pasquín. Le hubiesen quitado a Sancho Panza, por gordo, o lo habrían cambiado por un galán como Tony Curtis, solo habrían dejado la parte de Dulcinea, pero sobre todo, le habrían quitado buenas hojas porque la gente no iba a leer algo tan largo«. Personalmente, creo que le hubiesen dicho: «Oye, Miguel, quítale las frases largas, las poesías, las enumeraciones que pasen de tres, las citas de obras de caballerías, las alusiones al clero y dile al lector el lugar de nacimiento de Quijano, y sobre todo, rentabilicemos la obra haciendo que Don Quijote se reponga de la caída del choque con el molino bebiendo una coca-cola».

Me resulta maravilloso como pasa el tiempo y como pasan los gustos. Es increíble que un texto como el Quijote, publicado en 1605 ha sido objeto de lectura y adoración casi cuatrocientos años, y en la última quincena ha sufrido la indiferencia o repulsa de los adolescentes e incluso mayores.

Captura de pantalla 2018-01-16 a las 17.08.35Como la suerte de las viejas enciclopedias que decoraban los salones, El Quijote de nuestra infancia o nuestros padres aguarda cerrado en la estantería. Mis intentos de que mis hijos lo lean han sido nulos. Incluso he intentado colar su interés mediante relatos cortos, en formato tebeo o comic. Nada de nada.

Es verdad que en mi infancia era un libro de lomo rojo y letra pequeña que se me hacía insufrible. Al rechazó ayudó que lo recomendasen los padres escolapios que tampoco lo habían leído. Me quedaron de recuerdo los fragmentos leídos relativos a la anécdota de los molinos, la liberación de los galeotes y el manteo de Sancho en la ínsula Barataria. Sin embargo, me propuse a los dieciocho años leerlo y tamaña proeza la conseguí al cabo de varios meses porque confieso que se me atragantaban algunos tramos líricos y bucólicos, y la consulta al diccionario me resultaba extenuante. Pero como el alpinista que consigue llegar al picacho anhelado, lo conseguí. Y estoy agradecido.

Por eso me pregunto por las razones de su pérdida de atractivo para los jóvenes, y creo que las aventuras de Don Quijote son naderías que no impresionan a los viajes galácticos, los ladrones cuánticos o cualquier jueguecito por ordenador. Además, el Quijote no puede competir con la oferta audiovisual, ni con internet, ni con las limitaciones de un día que solo tiene 24 horas.

¡No saben lo que se pierden!

En fin, al menos conservaré mi recuerdo tierno a las figuras de Quijano y Sancho, que curiosamente encarnan los arquetipos en que suelen dividirse las posiciones ante la vida, la idealista y la realista. Y me propondré releerlo… para aumentar las estadísticas, al menos.

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