Eso que se llama el espíritu navideño me parece maravilloso. Sé que la Navidad es consumista, repetitiva, artificiosa y llena de clichés, que ocultan su original significado religioso, pero me encanta. Una atmósfera sana, una burbuja de ilusión en un contexto de noticias desagradables, de política rastrera y de enfermedades y desgracias acechando. Veamos el regalo de pequeños placeres que supone y al que no debemos renunciar ( y no me refiero a los regalos materiales de cosas que queremos pero que no son esenciales).
Me encanta porque eso de la “lotería” genera ilusión en las personas pero sobre todo porque abre puertas de contacto entre familiares y amigos o compañeros de trabajo que intercambian ese décimo o billete como guiño de complicidad, de que todos vamos en la misma nave. Esos billetes de lotería o participaciones que recibimos o entregamos son el cordón umbilical que nos mantiene unidos a otros y nos recuerdan que algo nos une. La participación se regala o se comparte, y es un club selecto de los que también comparte trabajo, afición o amistad. Se comparte un sueño remoto pero una realidad presente: que importamos a alguien y nos gustaría no disfrutar el posible premio en solitario, sea Gordo o delgado. No parece mucho, pero lo es en los tiempos que corren.
También me encanta la Navidad porque la gente menuda, los pequeñuelos con vacaciones escolares, abren los ojos como platos cuando ven nacimientos, luces, anuncios navideños… quizá una de las situaciones que todos recordamos con ternura ya que por desgracia la vida pronto nos abre los ojos, apaga las luces, oscurece los colores y nos cuesta cada vez mas soñar.
Y como no, me encantan las reuniones familiares, de grupo y con mantel, donde se sientan afectos, filias y folias, unidos por ese tronco familiar y el sentido de clan se robustece. Es momento de dejar las rencillas aparcadas, el revólver a la entrada y ofrecerse dispuesto a sonreír, reír y hablar, y aprovechar para reflexionar cuando coinciden tres generaciones en la misma mesa, sobre la belleza de esa estampa familiar y constatar como “corre el escalafón” de la vida. A veces hay momentos tristes por los que no están, o temor por los que otro año no estarán, pero es una ocasión que no se debe perder.
También hay las pequeñas libertades y pecadillos veniales. Mas allá de las celebraciones con la familia, están esas comidas de Navidad con compañeros de trabajo, con amigos de deporte u ocio, con quienes tienen aficiones comunes… todos convocados y todos reunidos. Bello. Y como no, esa placentera autorización para “saltarse el régimen”, para tomar una copita, para quedarse despierto mas horas de las debidas, para intercambiar chascarrillos y bromas… Una ocasión para saltarse las normas con la bula navideña.
Por si fuera poco, en España disfrutamos del “tres en uno”. Tres bloques de ágapes encadenados.Nochebuena y Navidad, Nochevieja y Año Nuevo, y Día de Reyes. Una montaña rusa de emociones.
¿ Y lo bonito que es hacer propósitos o fijarse metas, aunque sabemos que posiblemente no los cumpliremos?
Por último, me resulta muy reconfortante el trasiego de wasaps para felicitarse en vísperas de la navidad…¡importamos a alguien!,¡ qué sorpresa!… No me refiero a la remisión de vulgaridades, ocurrencias y otras ideas que se envían y reenvían tan frenética como irreversiblemente en esta época. No. Me refiero a las felicitaciones por wasap que permiten el saludo afectuoso y la cálida palmada a través de la pantalla. Es verdad que no tienen la magia de la clásica tarjeta Christmas que recibíamos o enviábamos con sosiego y artesanía; la última que escribí fue hace mas de treinta años, con caligrafía cuidada, imagen seleccionada, metida en sobre, con sello y depositada en esa cosa metálica y amarilla que se llamaban buzones; y además cargada de ilusión esperando despertar o alimentar las emociones propias de los corazones jóvenes. Ahora con el wasap todo es mas rápido, mecánico y frío. Menos solemnidad y menos suspense.
Por eso confieso que me sorprenden, o mas bien me dan lástima, las personas que abiertamente afirman que detestan la Navidad. Las respeto pero no las comprendo. Ya sé que las navidades no llenan las ausencias de seres queridos, ni sanan enfermedades ni solucionan problemas económicos. Pero no se gana nada quejándose y se pierde mucho por no mirar el arcoíris del invierno que suponen estas fiestas.
Como en esa ilusión óptica de la foto se trata de ver el león entre las discretas cebras.
Es cierto que pronto pasarán las Navidades y la dura y fría realidad de la rutina se abrirá paso… pero…¡ que nos quiten lo bailao!
Al menos nadie debe quitarnos el poso de sosiego tras las navidades, el regusto de haberlo pasado trepidante pero con ganas de calma. Nadie aguantaría un año con “navidades” diarias y a tiempo completo. No solo no hay “cartera” que lo resista, sino tampoco “estómago” ni “corazón”. Pero eso no quita que nos esforcemos un poco en que, tras finalizar este período navideño, no nos sintamos obligados a ser cínicos, malhumorados y distantes. No está prohibido ser amable, sonreír ni tener ilusión el resto del año.
Al contrario, es mas saludable…¡ y no necesitamos que el calendario nos diga cuando tenemos que serlo!
Feliz Navidad para todos.
Me gustaMe gusta
¡Felices fiestas para ti también! ☺️ Y que el 2019 venga lleno de buenos momentos para todos.
Un abrazo.
Me gustaMe gusta