Claves para ser feliz

Mi reino por un café

owlYa estoy cansado. No solo triste por el hachazo de vidas, empleos y planes de personas, a merced de un puñetero virus. Cansado de estar en casa, pese a estar con la familia y mis libros -mi otra familia- , y con mi amigo, el ordenador. Hasta a quien le gusta la montaña rusa se cansaría si le mantienen dando vueltas unos días.

Pero más que cansancio por lo que tengo en casa, que al fin y al cabo, es la madriguera del hogar que siempre es fuente de calor y ternura, me canso de no tener lo que tenía fuera de casa.

Me explico. Nada ambicioso, soberbio ni lujurioso. No echo en falta ágapes, viajes, conciertos y festejos. Sencillamente echo de menos el «café de la mañana», no en el sentido portugués donde se identifica con el desayuno, sino en el sentido español de la pausa que se hace en el trabajo y que se dedica a un breve respiro en buena compañía para comentar sin prisa ni guión cualquier cosa que pase por la cabeza.

IMG_9535En mis 34 años de trabajo creo que una de las pequeñas rutinas placenteras que me permitían sobrellevar la carga laboral era el respiro con un compañero o amigo, para tomar un café y cambiar impresiones. Especialmente memorables eran los cafés matinales con mis compañeros de Coruña, durante seis largos pero estupendos años.

Tras la tregua, la vuelta a la batalla era más animosa, siempre que se ejerza ese derecho humano a elegir con quien tomar café y que a veces nos es arrebatado por alguien que te secuestra abusando de tu educación, pero que te lleva a tomar café mientras miras de reojo el reloj.

En mi última etapa laboral, ya que el café ha de tomarse en los aledaños del centro de trabajo, suelo tomar el café en el Chelsea Café Lounge en Oviedo, casi todos los días laborales en la misma hora aproximada, lo que tiene sus riesgos de previsibilidad pero las ventajas de saber que quien quieres que te encuentre lo hará.

photo0jpgEs una cafetería enorme, de dimensiones y porte de casino clásico, con un toque vintage unido a limpieza y modernidad, junto a personal que te atiende espléndidamente con el mejor estilo Cheers. Hasta nos resultan familiares otros clientes de mesas próximas, que miramos con la tranquilidad y familiaridad del visitante de un museo de cera.

 

El ritual comienza con hojear la prensa, y sigue con el café y un pincho de los que no engordan, mientras maese Antonio Arias y yo cambiamos impresiones.

Dicen los psicólogos que una taza de café caliente en las manos predispone positivamente al encuentro, la confidencia y la cordialidad. En nuestro caso, a las virtudes del café (aunque Antonio a veces toma té) contribuye nuestra amplia experiencia luchando codo con codo en el Argel administrativo en defensa de la Administración contra el infiel y las aventuras juntos por oficinas, despachos y foros varios. También tenemos ocasión de saludar a otros conocidos y amiguetes, con mano tendida y sonrisa fácil, pues es nuestro estilo; además esa sonrisa y la palmadita nos ayuda a compensar no identificar a algunos que nos saludan con afecto.

Durante el breve lapso del café nos reímos, enviamos un selfie a algún amigo que añoramos, planeamos la semana, cambiamos cromos de ideas y anécdotas y fraguamos reuniones y foros.

Finalmente, con el mejor estilo de la canción de los payasos, nos despedimos con un “Adiós, Don Pepito”, y «Adiós, Don Antonio», y cada mochuelo a su olivo.

5312d0f8-8949-4a51-ba5b-c75481763838Me pregunto si cuando esta crisis sanitaria pase, tendremos que tomar el café separados por una mampara o con mascarilla con un agujero por donde pasar una pajita, o si la tertulia estará marcada por el recelo de que en las proximidades aceche algún comanche cargado de virus. Claro que pensándolo bien, en el volumen de la cucharilla del café habrá unos cinco millones de bacterias y diez veces más de virus, o sea que hay que ser machote y no andar con remilgos.

Lo que estoy seguro es que nos tocará hablar de las secuelas de esta epidemia y de los daños colaterales en una administración que ya se tambaleaba. Hablaremos con más canas en la cabeza, más gramos en el cuerpo (y Antonio, con más nietos), y más tristeza por la prueba pasada… pero con más ganas de remar para remontar el turbulento río que se avecina. Y es que el café matinal, como decía Maruja Torres es como la vida misma, «siempre huele mejor de lo que sabe».

En fin, lo que ningún virus nos quitará es la nostalgia ni el derecho a soñar con disfrutar de las pequeñas cosas.  Y es que, si algo nos enseña esta epidemia, es a valorar más lo que teníamos. A sentirnos vivos antes de que sea tarde. Así que, parafraseando al general MacArthur, volveré al Chelsea a tomar café…¡ Salud, amigos!

10 comentarios

  1. Me encanta lo que cuenta, son esos pensamientos que me rondan en mi cabeza y que encuentro muy bien definidos en sus escritos.
    Gracias! Hoy leyendo sus palabras, me ha sacado e iluminado una sonrisa . Ojalá pudieramos muchos, tomar ese café con usted! Sencillamente, para disfrutar de un buen compañero. A mi marido tb le gusta mucho leer sus escritos. Ánimo , ya queda menos para poder salir , al menos, para dar un paseo!

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  2. Coincido plenamente contigo. Lo que mas echo en falta desde el primer día de la pandemia es el café de la mañana. Ahora las mañanas se me hacen eternas…

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  3. Genial. Es lo que más se echa de menos, realmente. Los cafés son fundamentales en la formación profesional y humana. Yo lo tomaba últimamaente al salir de casa en una cafetería cercana regentada por un napolitano. Buen café. Hablábamos de muchas cosas. Él estaba leyendo a Dante. La última quincena me dijo: «Creo que cerraré pronto. Esto va muy en serio». Su familia italiana ya le iba dando pistas, terribles pistas. Nostalgia de aquellas mañanas.

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  4. Gran artículo, como nos tienes acostumbrados, por otra parte…
    Creo que saldremos de este encierro valorando como se merecen muchas de las pequeñas cosas que nos pasaban inadvertidas; esas cosas que hacen que cada día sea, aunque no nos demos cuenta, un gran día.

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