Me comenta un amigo que el virus Covid-19 podría ser extraterrestre. Incluso que podría ser un primer ataque de los marcianos para limpiar el planeta antes de ocuparlo. Lo ha leído por internet y además lo corrobora con inquietantes whatsapp.
Me debe una por no mandarle a paseo sideral, pues atribuir la pandemia a los extraterrestres como parte de su estrategia bélica y que se difunda reclutando adeptos, confirma la afirmación de Einstein sobre que «la estupidez humana y el universo son dos cosas infinitas». Veamos.
Es cierto que existe una teoría científica minoritaria que sitúa el origen de la vida en el espacio extraterrestre (panspermia, o sea, que nuestro original material biológico o las moléculas orgánicas primitivas proceden de un meteorito o cometa que hubiera llegado a la tierra en el remoto pasado), pero que un virus similar a la gripe sea planificado desde un lejano planeta para sembrar el desasosiego entre los terrícolas, me parece extravagante por no decir estúpido.
Cuando sale el tema de si hay vida fuera de la tierra, suelo afirmar que si el universo es infinito (o no conocemos sus límites) hay que aceptar que entre las infinitas combinaciones de sustancias, gases y corpúsculos desde el inicio de los tiempos puede haber brotado algún tipo de vida en el espacio exterior. El ser humano sería muy soberbio de pensar que ha sido el único afortunado con el premio gordo de la vida. No sé quien decía, y me hizo pensar seriamente en ello, que «Tanto si estamos solos en el universo, como si estamos acompañados, la respuesta es inquietante».
Ahora bien, admitido que hay vida en algún confín del universo, a partir de ahí se produce un salto lógico errado, pues muchos piensan que si hay vida, esta es como la humana, con su lenguaje, sus aparatitos y su cómputo de tiempo, que les gusta la música o los deportes, e incluso por el impacto de las películas, nos imaginamos a seres con cabezota grande y ojos rasgados.
Sin embargo creo que ese contacto o encuentros en la tercera fase, resulta estadísticamente improbable, o mas bien, me parece imposible que el desarrollo de la vida en el sentido seguido por los terrícolas tras la creación de la tierra (hace 5000 millones de años), con el actual nivel de comunicación que tenemos, nuestra mente y sentidos, se correspondan casualmente con el que puedan haber alcanzado otros personajes extraterrestres en otro planeta remoto y distinto; además tendrían que haber evolucionado al mismo ritmo y manejar similar medio de comunicación.
Nos imaginamos encuentros como los de Colón con los indios al descubrirse el continente, y que salvaron sus distancias con signos, trueques y músicas. Pero no, ese nivel similar de desarrollo y comunicación en que confiamos al lanzar telecomunicaciones al espacio, es algo tan absurdo como si una hormiga moviese las antenas o lanzase ruiditos al exterior y confiase en que una ballena o una bacteria (cuya existencia desconoce, pero que también son vida), puedan comunicarse con ella y trabar amistad.
Eso me ha llevado muchas veces a pensar que lo de mandar objetos o señales al espacio exterior, encierra un inmenso riesgo, pues si su nivel de desarrollo es inferior al nuestro nada captarán ni entenderán, ni nos aportarán, pero si su nivel de desarrollo es muy superior, lo más posible es que, como la vida crudamente enseña, que los poderosos hostiguen, esclavicen o destruyan a los inferiores. ¡Cuantas mariposas han mostrado sus colores agitando sus alitas en señal amistosa hacia algo animado que agita una red en la proximidad!, ¡Cuantas arañitas hemos aplastado sin detenernos en pensar si nos quieren comunicar algo!
Curiosamente la película Mars Attacks (Tim Burton, 1996) juega con la idea de un encuentro de marcianos con los terrícolas, en que éstos les reciben ingenuos y gozosos, con banderitas y los brazos abiertos, pero aquéllos les atacan y matan a mansalva, hasta que cuando todo parecía perdido resulta que si los atacantes escuchan la canción Indian Love Call de Slim Whitman, su cerebro explota, y la paz regresa.
Es curioso que en la película » La Guerra de los mundos» (Byron Haskin,1953, inspirada en la novela de H.G. Wells, 1898), los desalmados e invencibles marcianos son finalmente víctimas de las bacterias que los humanos toleraban sin problemas.
Tampoco pensemos que podemos tomar atajo hacia la meta de conseguir esos contactos con los extraterrestres si conseguimos viajar al futuro. Ironizaba Stephen Hawking diciendo que «la mejor prueba de que la navegación en el tiempo no es posible es el hecho de no haber sido invadidos por masas de turistas del futuro» y es que si lo pensamos bien, por mucha tecnología que tengamos para asomarnos hacia el futuro, será mejorada por nuestros descendientes y por los descendientes de nuestros descendientes, y no parece que mis tataranietos me hayan enviado ningún mensaje. O al menos, no me entero de cómo abrir los mensajes.
En fin, que en vez de culpar del virus o de las desgracias que provoca, a los extraterrestres, mejor busquemos a los culpables en la tierra, y como principales sospechosos serían algunos políticos, porque por lo que dicen y hacen, parece que no son de este mundo y vienen a destruirlo.
Es más, por los derroteros que está tomando el planeta en las dos últimas décadas, entre pandemias, calentamiento global, belicismo o inteligencia artificial descontrolada, me temo que si hubiera vida inteligente en otros planetas, ni nos abrirían las puertas del suyo ni visitarían el nuestro. Eso es lo más inteligente que pueden hacer.
La Humanidad (ese extraño ser ideal de babel formado de la amalgama de todos nosotros) hace tiempo que dejó de hablarse. Con su tendencia natural a la autolesión anda disgustada y desconfía de sí misma. Perdida, enfrentada, dividida y desquiciada trata de encontrarse y encajar sus trozos para decidir qué camino seguir y quién quiere ser. Pero, a día de hoy, se muestra incapaz de lograrlo. Porque según manifiesta, emulando el poema «Voces» de Antonio Porchia, «no hallé como quién ser, en ninguno. Y me quedé, así: como ninguno».
¿Virus, extraterrestres, vida inteligente superior o inferior a la nuestra? No, esa no es la verdadera cuestión pero nos lleva a ella. El problema, todos los problemas, está/n en la propia Humanidad. En su modelo mayoritario de sociedad (materialista, globalizada, deshumanizada, ciega a la preservación de la naturaleza frente al negocio y ajena a valores); en su orden de prioridades (la investigación, la sanidad, la educación y la cultura están en niveles bajos); en haber convertido al ser humano en mero instrumento y excusa (no en protagonista); en sus políticos que, más que gobernarla, la derivan hacia acantilados; en su ciudadano arquetipo (pasivo, acrítico e insensible a lo ajeno; seguidista o ideologizado por bandos; cómodo y complaciente con el poder; cortoplacista, poco reflexivo o mal informado; poco independiente y con escaso criterio propio); y en todos quienes (de una u otra forma) lo consentimos y toleramos.
Pero, la solución, todas las soluciones, pasan por la Humanidad. De ella depende el cambiar para solucionar. De ella depende el no hacerlo y poder desaparecer.
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