El Día Mundial del Libro (23 de abril) merece ser celebrado por múltiples razones. Para su lectura no necesitamos mascarilla ni lavarnos las manos cada vez que pasamos de página. Además, cada libro es un respirador… de aire fresco, y nos permite eludir el confinamiento… hacia donde la imaginación desee con ayuda de una buena narración.
En el Decamerón de Giovanni Boccaccio (siglo XIV), siete mujeres y tres hombres se turnan para contar historias durante diez días mientras se escapan de la Peste Negra que asolaba Florencia. Afortunadamente, hoy día no hay que suplir con relatos orales lo que nos ofrecen los libros, puesto que no tenemos que salir para comprarlos, ya que solemos dejarlos en rincones y estantes aguardando una lectura que no siempre llega, e incluso podemos comprarlos instantáneamente online en formato electrónico
No se diga que esa lectura la suple la televisión pues tampoco una película de amor puede suplir la emoción de la lectura de una carta de amor o la ensoñación del enamorado. El único ámbito donde la televisión aventaja crudamente a la ficción es en las noticias al informarnos sobre la epidemia.
Por eso, la manera de celebrar el día del libro no es la lectura frenética durante la veinticuatro horas para volver al letargo hasta otro 23 de abril, sino sencillamente detenerse a examinar el pequeño fondo editorial que todos tenemos, a mirar los lomos, títulos, abrir y hojear, levantar la vista, suspirar y recordar (algunos tenemos la mala costumbre de subrayarlos), y luego separar un grupito para colocarlos en la rampa de lanzamiento. Con eso basta como homenaje, con planificar hoy la lectura de mañana.
Acepto que pertenezco al selecto club que sucumbimos al placer de humanizar los libros. Y por eso confieso que a mí con el Día del Libro me sucede como al personaje de Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carrol) que celebraba con el sombrerero loco su incumpleaños (se celebraban las fechas “no” coincidentes con el cumpleaños), y en idea similar, malos serán los restantes días del año que mis ojos no pasen el escáner mental por un libro para rendir homenaje a su autor y darme yo el un homenaje de su lectura.
En suma, cuando en estas fechas se hablaba de los bienes esenciales, creo que los libros merecen un lugar de honor, como alimento del alma, fuente de reflexión y sano entretenimiento. Y por eso, cuando pase esto, bueno será no perder el hábito de la lectura y bueno será agradecer a los libros su compañía, trayéndoles nuevos amigos y no abandonarlos hasta otra reclusión.
Mi casa está llena de libros, tengo la mala costumbre de subrayarlos!! En cualquier momento, vuelvo a abrir sus páginas, para volver a comunicarme con lo que algún día subrayé!! Siempre vuelven a hablarme! Y muchos de ellos me han alumbrado mi alma y ánimo!!
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