Claves para ser feliz

No discutir: cuestión de supervivencia

Sentado en una terraza “con mis soledades” y mi café, observé como en la mesa inmediata se sentaron cuatro amigos de edad madura. Digo amigos por aquello de que llegaron juntos y compartían mesa, aunque a los pocos minutos, uno de ellos gritaba hablando de las vacunas, otro culpaba al gobierno, el tercero defendía algo que no se entendía y el cuarto protestaba para hacerse oír. Una pequeña torre de Babel.

Pensando en eso recordé el chiste del anciano de 90 años al que le preguntan por el secreto de una vida tan larga y responde: “No discuto con nadie”, y le replica: ¡Hombre, no será por eso! Y el anciano responde: «Pues no, quizá no es por eso».

Cuando era más jovencito, atolondrado e impetuoso solía unir dos sustancias explosivas. La ignorancia y la intolerancia. La ignorancia pues creía saberlo todo y la intolerancia pues creía que los demás no sabían nada. Además era cabezota. O sea, miro hacia atrás y no me reconozco.

Con el tiempo, con las lecciones que da la vida y las sorpresas, buenas y malas, me he vuelto más tolerante, aunque mantengo un núcleo de intolerancia, paradójicamente frente a los intolerantes (¡¡).

Y desde luego que he aprendido a reservar las discusiones para el ámbito profesional, porque entra dentro del sueldo defender el criterio. Pero fuera de ese reducto para la guerra de ideas, cada vez escucho más y discuto menos. ¿La razón de esta actitud?

Pues admito que de la discusión sale la luz, pero solamente si se discute con quien está dispuesto a cambiar de opinión. Y ello porque me percato de la razón que tenía Don Miguel de Unamuno cuando decía que en España no puede hablarse del “español medio” pues todos eran extremos y radicales. Pocos escuchan y los que escuchan no están dispuestos a cambiar.

Además, me maravilla lo pronto que convertimos el rumor, la noticia, el mensaje de redes sociales o el ruido mediático en verdad intocable. Nos sentimos invadidos de la verdad y la defendemos. Es digno de reflexión, lo demostrado por los psicólogos, sobre tres actitudes inconscientes:

1ª Que tendemos a prestar mayor atención a la información chocante, extraña o siniestra.

2ª Que esa información, al llamarnos la atención, la memoria la atesora y además tendemos a compartirla con mayor facilidad.

3ª Que esa información, por el solo hecho de asumirla y difundirla, por el llamado sesgo de confirmación, tendemos a sostenerla y defenderla.

De esta manera, todos contribuimos a la ceremonia de confusión y a generar espacios de debate como gallos de pelea, y además apelando todos al sentido común, pero como decía Don Miguel «hay personas tan llenas de sentido común, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio».

A todo ello se suma que para discutir hay que contar con las mismas reglas del juego sobre hablar, escuchar, contrastar y avanzar, y sobre todo, con respeto. Para poder discutir y atreverse a hacerlo con vehemencia, hay que haber reflexionado previamente, lo que por desgracia, tampoco es algo frecuente. Por eso, discutir con idiotas o fanáticos es un mal negocio. Y por eso, pienso que no debe alzarse la voz ni repetir en círculos la argumentación, cuando el contrario vuelve al punto de partida de su propia verdad.

Mejor responder con el silencio, con una sonrisa, o un cambio de tercio. Hay que huir de quien cree que tiene toda la razón, y si la defiende con vehemencia, todo está dicho.

Y no digamos si alguien pretende discutir con nosotros a través de las redes sociales, donde el debate se vuelve incontrolado y donde el anonimato o la espontaneidad frecuentemente impiden una discusión ordenada y respetuosa. Admito que internet me ha permitido bloguear y comunicarme hacia el infinito, y además me ha permitido escuchar voces sabias u ocurrentes, lo que me ha enriquecido en apertura de miras, además de ayudarme a ser más modesto y abierto a la equivocación. Sin embargo, personalmente rechazo “el cuerpo a cuerpo” en inútiles discusiones y prefiero dedicar tiempo en soledad a pensar sobre esos comentarios lúcidos y generosos que internet ofrece y que tanto me enseñan.

Me temo que muchos participan en las redes sociales como quien va una discoteca invitado al aquelarre: entra, salta y sale, sin cambios en su vida. Participan con la máxima del buzo en las profundidades del océano: «No te dejes nada, no te lleves nada». Quizá tenía razón Don Miguel en su viejo artículo periodístico titulado “La necesidad de pensar”

¡Hay tanta gente que no siente la necesidad de pensar! Y cuando a estos desgraciados se les quiere excitar a que piensen, se irritan. No sé a quién le he oído que si a un eunuco se le administra una droga afrodisíaca, no se consigue sino irritarle el organismo y acaso provocar una violenta diarrea. Conozco diarreas mentales, de sentido común, que tienen un origen análogo.

Y si usted no está de acuerdo conmigo, pues no voy a discutir con usted. Quizá está usted en lo cierto pero también lo está quien no opina igual. A ver si así logro vivir más…

6 comentarios

  1. me siento tan infinitamente representado y tan de acuerdo……
    yo añadiria: y cuantas discusiones que eran justas se nos han vuelto en contra y hemos quedado demonizados !!!
    como dice un chef de un programa de tv catalunya cuando acaba cada plato: “brutal”. Cuanta razon, JR

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  2. Aunque usted siempre ha sido puntual, cada fin de semana me sorprendo al encontrar un nuevo capítulo de Vivo y Coleando en mi buzón de correo electrónico. Cada vez, una nueva, corta, pero enjundiosa plana llena de interesantes observaciones de lo cotidiano, de lo general, de lo particular, de lo serio, de lo jocoso. No sé cuan joven sea usted, pero manifiesta la experiencia de quienes ya se nos considera cargados de años. No discutir es sano y beneficioso para los intervinientes. Las úlceras de estómago lo agradecen, las amistades permanecen rozagantes, las opiniones -falsas o veraces- perviven. Todos pontifican y todos contentos. Gracias por los apuntes de don Miguel, gracias por dedicarnos algo de su tiempo.

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  3. Admirado, amigo, con los años yo también he templado y forjado mi carácter para reír más y discutir “ naimenos”. Un abrazo, María

    El El sáb, 24 abr 2021 a las 12:15, Vivo y Coleando escribió:

    > JR Chaves posted: » Sentado en una terraza “con mis soledades” y mi > café, observé como en la mesa inmediata se sentaron cuatro amigos de edad > madura. Digo amigos por aquello de que llegaron juntos y compartían mesa, > aunque a los pocos minutos, uno de ellos gritaba h» >

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  4. No por casualidad la acepción del término discutir que ha triunfado en esta sociedad es la…peyorativa. Es decir, la asociada a la idea de lucha, disputa, contienda, altercado, pelea, batalla, pugna, hostilidad, acaloramiento… La pérdida de precisión y de matices en el uso del idioma. El paralelo empobrecimiento del pensamiento (a menor capacidad de expresión menor capacidad de comprensión). La sustitución del esfuerzo (de la lectura y el estudio) por el entretenimiento (pueril y pasivo). El cambio del libro (que requiere atención, comprensión y reflexión) por la pantalla (que piensa por ti). El dejarse llevar (por las redes sociales) y arrastrar por la marea (tramposa) del bulo. La devaluación absoluta de las formas, la educación y la verdad (consideradas como valores menores que debilitan) y el protagonismo militante de la falacia, la ficción, el grito y la sordera (como armas destrucción masiva del debate). Explican la lamentable victoria de esa bélica acepción (de choque, refriega, imposición y ataque…) por incomparecencia de cualquier otra más positiva (analizar, dialogar, estudiar, deliberar…).

    Posibilitar el cambio de este –agrio, desabrido y lacerante- sentido negativo que domina el término, pasa por cambiar su objeto –que no debe ser una lucha de poder, ni una victoria, sino el avanzar gracias al otro-, suavizar formas, tonos y ruidos –educación, tolerancia y respeto-, abrir los oídos –a escuchar al discrepante-, tomar la senda conciliadora del debate enriquecedor y constructivo, reivindicar el valor de la razón y la palabra, y, con ello, la búsqueda de la verdad.

    Pero, mientras eso pasa, si es que pasa, solo la vacuna del aprender a parar y del evitar discutir nos hará inmunes a agresiones, insultos y daños y nos permitirá sobrevivir. Porque no se puede polemizar con el vacío –Gustavo Bueno- y discutir con un hombre que ha renunciado al uso de la razón, es como darle medicina a un muerto -Robert Green Ingersoll-.

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