Hace poco, mis amigos y anfitriones madrileños me llevaron al restaurante madrileño Lucio (C/ Cava Baja, 35) donde tuve ocasión de degustar comida casera y sencilla, y escuchar al cálido Lucio como los grandes cocineros olvidaban remilgos y cocina de diseño para chuparse los dedos o rebañar sus platos de callos y huevos rotos.
Se confirma que los mayores placeres (y no solo los gastronómicos) siguen siendo las cosas simples y bien hechas, con cariño artesanal.
Entre los sabores y platos más simples, más evocadores y más funcionales, me atrevo a elogiar la tortilla de patata española y alzarla con mérito suficiente para calificarse como Patrimonio de la Humanidad por los servicios prestados, no ya por su reconocido servicio para afrontar la hambruna de siglos pasados sino porque en la vida cotidiana ha sido la mejor amiga del hombre (o la mujer, porque la tortilla no discrimina y es universal).
Justo es un sencillo homenaje para reconocer sus ventajas…
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En la infancia, el bocadillo de tortilla, bien el casero para la merienda o bien en la cantina del colegio, suponía mi fuente de energía primaria junto con una solitaria onza de chocolate. Es curiosa la memoria olfativa y de sabor que pervive de aquellos recreos masticando con placer inmenso aquellos bocadillos.
- En la adolescencia, el exiguo presupuesto llevaba a compartir con los amigos las tortillas de patatas, con sidra y vino.
- Una comida económica. Un plato con respuesta a todos los bolsillos.
- Una comida franca. La tortilla impostora (con aceite reutilizado, sin sal, inflada, reseca o artificial, a medio hacer o con huevo desinflado) se desenmascara al primer mordisco.
- Una comida solidaria. Un plato que bien troceado, en cuadraditos o tiras, permite compartirlo y servirse al gusto.
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Una fiesta visual. El plato que ofrece una maravillosa presentación, tan redondita, tan doradita, como un sol cálido y vitalista.
- El descanso del guerrero. El desayuno que servido en porciones acompaña en la pausa del café, matando el gusanillo y renovando las energías.
- Un plato agradecido porque, como los bocadillos, puede rellenarse de todo lo imaginable y con todo casa (chorizo, berberechos, bonito, calabacín, etc).
- Un plato con personalidad. Es increíble que con ingredientes tan simples se produzcan tan distintos resultados de consistencia, sabor y textura.
- Cuenta con un embajador gallego de lujo, la tortilla de Betanzos, un toque líquida y untuosa, con patata deliciosamente implicada, que en compañía de un albariño te acerca al apóstol Santiago sin moverte.
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Un plato que se lleva bien con todo. Cuando se trata de compartir raciones por un grupo, las tortillas son los planetas mas visibles del sistema solar extendido sobre el mantel.
- Un plato acróbata. Algunos se atreven a darle la vuelta a la tortilla en el aire para aterrizar en el sartén, para regocijo de quien asiste a la ceremonia.
- Un plato religioso. Cumple a las mil maravillas con las exigencias de ayuno y abstinencia.
- El plato de emergencia si te sorprende una visita inesperada. Una patata, aceite de oliva y sal, y a ello.
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De hecho, creo que en mis pocos pero aprovechados viajes a Londres, Los Ángeles y París, uno de los recuerdos mas añorados era la tortilla de patata, a la vista de los extraños hábitos alimenticios de esos pagos. Ahí me di cuenta que me sentía un tortilladicto, a juzgar por como disfruté a mi retorno al abalanzarme sobre una tortilla recién hecha.
- El viejo dicho, “contigo, pan y cebolla”, admite mejora con el “Contigo, pan y tortilla con cebolla” (una maravilla).
- Además en la compañía adecuada la tortilla de patata es afrodisíaca, incluso sin tortilla.
- De hecho, en mi querida Asturias, donde esté “una tortillina y unas sidras” allí estará un ambiente festivo, relajo y camaradería. En Oviedo me permito recomendar algunos restaurantes de comida casera, sabrosa y buen precio.
Recuerdo al profesor Martín Mateo, quien fuere Rector de las Universidades de Alicante y del País Vasco, quien comentaba jocoso que la mejor inversión española sería una cadena de tortilla española de calidad (¡auténtica!) que rivalizase con el Mac Donald´s.
También un amigo abogado penalista confesaba con humor negro que si fuese delincuente con la última cena en el pasillo de la muerte, no dudaría en pedir una auténtica tortilla de patata (y añadía que como en EEUU nadie sabe hacer una auténtica tortilla española, tendría asegurada la prórroga de la ejecución indefinidamente).
Eso sí, como nada hay tan bueno que no tenga algo malo, ni malo que no tenga algo bueno, y mi querida tortilla engorda, pues bien estará un poco de moderación y dosificación.
Los gaditanos inventaron el término «tortillogia» para definir la ciencia que estudia las tortillas en su sentido amplio, fundamentalmente, el análisis de las tortillas de papas, aunque también incluye las mixtas y las que tienen otros ingredientes, además del huevo.
Para ellos, gente de gracia y ocurrencia únicas, es importante estudiar la tortilla desde su composición huevaria. En este sentido defienden la paridad y aconsejan la ecuación: un huevo, una patata, para las tortillas. El único elemento “troncal” que establecen es que deben llevar huevos, patatas y un poquito de sal de las salinas de San Fernando, ya lo demás queda a criterio de la imaginación. Pudiendo tomarse fría o caliente o incluso templaíta a criterio del «tortillando».
Pero, la tortillología también sufre de males. El más común es el “mal de la emgollipona” que es cuando la tortilla, por carencia de huevos, está más seca que la hierba del campo del Sahara Club de Fútbol. Ocurre también, aunque con menos frecuencia, el problema contrario que es la “tortilla aguachisná” que es cuando se le ha puesto tanto huevo y tan poca papa que aquello, cuando se abre, es una sopita. Otras enfermedades tortillológicas detectadas es el mal de la “tortilla zapatúa”, esto es aquella cuyas papas se ponen como si fueran la goma de un neumático Michelín porque llevan ya varios días hechas. Por último también se está dando en los últimos años la aparición de tortillas “congelatis” y “refrigeratis” que se colocan como “tapatimo” en más de un establecimiento, sobre todo camufladas en bocadillos .
El mundo es una tortilla redonda de patatas. Hoy, admirado José Ramón, con su precioso homenaje literario, se ha doctorado en tortillología. Felicitaciones.
PD Salvando las distancias, y si me lo permite, sus blogs y las tortillas de patatas tienen algo en común: siempre tienen a alguien esperándoles y siempre ayudan a contrarestar la sinrazón que nos rodea.
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