Hay personas que encontrarían fallos a la Mona Lisa. También hay personas que siendo especialistas en una materia se atreven a pontificar sobre otras, como Abogados hablando de ciencia o Catedráticos de Matemáticas sobre periodistas, o taberneros sobre puentes, o similares.
Y está muy bien hablar y también es saludable criticar pero hay que saber criticar sin dañar. La crítica debe ser “constructiva” y no “destructiva”.
Así, para evitar que una conversación, reunión o negociación se convierta en una gresca entre personas y que el criticado no se sienta atacado, conviene tener presentes varias reglas.
1. Antes de criticar, reflexionar rápidamente si nuestra crítica la efectuamos por bien del criticado o para nuestro desahogo, lucimiento u otra razón. También debemos pensar si es algo realmente importante o si vamos a crear problemas absurdos con nuestra crítica sobre temas banales. En definitiva, se trata de tener el hábito de la empatía, para ponerse en lugar del otro.
2. Criticar la idea pero no a la persona. Si se personaliza la discrepancia todos saldrán malparados pues el debate se abrirá a la vida personal de los implicados en vez de centrarse en la idea objetiva.
3. Ahorrarse adjetivos groseros. No es lo mismo decir: “No es una buena idea” que es “una idea estúpida”.
4. Evitar términos absolutos: “Nunca haría eso, nadie comprenderá, jamás…”, o tajantes (“inaceptable”, “intolerable”…) etc. Y minimizar el problema en lo posible.
5. Mejor sugerir que ordenar, y son útiles las fórmulas condicionales (“yo cambiaría”, “quizá mejoraría…”).
6. Utilizar expresiones de suave presentación y si es posible tutear en vez del distante “Usted”, que aplica un matiz de censura: “Si yo estuviera en tu lugar”, “Quizás me equivoque pero…”, “No soy quien para opinar pero…”, “Es difícil no preguntarse la razón de…”.
7. Adelantar un elogio antes de la crítica: “Me gusta mucho, pero…”, “Es interesante, aunque quizá podría mejorarse…”, etc.
8. Adoptar un tono y volumen suave que demuestre respeto y posición de igualdad. Alzar la voz y amplificar la crítica revela hostilidad y prepotencia, y no ayuda a que se considere seriamente.
9. Si se habla desde una posición de poder (jefe, entrenador, autoridad, etc) hacia un grupo, cuidar de distribuir la crítica uniformemente y no ensañarse con uno solo.
10. Tras verter la crítica, dejar clara la ventaja de aceptar la opinión discrepante. “Y así mejorará…”, “Con ello se conseguirá…”, etc.
11. Y por supuesto si queremos empezar una frase diciendo: “No es por ofender, pero…”, o «No es nada personal, pero…», mas vale que nos callemos sin proseguir pues normalmente vamos a ofender por mucho que envolvamos el cuchillo en celofán.
Pero si es observamos que algo deja en evidencia a nuestro interlocutor (y le criticamos “realmente” por su bien), hay que evitar en lo posible que sea en presencia de otras personas y asimismo buscar el momento de menor tensión y mas sereno para poder ayudarle a retirar la venda de los ojos.
Es mucho mejor hacer preguntas que permitan que nuestro interlocutor vaya abriéndose paso a su error.
Y antes de emitir un veredicto, quizás es bueno adelantar nuestra condición de amigo y preguntarle si desea realmente conocer nuestra opinión.
12. Lo que nunca falla antes de lanzar una crítica a otra persona es preguntarse: ¿si estuviese en su lugar me gustaría que me abriesen los ojos con una opinión crítica?.
No es extraño que uno de los hábitos de las personas alegres es que evitan las críticas maliciosas.
Al final no está de más la recomendación bíblica: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mateo 7,1).
Y si no criticamos pero somos criticados maliciosamente, pues alguien pretende ofendernos con sus críticas, debemos sonreír con lástima e ignorarles. El problema lo tienen ellos ya que seguramente su actitud se debe a mala experiencias, miedos y prejuicios.