Hablar y comunicarse

Mal negocio ser un bocazas

ser un charlatanMentiría si dijese que nunca he sido un bocazas. También mentiría si dijese que no intento evitarlo.

A todos nos gusta hablar, o mas bien, nos gusta dejar que el cerebro tome las riendas de la lengua y decimos mas de lo que debemos. Y no digamos si nos ayudan unas cañas o vinos a soltar confidencias con quien no debemos (“in vino veritas”).

Además hoy día los sms y los whatsapp son lanzados de forma espontánea e irreflexiva y no tienen efecto boomerang porque cobran vida propia y la rectificación se hace dificilísima cuando se han enviado.

Y es fácil justificarse: tenemos libertad de expresión y además no hay que ser tímido.

Sin embargo, bien está contenerse para sentirnos mejor y perjudicar menos a los demás.

Veamos.

1. La libertad de expresión y tener ocurrencias, no nos autoriza a ir dando la turra a todo el que nos rodea, a contar las intimidades ajenas a otros o a proclamarnos poseedores de la verdad.

Quizá no le interesan al vecino del ascensor, al que comparte la espera en la parada del autobús o al compañero de trabajo que solo ansia acabar la jornada. Quizá ni siquiera le interesa nuestra verborrea a nuestros compañeros de mesa o familiares, y nos aguantan con mirada lánguida y corazón de Santo Job.

2. Además la lengua puede herir a los demás, por lo que decimos o como lo decimos. Un proverbio árabe recuerda que la herida de lanza se puede curar, pero la causada por la lengua es incurable.callarse como monos

No olvidemos que son menos las veces que nos arrepentimos de lo que hemos callado que las de lo que hemos hablado.

Y criticar sin ofender es difícil pero no imposible.

3. Por eso es conveniente no ser impertinente y no quedar como un patán.

Una cosa es hablar para preguntar que es necesario para satisfacer nuestra curiosidad y nuestro desarrollo personal, y otra muy distinta «hablar para que nos escuchen» y sentirnos predicadores de grandes verdades que, posiblemente ni sean grandes verdades ni tampoco importen mucho.

Hablo de esto porque me ha impactado lo que he leído que el general John Sedgewick, del ejército de la Unión, quien dijo sus últimas palabras en la batalla de Fredericksburg, decisiva de la Guerra de Secesión norteamericana y fueron:

 – No hay de qué preocuparse, muchachos. Esos tipejos de enfrente no le acertarían a un buey a esta distan…

Por algo, el actor John Wayne aconsejaba la utilidad de “habla poco, habla despacio y di lo jodidamente necesario”.

4. Así pues, no está de más meditar lo que se dice, y antes de decir algo de forma tajante o absoluta, refrenarse y decirlo con alguna cautela. Difícil pero si nos lo proponemos, iremos educando el hábito. ¡Ánimo!.

groucho

5 comentarios

  1. Sevach, tienes mucha razón en lo que dices.
    Yo hablo mucho, demasiado. Y el problema no es que cuando hablas dices a veces demasiado, sino que las personas muy habladoras no solemos escuchar, o escuchamos mal, pues estamos más preocupados por soltar nuestras opiniones que por oír las ajenas.
    Muchas veces, simplemente escuchando, quedas por un señor, aunque seas un auténtico imbécil, pues a todo el mundo le gusta sentirse importante, y que le escuchen, aunque no diga más que majaderías…

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