Hablar y comunicarse Hábitos saludables

No leemos la letra pequeña y tenemos problemas grandes

groucho-marx-2Me entero del dato que el 53 % de los murcianos contrata los seguros sin leer las pólizas previamente. Aunque creo que de ese 47% que dice leerlas mas de la mitad miente. Pero como autocrítica debo confesar que yo tampoco leo la letra pequeña de mis contratos por internet, de mis pólizas de seguro, del contrato de alquiler de coche, de la tarjeta de crédito bancaria, del encargo de reparación de mi vehículo…

Como tampoco leo por entero los prospectos de los medicamentos, ni las instrucciones de los electrodomésticos y artilugios tecnológicos (esas no las leo en ninguno de los «siete idiomas» entre los que debo buscar el español), ni tampoco las condiciones de descarga de documentos o datos de internet… Claro que ni me atrevo a leer el formulario de consentimiento informado antes de operarme, ni tampoco infinidad de facturas como las del suministro de la luz, inaccesibles a la comprensión humana.

Se ve que la letra ni con sangre entra. Pero veamos el abismo que rondamos….

how-to-complain-011.Se trata de un fenómeno universal, no solo de los murcianos ni de los españoles o europeos, como reflejaba una reciente noticia esclarecedora. Se trata de la empresa Purple, una empresa proveedora de servicios de Internet de Manchester, que ofreció WiFi gratis a cualquiera a cambio de que completase un registro y aceptase sus términos y condiciones, entre los que se incluyó el compromiso de dedicar 1.000 horas de su tiempo a tareas como limpiar baños portátiles en festivales, recoger excrementos de animales o retirar chicles pegados en la calle. Lo cierto es que 22.000 personas firmaron el formulario, pero la empresa para comprobar si realmente lo leían, añadió un mensaje final que indicaba que si alguien se percataba de la burrada o broma que estaba leyendo y les llamaba para avisarles, recibiría un premio sorpresa. Sólo recibieron una llamada.

2. Podemos aventurar varias razones que explican nuestra temeridad:

  • No tenemos tiempo. Las prisas son malas consejeras
  • No entendemos el galimatías y jerga de los contratos y prospectos. ¿De qué sirve leerlo sino se entiende?
  • Sabemos que nada que leamos nos apartará de nuestro afán de comprar o hacer.
  • Nos fiamos del vendedor o suministrador.
  • O nos sentimos apremiados a firmar el contrato por el propio vendedor, por la cola de espera, o a usar el equipo o tomar la medicina por urgencia.

imagesLuego vienen los problemas. Los sustos y sorpresas. Y los costes y perjuicios. Y las lamentaciones. Y como no leímos lo que debíamos pues no podemos quejarnos. Callar y tragar.

3. No tengo recetas mágicas frente a este problema. Y es que leerse toda estipulación o instrucción hasta comprenderla resultaría una tarea titánica, agotadora y hasta inútil.

Todo el afán de asociaciones de consumidores y normativa de protección se agota en que pongan las condiciones, requisitos y descripción del producto o servicio, y en que se someta a lectura del consumidor o usuario. El resultado son auténticos tostones y galimatías de estipulaciones de advertencias y trampas.

Lo que hace falta es lo que en la etapa medieval se advertía por Gonzalo de Berceo de hablar «en román paladino en el cual suele el pueblo fablar con su vecino». Y también simplificar las condiciones y advertencias, por aquello de lo breve si bueno, dos veces bueno y además se lee.

350px_gavel-ea45b3b87900f96925fa705bbb80df5c45edee4925379617810093371f958a2aTampoco estaría de más obligar a todas las empresas que, en los prospectos de advertencias o contratos, que excediesen de unas líneas, a subrayar en negrita y con mayúsculas la cláusula cuya aplicación mas quejas y reclamaciones o litigios ha dado por los clientes.

4. Pero si las cosas siguen como están, solo nos queda rogar que en los conflictos de interpretación de tales contratos, el juez, árbitro o autoridad de tutela de los consumidores sencillamente empatice y se ponga en lugar del usuario, e intente leer las condiciones, prescripciones o descripciones de la póliza, contrato o instrucción. Y si el juez o árbitro bosteza, se le nubla la vista, masculla o maldice… o se lleva el folleto para combatir el insomnio, pues… ¡¡ condena a la empresa !!

1Uno

NOTA SOCIAL.- Y sin letra pequeña en esta nota final, sin trampa ni cartón, me complace anunciar que el próximo día 1 de Febrero, Jueves, a las 19,00 horas tendrá lugar en el Foro Abierto de la prestigiosa Librería Cervantes en la C/ Doctor Casal, 9, en Oviedo, la presentación de mi último libro “No somos muebles de Clickea” (Ed. Amarante, 2017), a cargo de Ana Caro Muñoz (Gerente de la Universidad de Oviedo y poeta) y Félix Lasheras Mayo (Historiador y humanista).

Encuentro festivo y con firma de ejemplares, al que, por supuesto…

¡¡ Sois bienvenidos !!

 

2 comentarios

  1. Es cierto lo que comenta. Pero, si me lo permite, entiendo excesivo calificar de temerario el actuar del consumidor. Dicho sea con alguna salvedad. Siendo justos cabría recordar que el deber de claridad y comprensibilidad real de la reglamentación de este tipo de contratos y de la información escrita de este tipo productos, a la que sólo podemos adherirnos, viene proclamado desde hace muchos años por la normativa -europea y española- de consumidores -y de publicidad- y corresponde al predisponente y no al adherente. Otra cosa es que este deber legal sea sistemáticamente esquivado y soslayado.

    Su voluntario y provechoso incumplimiento, por tanto, debe imputarse a las empresas -predisponentes- que nos venden esos bienes y nos prestan esos servicios en tan oscuras condiciones (léase: bancos, aseguradoras, rentacars, farmacéuticas, fabricantes, eléctricas, telefónicas, etc.). No a nosotros, meros consumidores individuales y simples adherentes a su opaco y/o confuso contenido contractual y/o información, cuya única fuerza se limita al «take it or leave it» (lo tomas o lo dejas).

    Por otra parte, la responsabilidad en el mantenimiento de esta cronificada situación debe achacarse a la pasividad e inhibición de las autoridades -nacionales e internacionales-, sí, pero también de las Asociaciones de Consumidores, que han sido domesticadas por el sistema (en otros medios, por vía de subvención) y miran condescendientemente hacia otro lado.

    Por último, en relación a los efectos del reducido tamaño e ilegibilidad de la letra pequeña, alguna jurisprudencia – Audiencia Provincial de Zaragoza (sección 4ª), Auto 17.10.2017; Audiencia Provincial de Castellón (Sección 3ª) Auto 7.09.2017;Audiencia Provincial de Barcelona (Sección 11ª), sentencia 2.03.2017- viene interpretando que no pueden considerarse aceptadas las condiciones transcritas en letra microscópica, ni pueden entenderse que sean claras y comprensibles, máxime si para su lectura resulta necesario el auxilio de una lupa (como la que encabeza el artículo), o consideramos el contexto en que se ubican o los conceptos o términos que usan.

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  2. Como siempre JR Chaves aportando sabiduría y conocimientos jurídicos. Por ello, gracias.
    Me quedo con esta parte: “ Pero si las cosas siguen como están, solo nos queda rogar que en los conflictos de interpretación de tales contratos, el juez, árbitro o autoridad de tutela de los consumidores sencillamente empatice y se ponga en lugar del usuario, e intente leer las condiciones, prescripciones o descripciones de la póliza, contrato o instrucción…”
    Sin duda, el colectivo de Organismos y Autoridades que deben aplicar las normas y resolver los conflictos, también debería prevenir las consecuencias, obligando a los que abusan de la letra pequeña a jugar con reglas fáciles y asequibles para la comprensión del consumidor y ciudadano de a pie.
    Esperemos que así sea, AMÉN 😜. Un abrazo.

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