Juventud, divino tesoro

Yo también fui a EGB en los Escolapios

dosY a párvulos y primaria. Y llegó la EGB y el BUP, y la democracia, y nos hicimos mayores… y muy mayores. Y mirando hacia atrás sin ira comprobamos que la memoria es benévola y agradecida.

Por alguna extraña razón la etapa escolar queda tejida con chispazos, flashes y momentos de emoción. Emoción por premios, castigos o zozobras. Las anécdotas no faltan, pero sobre todo parece haberse evaporado el rencor inmediato, el agobio por los deberes, las horas de aburrimiento, el tiempo que no avanzaba y los aldabonazos de las hormonas.

En fin, pasé catorce años en el Colegio Loyola de los padres escolapios de Oviedo. Un Colegio etiquetado “de curas” pero con bastante atmósfera de libertad para los tiempos que corrían. Allí pasé buena parte de mi infancia y adolescencia, y les debo lo que soy en gran medida, de lo bueno y lo malo. Por eso, como especie de catarsis, con bajada a los infiernos incluida me he lanzado a volcar mis recuerdos de esa etapa en un libro autobiográfico, pero cuyas imágenes posiblemente se repitieron en los colegios similares de la época.

Al final debo dar la razón a Aristóteles en aquello que decía sobre que “las raíces de la educación eran amargas pero el fruto dulce”.

El resultado es la publicación de un libro significativamente titulado “Yo también sobreviví a la EGB” (Memorias de una generación sin cachivaches tecnológicos)- Editorial Amarante, 2016.

pensandoPor sus doscientas páginas desfilan mis recuerdos y experiencias de infancia y adolescencia en torno al Colegio, la visión de profesores y alumnos, salpicado de puntuales reflexiones y confesiones intimistas.

Tal y como advierto en el prefacio, el texto no pretende un ajuste de cuentas, ni reescribir la historia o de novelarla, sino sencillamente ofrecer un inventario de vivencias escolares, con una perspectiva subjetiva y posiblemente distorsionada por la liviana memoria.

Intuyo que lo allí dicho será familiar a estudiantes de otros colegios similares porque el período escolar deja huella en toda persona y el período histórico considerado dejó huella en la España que vivimos.

Vale, de acuerdo. No interesan las cosas del abuelo Cebolleta. Coincido en que el tiempo no puede perderse en leer manuscritos ajenos sobre vidas ajenas, pero nunca faltarán razones para asomarse a esta obra: ¿curiosidad?, ¿regreso al pasado?, ¿aburrimiento?, ¿insomnio?,¿nostalgia?

Y si alguien quiere añadir comentarios o anécdotas sobre la educación de aquélla época, en el Loyola u otros centros educativos, pues aquí está el foro abierto a los comentarios.

Gracias por haber llegado hasta aquí.

 

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