Leo la noticia de que un joven confesó a la policía haber roto los retrovisores de varios coches tras haber discutido con su novia.
No sé que culpa tenían los retrovisores, ni los dueños de estos coches para aguantar las vicisitudes sentimentales del muchacho.
Tampoco entiendo que ese mismo joven, tan sensible en sus relaciones de pareja, posiblemente ante la masacre de la discoteca de Estambul o la muerte de inmigrantes en las alambradas, no solo no pierda los estribos sino que ni siquiera levante la vista de su Smartphone.
No hace falta ser un psicólogo para percatarse que algo falla cuando la salida de las situaciones críticas de un joven es destrozar indiscriminadamente. Tampoco hace falta ser adivino para conjeturar que cuando sea adulto y tenga que aguantar la tiranía de un jefe, el capricho de un cliente o las manías de sus compañeros, por donde aflorará su protesta y como finalmente el sistema y la sociedad les dejará fuera por no aceptar las elementales reglas del juego social, que se llama civismo.
Es cierto que todos nos irritamos. Que cuando no podemos luchar contra una situación y la adrenalina brota o nos hierven las venas, nos sentimos en ebullición como volcán que tiene que dar salida a la presión.
No es casualidad que algunas multinacionales japonesas tengan en el vestíbulo el llamado “cuarto del desahogo” donde se encuentran varias figuras hinchables con el rostro de los directivos, a modo de tentetiesos, donde libres de cámaras y testigos el empleado puede abofetearles o patearles a su gusto. Después, ya calmado puede sonreír todo el día.
También es sabido que en el mundo jurídico los trastornos metales transitorios sirven de atenuante o eximente de responsabilidad penal, pero lo que comento ahora es la facilidad con que buena parte de la juventud solventa sus problemas con el mundo con actos que perjudican a los demás o destrozan bienes ajenos.
No es un problema de fisiología de células y hormonas que podamos culpar al organismo. No. Creo que es un problema de educación. ¿Por qué no suele darse rienda suelta a la furia rompiendo sus propias propiedades?.
En realidad esos adolescentes son niños grandes, que no han superado la etapa de la rabieta. Que no han aprendido a superar situaciones críticas o de estrés. Que no han aprendido que la vida da muchos reveses y que la opinión y vida de los demás importa.
Por lo que recuerdo de mi adolescencia, mas allá de las enérgicas sacudidas que le propinaba a la máquina de pin-ball cuando se tragaba la bola, mi cabreo con el mundo me lo tragaba yo pese a que sentía justificada mi irritación en múltiples escenarios: cuando no tenía dinero, cuando me atracaban los pandilleros, cuando perdía en los juegos, cuando pasaban de mí las chicas, cuando mis padres no me comprendían, cuando me sentía menos guapo y menos listo que otros, o cuando veía que otros tenían mas cosas con menos mérito. Y así era, me lo tragaba yo, o me aguantaban la tabarra mis amigos, o me fustigaba trotando y pedaleando, pero por lo que yo recuerdo, ni rompía mis cosas ni las ajenas.
Lo curioso es que ahora que me toca ser adulto, un domingo no muy lejano, al mediodía me crucé con unos jóvenes desastrados que posiblemente retornaban a sus hogares tras una noche truculenta, y que caminaban gritando por la acera, empujándose con miradas bobaliconas, y deteniéndose a patear la papelera y golpear las persianas metálicas a su paso. Se sentían los reyes de la calle y miraban desafiantes a los paseantes.
No creo que hubieran discutido con pareja alguna, sino que sencillamente mostraban su estado salvaje, pero debo confesar que cuando partieron un arbolito de cuajo, el que tuvo que hacer esfuerzos de autocontrol para no saltar sobre ellos, era yo.
Aunque el esfuerzo de autocontrol fue sencillo, no solo porque eran más en número y más jóvenes, y porque ser héroe con final feliz es cosa de películas, y porque a esas horas dominicales mi sentido de la sensatez y la supervivencia eran dominantes.
Creo que el autocontrol fue sencillo porque me he convertido en un experto en serenidad budista por la fuerza de las circunstancias. Me han enseñado mucho Hacienda, los bancos, las empresas de seguros y telefonía, la política rastrera que debemos soportar y cómo no, mis tres hijos que me ponen a prueba cada día. Solo espero conseguir que cuando crezcan no se desahoguen dañando ni destrozando. En eso estoy. En mostrarles el riesgo de que hay maneras de vivir que se convierten en maneras de sufrir.
Estimado, lamento por tí lo que comentas, te privas del placer de hacer lo que se debe hacer, aunque te rompan la cara los jueces, la policía o el sistema en general. Normalmente estos suelen ganar porque las personas «civilizadas» actúan como tú. Pero la realidad es que son unos cobardes y unos desleales, por ejemplo; ¿cuánto pensarías que «aguantaría» un bárcenas si verdaderamente hubiera Justicia? o ¿cuánto piensas que tardarían en actuar los jueces que ahora no actúan, si vieran que cambian las cartas? Somos nosotros con esa actitud los que les damos el poder. Difícil, claro, nadie quiere dar el primer paso porque pensamos (¿sabemos?) que si lo damos, al darnos vuelta atrás no habría nadie.
Que tengas/tengan buen año, abrazo
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Pues claro que hay que actuar por aquello del «silencio de los buenos»( Luther King), y que cada uno mire a su interior y decida. Yo tengo la conciencia tranquila.. y mira que es dificil con la que cae.. saludos
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Discúlpame Oscar pero no soy capaz de entender tu comentario. Lo achaco a mis notorias limitaciones, o, sencillamente, a que en este tema hablemos distintos -y distantes- idiomas.
En el contexto de lo que plantea el artículo, qué quieres decir con: 1. privarte de hacer lo que tienes que hacer ¿carecer de la capacidad de reflexión y autocontrol y dejarte llevar por los impulsos más primarios e inmediatos?; 2. ser una persona civilizada sin comillas: ¿la que saca su lado salvaje y resuelve sus diferencias a tortas por más que sea la lleve razón?; 3. ser un cobarde y un desleal ¿no entrar a la provocación de quienes sólo buscan y quieren para hacer daño?.
A todos nos gustaría tener «superpoderes» con los que reaccionar de inmediato frente a los abusos y injusticias que presenciamos. y, de esta forma, ser capaces (esta es la palabra clave) de poder solventarlos sobre la marcha. Pero lamentablemente realidad es muy diferente. No los tenemos. Somos pura fragilidad. Muy vulnerables. Y nuestra capacidad -y ¿poder?-, si es que los tenemos, son muy, muy limitados.
Por eso la primera lección que nos enseña la vida es a sobrevivir. Lo que supone una actitud realista e inteligente ante la misma. En ningún caso cobarde, pusilánime o condescendiente. Pues son los vivos (las personas que aprenden a «sobrevivir» a los ataques y agresiones de nuestra sociedad) quienes pueden (desde su conocimiento, experiencia, cultura, educación y valores) cambiar al mundo. Pero, siempre desde las habilidades que tengan. No de las que carezcan. Y dentro del ámbito adecuado.
El de Sevach son sus Blogs. Mediante los cuales se pelea a diario con el mundo para intentar cambiarlo y mejorarlo. Sus armas son su legendaria constancia, su indestructible fuerza de voluntad, su infinita capacidad de trabajo, su insobornable convicción en lo que hace y su infinita generosidad en compartirlo. Y a través de las mismas facilita la información, la opinión crítica, la reflexión colectiva, la agitación de conciencias y el debate público.
¿No es esta la definición de valiente (hasta la temeridad), de leal (hasta el extremo) y de civilizado (hasta donde llega la civilización?
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Estimado Felipe, como bien dices cada uno tiene sus armas, la mía es la provocación que a veces te lleva a la reflexión y otras a la justificación, tú eliges
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Detrás de muchas de las conductas antisociales más dañosas están el alcohol y las otras drogas. Lo de el alcohol es para replantearse mucho qué nivel de tolerancia social damos a una droga tan adictiva. No soy partidario de prohibir, pero somos una sociedad abotargada y limitada en sus potencialidades por causa de nuestro gusto por la evasión de la realidad. Una tragedia cuyo coste pagamos todos. No hay consumo responsable de algo adictivo cuando la responsabilidad se está forjando. Saludos y feliz año.
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Estimado Oscar, se te ha olvidado mencionar a la indiferencia y el silencio como opciones naturales frente a la provocación. En el silencio hay fuerza. En la no reacción, hay poder y hay valentía.
Afectuosos saludos
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Estimado Felipe, si me permites, has colado la indiferencia en forma incorrecta. El silencio y la no reacción son virtuosos/as, la indiferencia no lo creo.
La no reacción, sea física o verbal, técnica budista por demás, debe ser acompañada de la observación como camino para acercarnos a la sabiduría. Y esa observación pura, incluye como no reacción, el no juzgamiento.
El estimado JR no ha cumplido ninguna de esas premisas según su relato.
Reaccionó juzgado a los chavales, hasta el punto de prejuzgarlos sobre su comportamiento en hipotéticas y diversas situaciones.
Reaccionó físicamente ya que tuvo miedo o por lo menos respeto a la situación, lo que seguramente le provocó, por más que no lo relate, reacciones respiratorios y químicas, alteración de su ritmo respiratorio, cardíaco, quizás sudoración, etc.
Reaccionó ya que se llenó de ira ante el daño que provocaron.
Todas esas son reacciones de nuestro ego y de nuestro cuerpo.
Somos egoístas cuando tememos, porque no queremos sufrir, tener dolor, etc y etc
Somos egoístas cuando tenemos ira ante la maldad de otros, porque las cosas no son y no se producen como nosotros queremos.
El camino de la observación lleva, como decía Buda, a la sabiduría.
Y la reacción que debemos lograr es la de la empatía y la de la compasión.
La empatía con el sufrimiento de los chavales que los lleva a expresarse de esa forma violenta, agresiva, exteriorizando su frustración.
La compasión hacia ellos y hacia el arbolito dañado, dando un ejemplo de amor y ternura que quizás, por más que no sea en uno solo de los chavales, puede serle un ejemplo.
Esas son reacciones evolucionadas.
El criticarlo por no ser o estar civilizados es resabio de nuestra frustración ya que lo contrario sería reconocer nuestra cobardía, somos civilizados por “cobardes”.
Tememos a hacienda a que nos quite nuestro patrimonio; los bancos, las empresas de seguros y telefonía, por medio del sistema perverso y de coacción que nos imponen (curioso porque ese sistema es consentido por jueces y fiscales sino no existiría, ah vale, es el autocontrol, son muchos y muy grandes); la política rastrera por el maltrato, expolio, chantaje y opresión que hacen sobre los ciudadanos (más curiosidad, ya que esto es similar a lo que hace el sistema judicial con los mismos ciudadanos, utilizando unas leyes o normas menores, injustas, perversas, abusivas, que violan los derechos fundamentales, los principios del derecho, los Tratados internacionales, la Constitución, etc, todo ello para “proteger” a los anteriores (bancos, empresas de seguros y de telefonía, políticos rastreros, etc). En todos los casos respondemos por temor a ser embargados, sancionados, reprimidos por el derecho penal, administrativo, etc y etc, por eso somos “civilizados”.
Ya que para poder lograr ser evolucionados, debemos ser libres, solo ahí el humano tiene abierta la puerta de la evolución. Sin libertad no hay evolución y en este sistema perverso, parasitario, chantajista y esclavista no existe esa libertad, por más que se declame a viva voz.
Lo que habría que saber es si esos chavales son auténticos rebeldes o son simples gamberros. La estadística nos dice que el amigo JR se equivoca, en el futuro serán seres civilizados ya que si no lo son, no podrán comer, pagar la renta, la hipoteca, etc y etc, el sistema (que son más y muy grandes) los doblegará y los civilizará. Y estos mismos chavales cuando en el futuro estén paseando su perrito y vean a otros chavales rompiendo farolas, dirán, en realidad pensarán, lo mismo que pensó JR y harán lo mismo.
Ya te he dicho Felipe, reflexión o justificación, tú eliges.
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Todo es mas simple amigo. No voy de santo ni de héroe pero nadie me arrebata mi derecho a decidir y a juzgar, de igual modo que me siento bien intentando resolver lo cotidiano y prójimo y no confundir cobardía con temeridad. Ya me gustaría que mucho apostol se mirase al espejo y vea si lucha contra la injusticia, si dona sus bienes, si se va de voluntario a las ONG o sencillamente si respeta al prójimo, sin olvidar aquello de que «el que sea inocente que tire la primera piedra». En fin, que estadísticamente todos crecen, santos y vándalos, pero la tendencia no me gusta, y lo digo. Y por supuesto que no me siento culpable de no hacer de salvapatrias… ni por supuesto que dejo que nadie me haga sentirlo. Que cada uno cuide su corral y conciencia. Y por supuesto lo de meterse en mi piel y conciencia me parece aventurado para quien no me conoce. Saludos
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Estimado Oscar, resulta incuestionable -discusiones bizantinas aparte- que frente a toda provocación una de las alternativas posibles es la indiferencia. Es más se trata de una de las más sabias y elegantes. Básicamente, porque si nadie se molesta por lo que dices es que no has dicho absolutamente nada.
Felices Reyes
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