Lobos disfrazados

Que no se entere nadie de que eres feliz

leon-agresivoNo hace mucho viajaba en tren desde Madrid hacia Oviedo, tranquilo y relajado, y me aproximé al vagón de cafetería. Cuando plácidamente estaba tomando un café en pie y dos parejas mas allá charlaban suavemente, entró en el vagón un imbécil trajeado hablando a gritos por el pinganillo para móvil (olvidando una de las 17 reglas de cortesía que los groseros ignoran del uso del móvil).

Se colocó frente a mí (mas allá de la “distancia de seguridad o intimidad”), y todos los del vagón dirigimos miradas de censura porque nos estábamos enterando de que la opinión de ese fulano era “quiero a todos a las diez”, “el que falte se va a enterar”, “los pedidos los hará como me sale a mi de los coj…”, “no me gusta repetir las cosas”, “Eso a mí no me importa…” y lindezas por el estilo, todas las cuales por cierto, importaban un comino a los demás pasajeros.

Me sentí agredido en mi intimidad, porque podía admitir que alguien hable alto inadvertidamente al entrar al vagón, podía admitir que si está solo se exprese a grito pelado su problema de halitosis, e incluso aceptaría que una llamada urgente reclame su atención, pero lo que me parecía inaceptable era que cinco extraños tuviésemos que aguantar aquella verborrea rompiendo la barrera del sonido. Y seguía, seguía… Así que como tenía tiempo, saqué el pequeño demonio que tenemos dentro, y dado que las miradas no valían pasé al contraataque. Saqué mi iPhone 6, puse la música y el altavoz manos libres y la elevé. Las dos parejas me miraron, y el individuo elevó mas la voz sin salir del vagón, así que elevé mas todavía el sonido hasta la estridencia…Entonces el mameluco adoptó un gesto agrio mientras puse mi mejor gesto estilo Clint Eastwood, y salió del vagón visiblemente irritado y sin dejar de hablar, y sin poder dar un portazo porque las puertas son automáticas. Entonces apagué la música, y sentí que con su sonrisa los chicos me aplaudían.

Y lo dicho es rigurosamente falso. ¡Claro!. Lo cierto es la escena hasta el inicio de mi supuesta venganza, aunque lo pensé (o soñé).

En fin, la anécdota me recordó ese dicho que figura en algunas paredes de bares: “¡Hoy es un día precioso…! Ya verás como viene alguien y lo jode”.

Y es cierto, con la edad hay personas dañinas que madrugan por aquello de no dejar para luego lo que pueda fastidiar hoy. Y si ven alguien feliz atacan como el jabalí pues les falta tiempo para poner sombras indicando que la vida es un desastre, que nada importa o meter el dedo en el ojo con una impertinencia.

Hay casos de personas que se creen las dueñas del mundo, el perejil de todas las salsas y no les importa avasallar e invadir el espacio ajeno. Se ve que son personas que tras nacer llegaron tarde al reparto de empatía.

nsamientoHe conocido casos de algunos jefes en empresas y oficinas públicas que se creen halcones, aunque realmente son mulas que dan coces, y el problema radica en cuanto se llevan por delante a una paloma.

Y también he conocido casos de “trepas” que tras ser ascendidos o promovidos con cariño por su jefe, con el tiempo, cuando aquél es el poderoso, machaca al que fuera su jefe, por aquello de que “los favores nunca quedan impunes”.

Como ya aconsejé en su día no regalar el valioso tiempo a las personas tóxicas, me limitaré a citar  los bellos versos de Karmelo Iribarren, que a mí me encantan:

Ándate con cuidado.
Que no se entere nadie
de que lo pasas bien,
que tu vida funciona
y eres feliz a ratos.
Hay gente que es capaz
de cualquier cosa,
cuando ve una sonrisa.

flor

4 comentarios

  1. He vivido esa escena en más de una ocasión, incluso en el vagón de silencio y es posible que esa fuera una buena medida a adoptar. Quizá tendríamos que empezar a adoptar esas soluciones. Un abrazo y buen fin de semana

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  2. A las personas se les nota que son felices, o al menos, razonablemente felices, no se puede ocultar. Que los años que vengan sean al menos iguales que hasta ahora. Le deseo de todo corazón. Al resto de participantes, no sabría decir..¡Que les vaya bonito!

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