Conforme pasa el tiempo mis tres hijos de 8, 10 y 17 años suelen esgrimir, cada uno a su estilo, el mismo argumento defensivo frente a mis instrucciones (haz, ordena, lee, ayuda, etc) o prohibiciones ( “no hagas esto”, “no vayas allí”, “no consumas esto…”).
Se trata de la consabida fórmula que yo mismo opuse en su día a mis padres: “No entendéis nada”, “No me comprendéis”, “Soy libre”, « No me dejas vivir»,etc.
Así que tras la última trifulca o negociación con los tres, versando sobre el espiritual tema de si deben consumir o no tanta pizza, y tras agotar mi aburrida exposición sobre la buena nutrición, les conté una conocida anécdota del poeta Coleridge.
Recibió el poeta a un visitante en su casa, quien afirmaba que los niños debían gozar de total libertad para pensar y actuar desde pequeñitos y tomar decisiones por sí mismos, de manera que así aprenderían de sus errores, ganarían confianza en sí mismos y desarrollarían todas sus potencialidades. Insistía el visitante en que los criterios de los padres cortaban la senda creativa de los niños con la consiguiente frustración y posible prejuicio hacia caminos inexplorados de éxito.
Coleridge, por toda respuesta, le invitó a que le siguiese hasta su jardín. Al verlo, el visitante exclamó:
-¡ Qué desastre! ¡Esto no es una jardín, esto es un patio repleto de maleza y ortigas !.
– El año pasado era una hermosa rosaleda- Repuso Coleridge.- pero este año decidí dejar libertad a las plantas para crecer a su aire, sin atenderlas, podarlas ni cuidarlas. Este es el resultado.
Tras contar esta anécdota, mis hijos me miraron, y el mayor comentó: «Pero papá, una selva del Amazonas no la cuida nadie y es bellísima.»
Un poco molesto por esta aguda réplica intenté sacar algo del naufragio de mi argumento:
Cierto. La selva es bella, porque se ve en su conjunto, igual que si ves un grupo de jóvenes te parece bella la juventud, pero si examinas cada árbol de cerca y con juicio individual podrás ver que la mayoría de los árboles han crecido torcidos, tienen zonas podridas o carcomidas, otros han dejado crecer ramas para pasto de lianas y enredaderas, algunos se han incrustado en rocas y muchos no ven la luz porque crecen en anchura y sitio equivocado.
Y ya que va de botánica, entonces asesté el jaque mate parafraseando a C.S.Lewis, diciéndoles:
La misión de un padre o educador, no es cortar selvas, sino regar los desiertos”.
Y añadí de cosecha propia… Pero si hay que podar alguna rama del árbol… aunque el árbol no lo sepa… ¡ es por su bien!