Leo la noticia de la firmeza con que el Rector de la Universidad de Salamanca ha anunciado el bloqueo y rechazo a las novatadas y en que afirma que no se tolerarán por parte de los estudiantes, ni siquiera fuera del recinto universitario. Ello ante las salvajadas y tropelías de algunos círculos de estudiantes que, ante la vigilancia en la Universidad, se han desplazado por bares y plazas de la ciudad de Salamanca, mezclando aquelarre y romería, con resonancia nacional.
Con eso, se proclama que no existe una persona que estudia y otra que vive fuera de los muros universitarios. El estudiante se educa dentro de la Universidad para vivir fuera de forma autónoma y formada, y mientras transita por el puente educativo es una única persona, para lo bueno y para lo malo.
Los estudiantes que desean el marchamo de graduado deben llevar su condición con dignidad y respeto. Es triste que tenga que recordarlo el Rector y que muchos padres piensen que esa conducta salvaje no es de sus hijos.
1. Hay que recordar que la dignidad se manifiesta hacia el interior, en la medida que no dejamos que nos humillen y hacia el exterior, en cuanto no humillamos a los demás. Por eso creo que es un acierto recuperar ese valor constitucional (“la dignidad de la persona humana”, del art. 10 de la Constitución) para defenderlo en la comunidad universitaria.
La Universidad es una comunidad de profesores y estudiantes, pero los estudiantes son un grupo que está llamado a relacionarse y que establece sus tendencias, jerarquías y prioridades; allí donde hay un grupo de coexistencia, llámase Facultad, Colegio Mayor o Residencia Universitaria, existe un caldo de cultivo para que los que se bautizan como veteranos quieran someter a pruebas de fidelidad a los novatos.
2. Estudié en la Universidad de Oviedo y no sufrí las novatadas de los Colegios Mayores porque vivía en casa pero conocí de primera mano lo que eran auténticos abusos, insultos y atropellos por parte de cafres, que con la coartada del grupo y enarbolando la condición de «colegial» se convertían en canallas. Las autoridades académicas prohibían los excesos pero toleraban el relajo y los abusos con tal de que no tuviese resonancia mediática ni quejas paternas.
Tenía buenos amigos colegiales y pude registrar en su primer año de ingreso lo que sucedía. Lo que empezaban con bromas, seguía con atribución de motes, burlas, pruebas físicas humillantes y todo tipo de vejaciones, incluidas las sexuales. Si eras bajo te llamaban enanito, si eras alto te bautizaban la jirafa, si sonreías tu apodo sería payasete, si callabas serías la momia, y así demostraban los veteranos su escasa imaginación.
Luego tocaba hacer flexiones hasta le extenuación, otras dejarse vendar los ojos para sufrir todo tipo de pringosidades, zancadillas o mojaduras, saludar a los veteranos con reverencias a cada recodo, circular por los pasillos en ropa interior a horas indicadas, beber alcohol en grandes cantidades y con rapidez, etc. Estúpidos rituales.
El rango de veterano comportaba una especie de autorización para convertirse en amo y el estudiante en esclavo, como un infantil reflejo del modelo peliculero de los veteranos militares y los novatos.
Algunos de los novatos tomaban la decisión de no oponerse para pasar el mal trago. Otros se resistían con lo que el pulso desigual acaba a favor de la masa embrutecida. Los menos cogían fuerzas para irse. Incluso, como el síndrome de Estocolmo, los había que soportaban en silencio bajo el consuelo de ser veteranos el año siguiente y poder machacar a los nuevos.
3. Lo peor era el ensañamiento con el débil. De hecho recuerdo que un compañero de Facultad de Derecho, hombre tranquilo y pusilánime, vio como sus apuntes de Derecho Romano eran tragados por el inodoro del Colegio entre risas de quienes le habían embadurnado el cabello con pasta de dientes a medianoche, continuando con un episodio de reacción similar al corzo herido pateando a los leones, y que por desgracia desembocó con un ataque de nervios y pánico del alumno que hizo precisa una ambulancia de urgencias para recogerlo y asistencia sanitaria. Triste, pero real.
4. Lo que más me maravilla es la doblez de la condición humana, pues algunos de aquellos canallas de entonces hoy son médicos, arquitectos, psicólogos o jueces. Debo admitir la posibilidad de que hayan cambiado a golpe de experiencia o dosis de sensatez. Pero mas posible es que vivan encaramados en el recuerdo de su pasado feliz de abusadores; o quizá se consuelan pensando que la sociedad es dura y los débiles no deben sobrevivir pues para ellos eran bromas; o acaso, sencillamente son psicópatas.
Y digo psicópatas porque la psicopatía es esa dolencia invisible que padece un sector de la población, sin estar afectado su intelecto, y que se caracteriza por una real y total indiferencia ante el dolor ajeno, la falta de sensibilidad y empatía que lleva a hacer daño sin el menor remordimiento.
5. Por eso aplaudo la medida de la Universidad de Salamanca. Se es estudiante dentro y fuera de la Universidad. Se es persona dentro y fuera de la Universidad. Y la Universidad no es sitio para animales, para quienes confunden la broma con el delito y hacen de la burla el escarnio al indefenso.
Es cierto que hoy día la mayoría de los centros universitarios prohiben las novatadas pero no se trata solo de prohibir sino de vigilar y de educar. He tenido ocasión de hablar con algún rector ya jubilado y en distancia corta me ha confesado su orgullo de colegial y lo edificantes de las novatadas. También conozco muchos colegiales que como la memoria es generosa, olvidan lo malo y recuerdan lo bueno, y prefieren enterrar los episodios. Otros estudiantes consideran que no es malo que los de primer curso vayan con el torso desnudo y tatuado, gritando a las órdenes de otros. No es cuestión de rasero, sino de frivolidad e insensibilidad.
6. De lo que estoy seguro es que de entre los estudiantes de mi generación, posiblemente algunos colegiales o estudiantes de primer curso quedaron marcados emocionalmente por esos episodios y otros muchos vieron rebajado su rendimiento académico por la sombra de esa nefasta compañía.
Y también estoy seguro que algunos de los líderes de esos abusadores son propicios al acoso y violencia de género, al atropello y al desprecio ajeno. Tras ese jefe que practica mobbing, la pareja que ejerce violencia, el salvaje que conduce como si fuera el dueño de la calle… quizá hay alguien que en su juventud actuaba frente a los demás como si fueran novatos, o sea, abusando sin piedad.
7. Por eso, hoy día, en que se multiplican los medios, imaginación y tecnología para hacer novatadas, y en que parece que nada mas divertido que hacerse eco en la red social de la humillación de un compañero, bien está no bajar la guardia y frenar esos abusos con energía. Los videojuegos muestran predilección por la violencia, la molestia y salirse de las reglas; las películas americanas suelen ofrecer el lado amable de las novatadas de las hermandades y fraternidades universitarias; y los estudiantes nuevos aplican aquello de “donde fueres haz lo que vieres” para poder aterrizar en la Universidad con buen pie. Quizá se trata de hacer amigos en este ambiente universitario nuevo, quizá el malestar y humillación temporal se compensa con la lealtad del grupo de veteranos… ¿quién sabe lo que pasa por la cabeza de una adolescente de dieciocho años?, ¿quién sabe lo que está dispuesto a soportar y por qué lo hace?, ¿quién sabe si lo que inspira al líder de las novatadas es el juego o una oscura tendencia?
De ahí que la advertencia del Rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, es pertinente y valiente:
Ninguna agresión, ya sea física o moral, es tolerable en ningún contexto, y menos en la Universidad y sus espacios.
Y por ello las tradiciones salvajes no van con los tiempos ni con la dignidad pues
No pueden asociarse a un rito iniciático, al consumo excesivo de alcohol, al machismo y al acoso.
En suma, ni promover ni participar en esas novatadas, y sí rechazarlas o denunciarlas. El alcohol no sirve de coartada, ni la juventud. No hace falta divertirse machacando a los demás. No es cuestión religiosa ni ideológica. El sabio mandato religioso y filosófico: no hagamos a los demás ni toleremos lo que no quisiéramos para nosotros ni nuestros hijos.
¿Pero la Constitución, con la redacción actual del artículo 10, no fue aprobada en 1978?.
¿Es que no hay hechos calificados como novatadas que se ajusten a algún tipo penal?.
Me gustaMe gusta
Con los psicópatas no puede haber compasión, ni con los abusadores. Estas «tradiciones» tan rancias tiene que ser atajadas de forma expeditiva y no hay mejor forma que expulsar de forma fulminante a quienes participan en estas tropelías. No tienen sitio en la Universidad, ni en ningún sitio.
Me gustaMe gusta