Esta visto que el formato del televisivo “Sálvame” de la cadena Telecinco vende y mucho.
La fórmula es sencilla: tómese un puñado de personajillos de segunda fila, deslenguados y mercenarios, dispuestos a prestarse al juego de comentar todo y dejarse comentar sus intimidades.
Luego búsquese un presentador que administre los tiempos y sus enfados, para ofrecer una apariencia de que lo que se ofrece es serio, real y digno de máxima atención. También es importante que haga guiños de palabras y miradas bobaliconas hacia la pantalla para que cada espectador piense que es un trato personalizado.
Preséntese el programa a horas de relajo, tras la comida o cena preferentemente.
Y finalmente, como un restaurante de éxito, anúnciese el plato fuerte antes del inicio del programa: desvelar un escándalo, enfermedad, infidelidad, pleito o zozobra similar.
El resultado está a la vista: quien más, quien menos, jugueteando con el mando a distancia, acabamos cayendo en observar esa gente que nos habla de problemas que no nos interesan.
Pero pronto quedamos enganchados. Comenzamos mirando una pecera con ojos pasivos e indiferentes y acabamos como asistentes a un espectáculo de circo, pendientes del desarrollo y alternando asombro y sonrisas.
La gran pregunta es: ¿ Nos hace feliz asomarnos a esas ventanas de miserias ajenas, unas ficticias y otras magnificadas?. Veamos el problema en su justa dimensión.
1. No debemos confundir ser felices con sentirnos relajados con un pasatiempo. Una cosa es estar entretenidos y otra muy distintas estar orgullos de emplear nuestro tiempo.
Es cierto que a veces la vida es tan compleja y problemática que unas gotas de frivolidad bajan la tensión.
También es indudable que cierto alivio emocional proporciona saber que esas situaciones y conflictos no los vivimos o sufrimos en nuestras carnes.
Es más, al comprobar que unos son infieles, otros miserables, otros envidiosos y demás pecadillos, es inevitable que nos regocijemos con nuestra propia autoestima y sutilmente nos consideremos mejores.
2. Sin embargo, esos tibios y efímeros beneficios no nos compensan de los perjuicios de tales programas por varias razones.
I. No compensa el sacrificio temporal que comporta. Tiempo que se va para no volver
Son programas que cuidan el enganche, como las cerezas por sus rabos, de manera que nunca se acaba la trama y el “culebrón” de fulanita que engaña e menganito, pero zutano insultó a fulanita que a su vez demandó a citano, quien se acuesta con menganito… y continuará.
Y así, como quien no quiere la cosa, vemos como el precioso tiempo libre queda sacrificado y enterrado en tan estéril pasatiempo.
II. Son programas que se burlan de la inteligencia y buena fe del espectador
Todo lo que se ofrece con apariencia de realidad, de disputa auténtica, de enfados coléricos, no es mas que una mala representación de un descuidado guión que se escribe tras la pantalla.
En efecto, se trata de alimentar el “monstruo” de la audiencia. No importa que el origen sea mentira, que se haga un montaje, que los que hoy se insultan mañana se abracen. ¡ Es un espectáculo!.
No tengan ninguna duda de que el Director del programa y el presentador cuenta con asesores y personal encargado de atizar leña al fuego de la novedad de cada programa. Son guionistas que ponen a punto su ingenio y seguramente se reúnen en una mesa para aportar ideas.
Imaginemos una jornada de trabajo normal para prepara el programa:
- Guionista Uno.- Creo que debemos buscar un amante para X y sugiero cierto modelo o actor sin trabajo Y que se prestaría fácilmente a ello y cobra poco.
- Director.- ¿En que piensas?
- Guionista Uno.- ¿Qué tal si van a cenar juntos, y un paparazzi o un periodista nuestro les hace una foto en pose cariñosa?
- Guionista Dos.- Pues yo creo que mejor sería esa pose cariñosa pero a la salida una discusión.
- Presentador. -¡ Buena idea! Y así traemos al programa a los dos.
- Director. – Claro. A ver. Tú, Kotoko, harás el papel de “malo”. No te crees nada y afirmas que lo sabes de buena tinta porque te telefoneó la hermana de ella.Y tú, Silvina, haces de “buena”, que sabes por él que hay amor auténtico. Luego discutís e incluso afirmáis que tenéis SMS que avalan vuestras tesis. ¡ Ah! Sería bueno ir sugiriendo que pudiera estar embarazada, para dedicar otros programas a si abortó o si el padre es otro.
Así se va tejiendo el guión del próximo programa, flexible para que cada colaborador pueda aportar su propia cosecha. Quizás la gestión es mas compleja pero seguramente mucho mas frívola.
Estos colabores, tertulianos o “actores”, se prestan a estos programas de vodevil puesto que es un trabajo y bien retribuido con dinero y popularidad. Se lanzan a desempeñar su papel y a “improvisar” pero eso sí, bajo el sagrado principio de que el Presentador es quien manda en el “escenario” y una de sus miradas frías o palabras puede reorientar todo el debate.
Estos colaboradores se anuncian como una especie de periodistas o tertulianos con minúsculas pero realmente son actores sin empacho para lucir sus propias vidas e inflarlas. Y si se cansan o les sale un “chollo” en otro programa, o quieren descansar, pues la excusa viene en forma de disputa y cabreo en el plató y ante los televidentes ( bajo apariencia de espontaneidad) quienes juran en arameo no volver al programa e incluso lo aderezan con lágrimas o gritos de ira … para regresar transcurrido un tiempo con mas ganas y con la faltriquera abierta para seguir facturando.
III. Son programas que no educan ni forman en valores propios de una civilización avanzada.
No se trata de ver documentales de animales o ciencia. Pero un programa televisivo que tras finalizar no podríamos resumir nada de lo que se ha aprendido, no es un programa recomendable. Tras verlo nos sentimos como una vaca rumiando hierba lentamente mientras mira un tren que pasa: no le cambia nada la vida y lo que es peor, la vaca seguirá mirando pasar trenes sin saber que lo son ni donde van.
IV. No solo no forman sino que deforman.
Parece que lo único que ilustran es en reglas simplonas como: “vale todo”, “el chismorreo es la mas fiable fuente de verdad”, “demandar a diestro y siniestro es la manera de zanjar falsos desencuentros personales”, “la intimidad y dignidad de las personas no vale nada”, “el amor, la lealtad, la palabra dada o la salud, son pasto de frivolidad que los devalúa”, etc.
No es que los niños aprendan lo que no deben. Es que los adultos están en constante aprendizaje y malo será ver natural un mundo donde el dinero, el sexo y la mentira son los protagonistas y aceptemos que la discusión bronca y el griterío son la manera de zanjar los problemas.
V. Nos alejan de lo que es la normalidad y la vida doméstica para manipular nuestras emociones y entorno.
Concentrarnos en un grupo tribal enojado y demostrando su poder y capacidad de manipulación nos aleja de nuestro propio entorno. De nuestra sala de estar, de nuestra familia y de reflexionar. Y nos obligan sutilmente a acompasar nuestra atención con lo que sucede en la pantalla, y nos guían nuestra risa, cuando se ríe el presentador, nos inducen a enojarnos cuando se irrita la mayoría de los tertulianos y nos condicionan las emociones con las luces, sonidos, y frases hábilmente teledirigidas para el rebaño de espectadores que asistimos mansamente al espectáculo.
VI. El espectáculo es simplón y dañino hasta en las formas
Ofrece lenguaje con léxico simple y procaz, humor chusco donde la ironía el sarcasmo y la burla aplastan el humor inteligente y mensajes sensibleros del presentador hacia el público en tono cercano, íntimo y cómplice que hacen brotar en los espectadores comprensión y ronroneos de placer. Por si fuera poco, los colaboradores a veces abren la boca y le dan una patada a la historia, la geografía o a los conocimientos propios de un infante poco avezado,
VII. El resultado final es una masa de inocentes voyeuristas que contempla mansamente un grupo de maliciosos exhibicionistas
No es un “programa del corazón” sino un “programa de pies u otras partes inconfensables”. Realmente, subyace la amarga realidad de gente común que ve intimidades y problemas de gente famosa, lo que afianza la idea subconsciente de que las clases subsisten y del placer encerrado en asomarse por el ojo de la cerradura a ver como se acicala el señor feudal, pese a que la inversa, al señor feudal solo le importa que el siervo pague el diezmo.
VIII. Son programas que ciegan al espectador del auténtico motor del aquelarre: el vil metal
Y no solo de lo que cobran los participes sino del negocio que lucra a la cadena televisiva.
Muchos que no jugarían a la lotería o a las quinielas se abalanzan al teléfono en el curso del programa para pagar lo que la letra diminuta de la pantalla no esclarece con una llamada desde sus domicilios para intervenir, participar en un sorteo o expresar su opinión sobre la trifulca que la escena ofrece.
3. Todos somos muy libres de elegir hasta la forma de aburrirnos. De elegir como dilapidar nuestro tiempo libre. Pero también es bonito detenernos unos instantes a reflexionar sobre el producto televisivo que nos sirven y luego actuar en consecuencia.
Y si dedicamos ese tiempo despilfarrado, con nuestra mirada vacía a un mundo vacío y sonrisa bobalicona, a leer un periódico o un libro, ver una película, hablar con la familia o a otras aficiones mas nobles, conseguiremos sentirnos satisfechos.
Y es que el timo de la estampita triunfa con la complicidad del timado que no siempre lo sabe. Lo dice uno que fue timado y sucumbió a la seducción de tales chismes y programas, pero afortunadamente siempre se está a tiempo de rectificar.
4. No deja de sorprender que cuando se pedían hace dos décadas el pluralismo de cadenas televisivas, so pretexto de facilitar la libertad de expresión, mejorar el juicio crítico, aumentar la formación humanista, etc, nos encontremos ahora con que algunas cadenas son pasto y lucen con orgullo programas denigrantes que juegan con el morbo, la mentira y polémicas artificiales.
En suma, hay programas que no son un contenedor de historias, sino un contenedor de basura que rebosa.
5. Lo dicho vale, con adaptaciones, a los que nos ofrecen los “reality shows”, programas en los que la gente común ( con alguna que otra intervención de famosillos) compiten en semanas de duración en concursos absurdos mientras son filmados las 24 horas del día para ofrecer las secuencias mas jugosas a los espectadores.
Ante se decía aquello de “Fume memos, sabe mejor”. Y podría decirse “Vea menos programas basura, se sentirá mejor”. Hay vida mas allá de la Telebasura y muchas cosas pequeñas que dan felicidad auténtica.