Tras otro vuelo interprovincial me llamó la atención lo mal que nos deja a los seres civilizados cuatro detalles.
El primero, el consabido strip-tease por arco metálico expuesto a escrutinios impúdicos mientras arrastras tus pertenencias por la cinta (lo que ya comenté en otro post anterior).
El segundo, esa cortinilla artificiosa en el interior del avión que se alza entre la casta de preferente y la tropa, que mueve a la risa.
El tercero, la actitud robótica y cansina de la azafata explicando ante la indiferencia general el mismo ritual de colocarse e hinchar el chaleco, pese a que el vuelo no discurre sobre extensiones marítimas y pese a que en situación de pánico nadie acertaría a soplar el silbatito.
Y el cuarto, el sistema de acceso o embarque con una supuesta prelación por rango. Me ocuparé de este ceremonial absurdo, aunque reconozco que las compañías aéreas son muy libres de fijar el criterio que les plazca pero la libertad de crítica y compartirla no me la quita nadie.
1. Lo primero es que todo el mundo por un extraño concepto de rebaño hacemos cola si alguien hace cola, y así cuando estamos aguardando con nuestro equipaje y billete mirando ansioso el timbrazo para que arranque la cola, nuestra ilusión se disuelve porque nos informan que hay un criterio distinto de la cola propia de la espera del autobús.
2. Pues bien, me ocuparé del absurdo ritual de embarque al avión, momento en que un educado/a empleado tras un mostrador, con crotal incluido y minúsculo altavoz, avisa a los pasajeros del vuelo que el orden de embarque, para exhibir su billete y acreditar su identidad ante el mostrador, será por Grupos. Por ejemplo, grupo 1, grupo 2 y grupo 3. El grupo 1 de los preferentes de la compañía, discapacitados y pasajeros con niños. El grupo 2 de los que han pagado y no tienen padrino. Y el grupo 3 de los parias que disfrutan de billete barato.
Así, la compañía opta por un sistema de apiñamiento de los pasajeros, lento y ceremonioso ,pues muchos no tienen claro el grupo a que pertenecen y ello por la sencilla razón de que el empleado indica apresuradamente al comienzo el orden a seguir, en vez de dejar una banderita de color o un cartel que indique a la masa expectante en el mostrador “Embarque Grupo 1”, por ejemplo. El efecto es que, mientras va examinando la documentación de los que acceden, de forma intermitente aparece alguno preguntando e interrumpiendo a que turno corresponde el ídem, o que es frenado por intentar pasar.
3. Quizá el sistema lo han estudiado sesudos ejecutivos pero me parece mejorable.
– No deja de tener su gracia que hay que estar en el aeropuerto con antelación, soportar una serpeante cola para embarcar, hacer un strep-tease para pasar a zona de pasajeros y luego otra cola para subir al avión. Aquí un nuevo tapón de botella.
– Llama la atención que se considere un “privilegio” embarcar antes. No puedo dejar de recordar a un joven argentino, tan buscavidas como avispado, que conocí en el aeropuerto de Los Ángeles. Se llamaba Gabriel (pero por su tamaño siempre me refiero a él, como “Gabrielón”), y tras conversar con él antes de embarcar me indicó que se iba al final de la cola. Y como le miré sorprendido me confesó con un guiño: “Pibe, el último en embarcar es el primero en escoger asiento de entre todos los vacantes. Las puertas secierran y eres libre de sentarte donde te veas mas cómodo o amplio”. Y no deja de tener razón el consejo. Por cierto, no me resisto a contar que, en el curso de este vuelo transoceánico para entretenerme fui a verle y estaba sentado en un asiento central y en el asiento de al lado había colocado colgada su chaqueta y extendido la bandeja, de manera que cuando pasó la azafata repartiendo el refrigerio, Gabrielón sin inmutarse le dijo (“Por favor, deje la bandeja de mi compañero que está en el baño” (¡buen truco para la ración doble!); además, el tal Gabrielón iba a visitar a alguien que había conocido accidentalmente en un viaje aéreo y que le había invitado, lo que me llevó al despedirme a eludir indicarle mi domicilio).
4. En fin, lo cierto es que creo que ese supuesto privilegio de ordenar en tres grupos el embarque cumple una doble finalidad manipuladora de mentes.
La mas descarada es que la compañía demuestra un trato preferente o cortés a los buenos clientes o quienes pagan billetes mas caros, lo que es un guiño para fidelizar el cliente.
La mas oculta es que el cliente obtiene la íntima y subliminal gratificación de embarcar “antes”, pero insisto, la ventaja es igual a la de entrar antes al cine… pues todos tienen la butaca numerada y me temo, que al igual que en el cine, mejor es entrar el último y hacer levantar a los demás que entrar el primero y levantarse para que pasen.
En suma, esa medida apela a la vil condición humana que nos lleva a sentirnos agradecidos de disfrutar de este pequeño privilegio.
5. Y ya descendiendo al caso concreto el otro día me llamó la atención que yo pertenecía al Grupo 3, privilegiado según el altavoz por ser cliente de Tarjeta Plus, así que al ser del último turno de embarque me pregunté si había algún grupo 4 que entraba por el hueco de las cintas de las maletas.
En fin, salvo los discapacitados que evidentemente tienen que tener prioridad y facilidades para acomodarse, no veo la prioridad para los niños (y sus padres) ni para otros colectivos (algunos ¡prefieren embarcar después!).
Es cierto que alguno dirá que si se entra antes al avión, antes se coloca el equipaje primero en el armario y así no viaja en “bodega” pero lo que no podemos es convertir esa excepcional hipótesis en la regla, ya que puestos así (y por caricaturizar la situación), podrían advertir que en caso de accidente aéreo, estadísticamente los pasajeros mas privilegiados son los de la proximidad a las puertas de emergencia, mientras que los preferentes de las primeras butacas por su proximidad a la cabina serían los que mas riesgo corren.
6. Por eso creo que lo mas sencillo sería, partiendo de que un Airbus tipo cuenta con 50 filas con unos seis asientos por fila, señalar que la fila de embarque sería bajo el principio bíblico: los Pasajeros de los últimos asientos serán los primeros en embarcar, y así todo el mundo iría ocupando los asientos sin alzarse en un estorbo para otros (por estar de pie, colocar la maleta, etc). Y si alguien quiere saber su sitio, una sencillita pregunta del número de orden (siendo indiferente la letra de cada fila) le permitirá poder avanzar con seguridad y evitar esperas y filas.
No hacen falta arabescos de hacer pasar antes a los de las ventanillas que a los del interior, ni a los de equipaje respecto de los que no llevan equipaje de mano. No. Sencillamente, que los pasajeros se ordenen según el número de fila y adentro, sin ceremonias.
Pero en fin, seguro que estoy equivocado y las compañías aéreas tienen razones que la razón no entiende (quizá entretener a los pasajeros con estos rituales para hacer mas llevadera la espera), pero también es bonito reflexionar en la vida con notas de humor sobre las cosas cotidianas que pueden ser mejores que como nos las presentan.
Si hay algo que no soporto de los aeropuertos son las colas! Estar de pie quieta solo para guardar un orden me parece ridiculo. Deberían de usar un método de gestión de colas para que la gente cogiese un tikect y luego pudiese hacer otras cosas, como estar sentado o comprar algo mientras espera. Y cuando vean que llega su numero acercarse al mostrador. Es una buena solución tanto para los pasajeros como para el personal que ya no tendría que aguantar a unos pasajeros agotados solo de hacer cola
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