Tras el horrible atentado en Bélgica, el estremecedor accidente de autobús en Tarragona o el accidente aéreo de Fly Dubay en Rusia, todos ellos acaecidos en la última semana y todos ellos sembrados de muertos se impone una mínima reflexión, que será agridulce pero siempre viene bien plantearse el reto personal que os diré.
1. Resulta preocupante que, tras el estupor y rabia inicial, comenzamos a encallecernos con esas duras noticias, pese al impacto emocional brutal que supone saber que se ha segado la vida a personas de forma inesperada por la fatalidad de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Sabemos que nadie merecía ese fin, y sabemos que nos puede “tocar” a todos pero el mecanismo de supervivencia (unido a que afecta al “prójimo” pero no al próximo) nos lleva a pasar página y dejarlo en la memoria de segundo plano, mientras seguimos nuestra ruta.
Ya en su día comenté lo único bueno del espantoso accidente aéreo en Los Alpes que cosechó 144 muertos por un piloto demente de tendencia suicida.
2. Añadiré ahora lo que me viene al pensamiento tras haber leído el otro día una estupenda entrevista al psicólogo Rafael Santandreu que propone el siguiente ejercicio para valorar más lo que tenemos:
Imagínate todos los días tu propia muerte. Acto seguido, piensa que han pasado cinco años desde tu deceso y pregúntate donde están tu hija, tu novia, tu trabajo, tu coche… Luego, haz lo mismo al cabo de 100 años y de 500.
Hice la prueba a veinticinco años vista… ¡Dios mío: mis cuatro mil libros repartidos por librerías de viejo; mis dos coches y motocicleta desguazados; mis archivos musicales y películas ocupaban tan poco en formato digital que se han extraviado; mis hijos viven sus propias preocupaciones al otro lado del globo (o lo que quede de él tras alguna guerra descontrolada); mi casa y cabaña liquidados tras juicio entre herederos o afines de mis herederos; todas las fotografías y escritos que yacían en mis ordenadores fueron borrados por alguna mano con prisa; los libros que escribí nadie los recuerda, no interesan y tampoco se leerían puesto que no está de moda “leer” sino conectarse a un artilugio audiovisual que se lleva implantado como los tatuajes, sin olvidar que se consideran escritos en “castellano vintage”; los lugares, paisajes y obras artísticas que admiré deben seguir ahí ajenos a mi movilidad reducida por entonces a íntimas cercanías; ni siquiera puedo asistir al último concierto de los Rolling Stones pues Keith Richard sigue sobre el escenario próximo a embalsamarse en vida; las personas amadas y los amigos, bastante tienen con sobrevivir si antes no se han ido sin despedirse de mí a «la nube» de donde no se vuelve y donde no llegan google ni el correo electrónico; y yo hacinado en una residencia de ancianos intentando recordar quien diantres soy mientras me ocupo en disfrutar de la tercera pastilla del día cuando unas manos insensibles me ayudan a hacer lo que ya no puedo hacer solito. Eso salvo que algún terrorista o zumbado se haya cruzado antes en mi camino y me haya ayudado a pasar el umbral de la última frontera.
¡Vaya! Realmente no sé si ese experimento me deja mejor o peor. Feliz o deprimido. En todo caso, lo que demuestra es que las cosas tienen la importancia que queremos darle como ya enseñaba el sabio dicho de “En cien años todos calvos”.
Y más vale vivirlos intensamente. Porque lo que no se vive no se recuerda y lo que no se recuerda no existe.
Carpe diem, ni anclado en el pasado ni suspirando por el futuro, no lo olvidéis.
Apreciado Jose Ramón, también mi sentir y condolencias a las víctimas y familiares de estos trágicos sucesos.
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Y respecto a las reflexiones que haces, que nos dices que no sabes si el experimento te «deja mejor o peor. Feliz o deprimido..» por si te aporta algo y te sirve… pues te diré respetuosamente, que transmites todo el vigor de la juventud, en perfecto equilibrio con una soberbia madurez, y que algunas veces, de soslayo nos permite entrever que encierra la trémula ternura de un niño…
En estos casos, a pesar de los rigurosos balances que su Señoría pueda hacer a «años luz», hay un refrán para el caso que reza: : «llorar por un ojo y reir por el otro» , además ya que hablas de «la nube», ¿no fue ésta la en la que desapareció el gran legislador? .. no lo sé pero,… de mi parte tras la reflexión que has propuesto, una vez más, mil gracias por todo lo que compartes, y con todo el respeto, desearte que pases unos días amenos de Semana Santa en compañía de tus seres queridos…
Que entre tanto algunos de los que estamos lejos, te leemos siempre con viva e incansable admiración.
Y por si esto no te ha inclinado hacia ningún lado de la balanza, comparto aquí un post que he leído esta mañana del Prof Sosa Wagner que me ha hecho reir a carcajadas, http://sosawagner.es/2016/03/23/imprecacion-del-donut/
Mil Gracias
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Gracias por tus palabras y por su recomendación del artículo del gran Sosa Wagner. De hecho, en el mismo habla de los churros, y ciertamente ahora parto raudo hacia la Bañeza, donde se hacen los churros, como el turrón, «posiblemente los mejores del mundo», otra de las pequeñas cosas que hacen la vida digna de ser saboreada, como se saborea el puente tendido entre el blog y sus lectores.
Abrazos
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Por eso creo que vamos a pasarlo muy bien en la próxima presentación de tu libro, una buena cena de amigos com muchas risas, algun cantar de Juanma y los ripios emocionantes de Anita. ah! y Suso amenaza con una habanera … Ya queda menos.
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Apreciado D. Jose Ramòn, discùlpame por favor, ha sido la correcciòn automaàtica del teclado.
Querìa decir sobria madurez . (Faltarìa màs!!!)
Saludos cordiales.
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Gracias Jr por esa forma de ver la vida.
Recientemente perdí un compañero de trabajo que se disolvió como un azucarillo en 9 meses de enfermedad. Nos hundió a todos.
Comienzo a intentar vivir y trabajar apreciando lo corta que puede ser la vida.
Lo dicho gracias por la dedicación a los demás con tus blogs
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